EL HAMBRE. Septiembre de 1.939 (a 5 meses de la Victoria ),
El hambre y la miseria.
Era en Septiembre del 39
cuando se filtró una noticia que decía, textualmente: “En Alto Aragón (Huesca)
un niño ha muerto de hambre. Ha sido destituido el Jefe Provincial del
Movimiento”.
Lo que hace que uno se
pregunte si la destitución es por el hambre o sólo porque se ha sabido, al salir
la noticia, y la culpa es de quien no ha vigilado lo suficiente.
Nunca más se volvió a
informar acerca del hambre que azotó a la población española a lo largo de los
13 años que duró el régimen de razonamiento que padeció la España de la pobreza.
Guardo una de esas Cartillas,
aunque mi padre sólo la usaba (y yo iba a retirarlo al estanco) para sacar el
tabaco (la cajetilla o pota, el Caldo de gallina,…)
Este régimen ridículamente
insuficiente, a base de pan de maíz, garbanzos, patatas, boniatos, pasta para
sopa, bacalao, alubias, carne de membrillo, tocino y algún huevo hizo que la
gente se lanzara a colmar el hambre con productos hasta entonces incomibles,
como algarrobas, almortas, maíz en forma de gachas y castañas como dieta
monótona.
Los artículos de venta libre
(pescado, hortalizas, leche, frutas frescas,…) quedaban fuera del alcance de
los desposeídos y nada se dice de lo que se vendía en el mercado negro,
normalmente llamado “estraperlo”, de precios prohibitivos, pero que la gente se
las ingeniaba para ir a comprar, directamente, al productor, fuera en zonas
olivareras, arroceras, ganaderas, agrícolas,…y que, transportándolos a
escondidas para burlar a la guardia civil y camuflándolos, con mil
estratagemas, en la casa, para luego vender, al menudeo, una parte, un poco más
caro y con la otra parte para subsistencia y, así, poder alimentar a la
familia.
Fue a partir del año 40
cuando los efectos del hambre y del frío empezaron a manifestarse apareciendo
enfermedades carenciales, hepatopatías (enfermedades que afectan al hígado),
calambres musculares y, sobre todo, los edemas del hambre.
Yo nací en el 44. En mi casa,
gracias a Dios o a mis abuelos y padres, comimos siempre pan blanco, matábamos
cerdos, en la matanza, recogíamos
cereales y legumbres en abundancia, hasta poder vender lo sobrante.
Y ya he contado situaciones
de inviernos de paisanos llamando a la puerta de la casa de mis padres,
solicitando paja para poner lumbre, tocino para hacer sopa,…
Aumentó la mortalidad
infantil (como hoy vemos en zonas del tercer mundo) y la desnutrición propició
un incremento alarmante de la tuberculosis así como el “piojo verde” (tifus
exantemático, asociado a la pobreza, a la mala o nula higiene, al hacinamiento
(en las cárceles).
¿Muertes por inanición?.
Se calcula, ponderadamente,
que ascendió a 30.000 (entre los años 40 al 46, “los años del hambre”).
Pero, de esto, jamás se supo.
Y ¡pobre del medio de comunicación que de ello informara¡
Otra de las consecuencias del
hambre fue el incremento de la prostitución. Jóvenes que se prostituían para
poder alimentar a su familia, viudas de guerra, mujeres con maridos en el
exilio o con largas penas de prisión, carentes de todo medio de subsistencia.
Pero de ello “no podía
hablarse” en una nación católica, apostólica y romana y, además, porque esos
vicios eran los propios del “materialismo rojo”
Y una consecuencia de la
prostitución fueron las enfermedades venéreas, fruto de un contagio
generalizado.
Incluso, en las revistas
médicas, se escribía sobre una “verdadera epidemia de sífilis”.
Y sin olvidar la blenorragia.
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