¿Y la mujer?
Individualmente, a nivel
particular, vivirá su vida como le dé la gana, pero las leyes no la amparan,
porque siguen inamovibles.
Si, en la vida real, cada una
puede hacer con su cuerpo lo que quiera, siendo sólo asunto suyo, y que no debe
castigarse ningún acto si no perjudica a terceros, eso no queda recogido en la
legislación.
En la regulación del
adulterio y del amancebamiento la desigualdad entre el varón y la mujer es
manifiesta.
Las infidelidades del hombre
se ignoran, incluso se permiten, mientras no se llegue al extremo de tener “la
manceba dentro de la casa conyugal o, notoriamente, fuera de ella”, pero
ponerle un pisito como picadero…
El marido engañado es objeto
de burlas pero la mujer engañadora es reputada socialmente como “puta”, con el
estigma que ello conlleva, pero la mujer engañada es sólo compadecida.
El varón amante es un
“machote”, la mujer amante es una “puta”.
La joven soltera embarazada
es una deshonra para sus padres, para los padres del joven sólo ha sido un
desliz y porque ella se ha dejado o lo ha provocado, algo sin importancia.
Lo cierto es que de noche,
“con nocturnidad y alevosía” eran casados por el cura para que nadie se
enterase y acudiese a la misa de boda, sobre todo para ver si ya se le notaba
la barriguita y calcular, “a ojo de buen cubero” cuándo fue el encuentro
sexual, si el día de la romería o el día de San Froilán, el patrón del pueblo
con baile incluido.
Madres que confesaban, con
toda sinceridad, que preferían muerta a su hija antes que verla embarazada sin
casarse, por la vergüenza del dedo y la mirada acusadora y la risa cínica.
Ella misma, y hasta los
abuelos maternos que matan a un recién nacido sin que a ella se le notase la
barriga por la apretura de la faja y que la gente no se creía que estuviera
embarazada (y conozco casos y cómo el recién nacido, que incluso llegó a ser mi
compañero, nació ya enfermo y pronto moriría, siempre con la respiración
jadeante, que apenas podía correr porque se asfixiaba, y que siempre mostraba
su cara amoratada), y todo para ocultar la deshonra.
Todavía entonces la
mentalidad antigua de los mayores pugnaba con el más complaciente modo de vida
de la hija o de la nieta.
La juventud femenina comienza
a tomar la iniciativa, incluso en asuntos sexuales, porque la sociedad está
comenzando a dejar de ser un imperio del sexo masculino.
En mi orla de fin de carrera
estamos unos treinta varones, dos monjitas (para sacar el titulo de Licenciadas
y poder ejercer en su colegio, al tiempo que se evita la contratación de dos
varones licenciados y dos jóvenes que habían colgado los hábitos de monja y
estaban reinsertándose en la vida civil, y bien que se les notaba.
Estamos en 1.966.
Sólo el 11% de las jóvenes
acudiría a casa de un amigo, sabiendo que está solo, mientras casi un 60%
respondieron taxativamente que No y casi un 30% responde que “depende”,
queriendo hacer matizaciones, porque el varón sigue siendo visto como un
posible agresor del pudor y de las buenas costumbres que, en esas
condiciones,….
¿Salir a la carretera en
coche o moto con un chico?. Un 33% responde que “No”, “Nunca”; un 24% “Sí” y un
30% “Depende”.
¿Dejarse besar por un chico
que no te interesa como novio?. El 90% “No”, el 5% “Sí” y el resto “Depende”.
El 50% deseaba un marido que
no hubiera tenido, previamente, experiencia sexual.
Y el 95 % seguiría
frecuentando la “amistad” de una chica soltera con hijo pero que llevase “una
vida correcta”.
La mujer estaba despegando,
pero no volaba todavía muy alto.
¡Qué duda cabe que hoy es más
la chica quien busca y requiere al chico, acariciándolo, besándolo o dejándose
hacer sin mucho reparo para tener amarrado al muchacho.
No quiere aguardar que él se
decida, ni se resigna a la insinuación, sino que propone y manda.
El hombre moderno, tanto ella como él, sienten
la necesidad de estar rodeado de artilugios a los que agarrarse (en estos
últimos años la abrumadora presencia de los móviles de media y alta gama, en el
bolsillo trasero del pantalón cuando no está en las manos “chateando”
ininterrumpidamente, quizá con esa persona con
la que va a encontrase en cinco minutos).
Ver a las parejas, hasta de
casados, sentados en un banco o en un bar, cada uno con su móvil, ajeno a la
persona (amigo/a, novio/a, marido/esposa) que tiene a su lado es la práctica
más habitual.
Las tiendas de artilugios de
sexo, las “sexshop” son, cada vez más,
sólo frecuentadas en busca de aparatos
eróticos, por personas tímidas o solitarias que no saben o no pueden tener
acceso directo al sexo, sin dinero de por medio.
La pornografía más los
objetos eróticos están sustituyendo a las relaciones sexuales.
Ya no hace falta el otro para
excitarse y llegar al orgasmo.
El individualismo triunfa y
el hombre ya no necesita al otro para llegar a lo mismo.
Los objetos no le causan
problemas ni dificultades, algo que sí ocurre/puede ocurrir con una persona.
La sexualidad se mecaniza, se
independiza del otro, ya no es necesaria su presencia, existen muchos modos de
excitarse y satisfacerse en su ausencia.
Si, hasta ahora, la sexualidad
había sido “bipolar” está dejando de serlo.
Solo y con sus aparatos.
Éstos sí que son imprescindibles.
Pero los aparatos se venden y
se compran. Callan. Sirven. Se pueden tirar. Se pueden cambiar.
El hombre ensimismado y
mimado por los objetos de consumo.
Hermetismo respecto a sus
semejantes, acaparamiento de objetos. Pérdida de valores trascendentales. Un
egoísmo feroz que acecha.
Aspecto consumístico de la
sexualidad.
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