¿CÓMO DEBIÓ SURGIR LA SEXUALIDAD EN EL “HOMO”?
Los que somos nacidos y
criados en los pueblos, sobre todo en mi Salamanca del alma, hemos visto, a
diario, copular al toro y la vaca, al perro y la perra, al gato y la gata, a
los conejos, a las gallinas, a las cabras y ovejas…
Todo, siempre igual,
monotonía copulatoria.
Pero entre el orangután y el
celtíbero se ha producido un tremendo salto, porque la coyunda zoológica no
crea más que un nuevo ser igual a sus progenitores y sólo cuando la hembra está
en celo y se deja cubrir.
En el hombre el celo ya no
cuenta. El instinto, siempre presente, se salta el celo y puede querer coyunda
durante los 7 días de la semana porque, además de copular, es un medio de
comunicación aunque, durante el acto no se acuerden de ello los intervinientes.
El acto ya no es puramente
procreativo.
Se desea “eso” con “ese” o
con “esa” y no con otra cualquiera pero antes, y después, de “eso” la compañía
es agradable y satisfactoria.
En el hombre la “cuestión
sexual” es más que “sexo”.
Y si durante casi toda la
historia el varón era el remitente de la sexualidad, la mujer era sólo la
destinataria de la sexualidad.
Lo que no puede afirmarse hoy
día, porque la mujer ya es, también, remitente de la misma, eligiendo a su destinatario,
y puede ser amor, por capricho, por experimentar,..
Pero, en sus comienzos, nada
fue así, sino que todo fue una “realidad zoológica”, luego vendría la “cultura”
a adornarla de mil formas y colores.
El hombre, en sus comienzos,
sexualmente, muestra una afinidad con el mundo animal.
El hombre primordial tenía
muchos ejemplos a la vista a los que imitar, en estrecho paralelismo con la
sexualidad animal.
El hombre primordial no se
enamora de esa hembra para copular con ella, no la elige por ser más bonita,
más atractiva,…copulará con la primera que encuentre y que se deje.
Y, dentro de la horda humana,
como en la horda animal, ningún macho se conforma con copular con “sólo una
hembra” sino que todo depende de su fuerza, de su poder, de su rango en la
manada,…
Y si tuviera que elegir
elegiría a la hembra que más hijos parezca que puede parir y criar.
No sentirá más placer con una
que con otra porque, entonces, el placer es “el hambre sexual saciada”.
El macho no acude a la hembra
para recrearse, sino para satisfacer una necesidad.
Todavía nada se sabe sobre la
relación causa-efecto de la coyunda con el embarazo.
Lo hace para satisfacer una
necesidad y sentir placer, luego, si nace la criatura, aquí está, aunque sin
saber por qué está.
Hoy hablamos y escribimos
sobre “educación sexual” en los adolescentes, lo que siempre se llamó “ritos de
iniciación”
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