domingo, 21 de enero de 2018

26.- LO QUE EL PRIMER FRANQUISMO NUNCA NOS CONTÓ (2)

 EL HAMBRE. Septiembre de 1.939 (a 5 meses de la Victoria),

El hambre y la miseria.

Era en Septiembre del 39 cuando se filtró una noticia que decía, textualmente: “En Alto Aragón (Huesca) un niño ha muerto de hambre. Ha sido destituido el Jefe Provincial del Movimiento”.

Lo que hace que uno se pregunte si la destitución es por el hambre o sólo porque se ha sabido, al salir la noticia, y la culpa es de quien no ha vigilado lo suficiente.

Nunca más se volvió a informar acerca del hambre que azotó a la población española a lo largo de los 13 años que duró el régimen de razonamiento que padeció la España de la pobreza.

Guardo una de esas Cartillas, aunque mi padre sólo la usaba (y yo iba a retirarlo al estanco) para sacar el tabaco (la cajetilla o pota, el Caldo de gallina,…)

Este régimen ridículamente insuficiente, a base de pan de maíz, garbanzos, patatas, boniatos, pasta para sopa, bacalao, alubias, carne de membrillo, tocino y algún huevo hizo que la gente se lanzara a colmar el hambre con productos hasta entonces incomibles, como algarrobas, almortas, maíz en forma de gachas y castañas como dieta monótona.

Los artículos de venta libre (pescado, hortalizas, leche, frutas frescas,…) quedaban fuera del alcance de los desposeídos y nada se dice de lo que se vendía en el mercado negro, normalmente llamado “estraperlo”, de precios prohibitivos, pero que la gente se las ingeniaba para ir a comprar, directamente, al productor, fuera en zonas olivareras, arroceras, ganaderas, agrícolas,…y que, transportándolos a escondidas para burlar a la guardia civil y camuflándolos, con mil estratagemas, en la casa, para luego vender, al menudeo, una parte, un poco más caro y con la otra parte para subsistencia y, así, poder alimentar a la familia.

Fue a partir del año 40 cuando los efectos del hambre y del frío empezaron a manifestarse apareciendo enfermedades carenciales, hepatopatías (enfermedades que afectan al hígado), calambres musculares y, sobre todo, los edemas del hambre.

Yo nací en el 44. En mi casa, gracias a Dios o a mis abuelos y padres, comimos siempre pan blanco, matábamos cerdos, en la matanza,  recogíamos cereales y legumbres en abundancia, hasta poder vender lo sobrante.
Y ya he contado situaciones de inviernos de paisanos llamando a la puerta de la casa de mis padres, solicitando paja para poner lumbre, tocino para hacer sopa,…

Aumentó la mortalidad infantil (como hoy vemos en zonas del tercer mundo) y la desnutrición propició un incremento alarmante de la tuberculosis así como el “piojo verde” (tifus exantemático, asociado a la pobreza, a la mala o nula higiene, al hacinamiento (en las cárceles).

¿Muertes por inanición?.

Se calcula, ponderadamente, que ascendió a 30.000 (entre los años 40 al 46, “los años del hambre”).
Pero, de esto, jamás se supo. Y ¡pobre del medio de comunicación que de ello informara¡

Otra de las consecuencias del hambre fue el incremento de la prostitución. Jóvenes que se prostituían para poder alimentar a su familia, viudas de guerra, mujeres con maridos en el exilio o con largas penas de prisión, carentes de todo medio de subsistencia.

Pero de ello “no podía hablarse” en una nación católica, apostólica y romana y, además, porque esos vicios eran los propios del “materialismo rojo”

Y una consecuencia de la prostitución fueron las enfermedades venéreas, fruto de un contagio generalizado.
Incluso, en las revistas médicas, se escribía sobre una “verdadera epidemia de sífilis”.

Y sin olvidar la blenorragia.

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