En LA
CASA
DE BERNARDA ALBA, y que lleva
por subtítulo: “Drama de mujeres en los pueblos de España”.
Fue escrita en la primavera
de 1936, al parecer en pocos días y fue la última obra de Lorca, ya que poco
después vino su muerte, el 16 de Agosto.
¿Por qué drama y no tragedia?
Para Lorca la tragedia
comportaba elementos míticos que aquí estarán ausentes.
El realismo del lenguaje y
ciertas expresiones que cabría llamar "cómicas" (en boca de Poncia,
por ejemplo) serían también rasgos propios del drama.
Sin embargo, por la esencial
impresión de necesidad de la catástrofe, de lo inexorable de la frustración,
hablaríamos de tragedia.
También es cierto que la obra
tiene facetas del drama rural pero no es menos cierto que Lorca trasciende ese
género preciso por muchos aspectos y se alza a un nivel incalculablemente
superior.
La génesis de la obra tuvo su
punto de partida en figuras reales: una tal Frasquita Alba y sus hijas, cuya
casa era colindante de la que tenían los Lorca en Valderrubio (Granada), o sea,
que no es un drama inventado, aunque sí recreado.
Tras la muerte de su segundo
marido, Bernarda Alba impone a sus cinco hijas, como luto, una larga (8 años) y
rigurosa reclusión (sin salir de casa) Se trata de la exageración de una
costumbre real, de una tradición llevada a extremos increíbles. Pero esa misma
exageración, ese exceso sitúa la obra en el plano de lo legendario, de lo
simbólico, del mito.
En esa situación extrema
(situación límite) los conflictos, las fuerzas, las pasiones se agrandarán, se
desarrollarán hasta la exasperación.
Catalizador de las fuerzas
encerradas en la casa será la figura de Pepe el Romano, pretendiente o novio de
Angustias, hija mayor, del primer marido y heredera, pero atraído por la juventud y
belleza de Adela, la menor, y amado, a su vez, por Martirio.
Tal es la situación de la que
arranca Lorca para dar cuerpo dramático a su temática más personal y profunda.
Se ha dicho que el tema
central de la obra es el enfrentamiento entre la autoridad de la madre y la libertad
de la pequeña, Adela, o el conflicto entre la realidad y el deseo.
Podría hablarse de rebeldía
contra represión, de naturaleza contra tradición,...
Frente al autoritarismo y la
represión representada por Bernarda Alba, las hijas encarnarán una gama de
actitudes que van de la más pasiva sumisión, frustrante, a la rebeldía más
abierta, imposible.
En suma, nos hallamos pues,
ante una, al parecer frustración irreparable.
Es por este motivo, por lo
que hablábamos de necesidad de la tragedia.
Las raíces de la frustración
se pueden situar en un plano social con un fuerte componente moral, lo cual
conduciría a señalar una serie de temas conexos con la temática central: la
moral tradicional y la presión social sobre los individuos; las diferencias sociales,
con lo que llamaremos el orgullo de casta; y, en fin, la condición de la mujer
en la sociedad española de la época.
Cabría señalar los distintos
temas: el tema del "¿qué dirán?" y las apariencias. El honor, la
pasión condenada a la soledad o la muerte, la muerte y el luto, al igual que la
consiguiente reclusión frente al ansia amorosa simbolizada por Pepe el Romano,
también son temas importantes del drama.
Contrasta también el
enfrentamiento no sólo entre autoridad y libertad, también entre la rebeldía y
la represión.
Se oponen el autoritarismo y
la represión a la que Bernarda somete a sus hijas frente a su sumisión o
rebeldía.
Otros temas son la
frustración irreparable (social) y la moral tradicional y la presión social
sobre los individuos, al igual que las diferencias sociales entre mujeres y
hombres.
La casa de Bernarda Alba es un
espacio cerrado.
Es el mundo del luto, del
silencio, de la ocultación, en fin, un espacio propicio para situaciones
límite.
La casa es comparable a un
"convento", a un "presidio", a un "infierno", que
transmite una atmósfera sofocante.
Parece faltar el aire,
"en el que se respira la muerte"
Todo tan opuesto al mundo
exterior, del que llegan ecos de pasiones elementales o de un erotismo
desatado.
Este mundo exterior está
regido por convenciones: "qué dirán".
El pueblo en el que tiene
lugar la acción es considerado como un mal pueblo por tener pozos en lugar de
río.
En este caso el río simboliza
la fuerza vital, el erotismo, mientras el pozo indica claramente la muerte.
El diálogo es fluido, predominan
las réplicas cortas y rápidas y a menudo llama la atención su sentenciosidad.
Se unen realidad y poesía.
El lenguaje lorquiano tiene
además un intenso sabor popular. Está hondamente enraizado en el habla popular,
especialmente en la andaluza, lo cual se puede observar claramente en los giros
y palabras, en el gusto por la hipérbole y en la creatividad.
Se aprecian tres partes
distintas en la obra.
Primero aparece una
exposición de la situación, una localización espacio-temporal y una
presentación de los personajes.
Se dice que ha muerto el
señor Alba y que Bernarda va a imponer el luto en su familia.
En la segunda parte, el
desarrollo, se anuncia la boda de Angustias con Pepe el Romano y a partir de
este momento la tensión va en aumento.
Se muestran las envidias y
amores de las demás hermanas, aparece el misterio de las ventanas y de los
encuentros nocturnos.
El momento cumbre es cuando
se desvela que Adela y Pepe habían mantenido una relación.
La última parte, el
desenlace, tiene un final trágico, el suicidio de Adela al creer ésta que su
madre ha matado a su amado Pepe.
Los prejuicios que aparecen
en la obra igual pueden ser de hace 40 años que de 400.
La casa, aislada en el
espacio, se muestra aislada en el tiempo, pero las costumbres quedan dentro,
para martirizar a las hermanas pero no las aísla de su hambre de varón, que
está mordiéndolas noche y día.
¿Estuvo la madre, Bernarda
Alba, doblegada al macho prepotente, durante su vida y por ello continúa
doblegando a sus hijas, haciéndolas sufrir como a ella la hizo sufrir el recién
fallecido?
La tradición y el “¿qué
dirán?” serán los valores máximos, para que no digan, ni puedan decir.
El fariseísmo lo domina todo,
la virtud se hace aborrecible, sólo preocupada de sí, la atmósfera se hace
asfixiante y las jóvenes llenas de vida.
“No os tengo ley a ninguna, pero quiero vivir en una casa
decente. ¡No quiero mancharme de vieja!”
Sólo lo importa la
apariencia.
“Mi hija ha muerto virgen” es el grito final de Bernarda
Alba, resumiendo, cruelmente, su actitud.
Despótica, desalmada,
aparentemente impecable.
Las hijas son sólo unas
pobres sombras concupiscentes y mezquinas.
La única que muestra algo de
luz es la que se atreve a pecar.
No todas las madres, en ese
tiempo, han sido unas auténticas Bernardas Albas pero cercanas a ella han
abundado en esa España profunda, enrareciendo la atmósfera vital y creando
complejos, angustias y odios, tan difíciles, luego, de detectar y de erradicar.
“Antes muerta que embarazada
de soltera” – decía sinceramente aquella madre.
El oprobio y el “qué dirán”
primaban sobre la vida de su hija.
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