En BODAS DE SANGRE,
escrita en 1.931, la virilidad, aun la despilfarrada, está presente:
“Tu abuelo dejó un hijo en cada esquina. Eso me gusta”.
Igualmente el apetito sexual
de la mujer:
“Dichosa tú, que vas a abrazar a un hombre, que vas a sentir
su peso”.
RESUMEN
La obra comienza con una
conversación entre el novio y su madre, en la que planean pedirle la mano de su
novia.
Cuando el novio está a punto
de salir a la viña, le pide una navaja a su madre, pero ella no se la quiere
dar porque dice que las navajas pueden matar y recuerda la muerte violenta de
su esposo y otro hijo.
Después de salir el hijo, la
madre se queda hablando con la vecina sobre la novia, a quien aún no ha
conocido. La vecina le cuenta que la señorita había tenido un noviazgo con
Leonardo Félix, hijo de la familia responsable por la muerte de su esposo e
hijo.
Esta información la inquieta
mucho, pero ocurrió años atrás y desde entonces Leonardo se ha casado y tiene
un hijo.
En la próxima escena, la
suegra de Leonardo y su mujer están cantándole una nana a su hijo
que presagia la tragedia que está por ocurrir:
“Duérmete, rosal, // que el
caballo se pone a llorar.
Las patas heridas, // Las crines heladas, // dentro de los ojos // un puñal de plata.
Bajaba al río.
¡Ay, cómo bajaban!
La sangre corría // Más
fuerte que el agua.”
Mientras que la suegra
va a acostar al niño, llega Leonardo y le dice a su mujer que ha tenido que
ponerle nuevas herraduras al caballo varias veces porque últimamente siempre se
le caen.
La mujer sugiere que es
porque usa el caballo demasiado, pero él lo niega.
También le cuenta que algunas
vecinas lo vieron en los secanos el día anterior y que ella no creía que podía
ser él, pero el caballo había llegado muy sudado.
Leonardo dice que no fue él.
Entra la suegra, y le
pregunta quién está dando tanta carrera al caballo porque está tendido en el
suelo con los ojos desorbitados.
Leonardo le contesta que
estuvo con los medidores de trigo.
Llega a la casa de Leonardo
una muchacha que vio al novio y a su madre comprando cosas para la novia,
pero Leonardo le contesta bruscamente que no les importa saber qué le han
comprado y que la novia es "de cuidado".
Entonces la suegra le
recuerda que tuvo un noviazgo con ella, y su mujer comienza a llorar.
En la próxima escena, el
novio y su madre viajan diez leguas para pedir la mano de la novia, quien
vive sola en los secanos con su padre.
El padre les da su bendición
y cuando la madre del novio le pregunta a la novia si sabe lo que es casarse,
ella le contesta que sí y que está segura de su decisión.
Tras la visita, la criada se
muere por ver los regalos, pero la novia no muestra ningún interés en abrirlos,
por lo que la criada le dice: "parece como si no tuvieras ganas de
casarte", y en seguida le cuenta que vio a Leonardo en su caballo fuera de
su ventana a las 3 de la mañana.
Al principio la novia no se
lo cree, pero esa noche aparece de nuevo fuera de su ventana.
El día antes de la boda, la
criada está peinando a la novia y hablándole del casamiento, pero la novia se
muestra molesta y tira su corona de azahar al suelo.
Luego dice que quiere a su
novio pero que casarse es un gran paso.
Esa mañana, Leonardo es el
primer invitado en llegar y le pregunta a la novia:
"¿Quién
he sido yo para ti?".
También le pregunta por el
azahar, símbolo de la pureza.
La novia le pide que se vaya
y le dice:
"No
puedo oírte. No puedo oír tu voz. Es como si me bebiera una botella de anís y
me durmiera en una colcha de rosas. Y me arrastra, y sé que me ahogo, pero voy
detrás".
La criada trata de
interrumpir la conversación, pero Leonardo le asegura que ésta será la última
vez que hablan, porque a pesar de su atracción mutua, Leonardo aún no tiene
pensado interponerse entre los novios, de ahí que le dice a la novia:
"Yo
me casé. Cásate tú ahora".
A la madre del novio no le
agrada que Leonardo y su mujer vengan a la boda, pero el padre de la novia le
dice que los Félix son familia y es un día para perdonar, a lo que la madre
responde:
"Me
aguanto, pero no perdono".
Los novios se casan, pero en
medio de la celebración, la novia le dice a su nuevo marido que necesita
descansar por un rato. Sin embargo, poco después descubren que ha huido con
Leonardo.
El novio sale a caballo en
busca de la pareja.
La próxima escena tiene lugar
en un bosque, un marcado contraste con las tierras áridas de la novia.
Unos leñadores están hablando
de la huida de la pareja, cuando aparece la luna personificada y dice:
“No
quiero sombras. Mis rayos // han de entrar en todas partes, // y haya en los
troncos oscuros // un rumor de claridades, // para que esta noche tengan // mis
mejillas dulce sangre, // y los juncos agrupados // en los anchos pies del aire
//
¿Quién se oculta? ¡Afuera
digo!
¡No! ¡No podrán escaparse!
Yo haré lucir al caballo // una fiebre de diamante”.
¡No! ¡No podrán escaparse!
Yo haré lucir al caballo // una fiebre de diamante”.
También llega una mendiga que
representa la muerte y dice:
"Abren
los cofres, y los blancos hilos // aguardan por el suelo de la alcoba //
cuerpos pesados con el cuello herido".
La luna planea iluminar la
escena para que el novio descubra a la pareja y la mendiga pueda acabar
con ellos.
Aparecen en la escena la
novia y Leonardo, y ella le dice que si él quiere llevarla con él, va a tener
que ser a la fuerza, pero entonces él le recuerda que fue ella quien bajó
primero las escaleras, le puso brindas nuevas al caballo y le calzó las
espuelas para que se escapasen juntos.
La novia decide quedarse con
Leonardo y ambos afirman que sólo la muerte los podrá separar.
Finalmente, el novio los
encuentra y se escuchan unos gritos, pero las muertes del novio y de
Leonardo tienen lugar fuera de la escena.
Al final, entra la mendiga,
se pone de espaldas y abre su manto como un pájaro con alas inmensas.
En la próxima escena, una
niña y unas muchachas están hablando de la boda, cuando llegan la mujer y la
suegra de Leonardo, quien le dice a su nuera:
"Sobre
la cama // pon una cruz de ceniza // donde estuvo su almohada".
Luego aparece la mendiga en
la puerta de la casa y las muchachas le preguntan si viene del camino del
arroyo.
Ella les contesta que sí y
que vio a dos hombres muertos.
Al final de la obra, la
vecina está en la casa de la madre del novio, y llega la novia cubierta en
sangre.
La madre la golpea, y la
novia le dice que ha venido a que la maten y explica lo ocurrido:
"Yo
era una mujer quemada, llena de llagas por dentro y por fuera, y tu hijo era un
poquito de agua de la que yo esperaba hijos, tierra, salud; pero el otro era un
río oscuro, lleno de ramas, que acercaba a mí el rumor de sus juncos y su
cantar entre dientes".
También le jura que aún es
una mujer honrada, pero la madre le contesta que no le importa su honradez ni
que quiera morirse, porque su hijo está muerto.
La obra termina con una
especie de adoración al cuchillo que recitan la madre y la novia.
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