EL FRANQUISMO (A VUELAPLUMA).
Sólo la torpeza de los
sublevados hizo posible que lo que, en un principio, iba a ser un “golpe de
Estado” acabara siendo una “guerra civil”, y que una semana del primero pasara
a ser tres años de la segunda.
La torpeza fue que, desde la Sevilla de la sublevación
asentada, hasta la lucha por Madrid, tardara tres meses en vez de una semana,
por los desvíos de objetivos no necesarios y que ralentizaron y retardaron la
toma de Madrid.
El franquismo, ya ha pasado a
ser objeto de historia y quienes lo vivieron, en vivo y en directo, ya no son
tantos y se tiene, por lo general, hijos y nietos, una vivencia recordada de
sus padres.
Franco: “un tío con suerte,
con mucha suerte”.
Así se le suele concebir.
Todo lo que fue ocurriendo, tras
el 39, iba todo a su favor.
Suerte para él, políticamente
hablando, fueron las muertes de Calvo Sotelo, de Sanjurjo, de Mola y de José
Antonio Primo de Rivera, posibles o seguros rivales políticos y que su muerte
le permitió quedar como único candidato a la Jefatura del Estado y
protagonista único de los 40 años posteriores de la vida española.
El poder era de Franco, no de
la Falange
como ideología política, de la que prescindió cuando lo consideró oportuno y
necesario.
Aunque es verdad que tomó de la Falange el saludo
(semejante al del fascismo y nazismo) y la camisa azul (semejante a las camisas
negras y pardas de los mismos), pero nunca les cedió poder, como tal.
Repitiendo la consigna
antigua Franco podía proclamar lo que un rey absolutista, siglos antes, había
proclamado: “El Estado soy yo”.
Suerte porque, como General
(o Generalísimo) el ejército estuvo a su lado y de su parte y fue su pilar
fundamental.
Sin olvidar la suerte de
tener, también como pilar, los poderes fácticos que ya se habían opuesto a la República y que estarían
siempre a su lado, apoyándolo.
Y suerte también porque las
masas, que tanto habían sufrido, por ambos bandos, y hartas de tanta muerte y
tanto sufrimiento, deseaban la paz (no más guerra) y el orden
¿Y qué decir de la Iglesia , con ideales
semejantes y enemigos comunes?
El control de la sociedad, de
vencedores y vencidos, que tanto deseaba Franco, la Iglesia lo deseaba tanto o
más, cristianizándola y moralizándola, sin preocuparse de ayudar a presos,
represaliados y condenados de una parte de ella, la de los vencidos.
Una Iglesia que siempre le
estaría agradecida por los muchos privilegios, no sólo educativos, también
jurídicos, fiscales, castrenses,.. que lograron sacarle a Franco.
El Ejército, la Iglesia y los Funcionarios
serían las tres patas que sostenían el franquismo.
“Tú me ayudas y yo te ayudo”
400.000 españoles cruzaron la
frontera con Francia y la mayor parte de ellos (unos 300.000 regresaron) con la
confianza de que no habría represalias por el pecado de haber sido
republicanos, no por haber cometido delito alguno.
Es verdad que Méjico fue la
nación que más y mejor acogida dispensó a los huidos, pero tampoco hay que
olvidar que acogió a los emigrantes selectos (profesionales), incluyendo el 12%
de los Catedráticos de Universidad.
La derrota del Eje en la
segunda guerra mundial ilusionó y dio esperanzas a los exiliados, que formaron
un gobierno republicano en el exilio.
Y tras “la guerra caliente”
llegó “la guerra fría” y en la
Conferencia de Postdam Truman y Churchill defendieron a
Franco, no por lo que era ni representaba, sino con la finalidad de alejar a
España de Rusia y del Imperio Estalinista.
El aislamiento internacional
fortaleció al régimen de Franco y la propaganda hizo su efecto: “no nos quieren
porque nos tienen envidia” (que yo oía en mi adolescencia).
Cuando el cerco comienza a
ceder, el ejército y los empresarios siguen fieles al franquismo pero no así
los intelectuales, el profesorado, el mundo de la cultura, la Universidad ,… hartos
de tanta censura, de vigilancia de cerca, de adoctrinamiento, de
depuraciones,..
El populismo también calaba
entre la gente y los mensajes eran atractivos: “ningún hogar sin lumbre/ningún
español sin pan”. Pero todo era falso. Yo mismo lo comprobaba en mi pueblo, con
quienes iban a pedirnos medio pan y un saco de paja muy a menudo.
La concentración parcelaria,
con la mecanización del campo, y la colonización interior apagaron las
revolucionarias incautaciones de fincas de épocas anteriores y fueron muchos
los obreros, sobrantes ante la presencia de la máquina, que emigraron del campo
a la ciudad a trabajar en la industria, quedando los pueblos semivacíos con
destino a Asturias, al País Vasco, a Barcelona, o a la islas que ofertaban el
turismo.
Mi pueblo perdió más de la
mitad de su población, como tantos y tantos pueblos de León, Castilla,
Extremadura,…
Los sindicatos clásicos,
representativos y defensores de los trabajadores, desaparecieron ante el
Sindicato Vertical, que era todo menos un Sindicato.
Igualmente se crearon los
Institutos Laborales (donde yo me estrené como enseñante y educador) y las
Universidades Laborales, muy mimadas y protegidas.
El clima social no era
idílico, pero tampoco era especialmente trágico.
Girón de Velasco, que fue
Ministro de Trabajo nada menos que durante 16 años (desde el 41 al 56), durante
su Ministerio se crearon la Seguridad Social ,
el Seguro de Enfermedad, el plus familiar por hijos, la paga de Navidad,…
Fue la llegada y la entrada
del OPUS quien acabaría con Girón de Velasco.
Escrivá de Balaguer, fundador
del Opus Dei (“Obra de Dios u Obra Divina), fue, en el siglo XX, el equivalente a San Ignacio de
Loyola en el XVII, en el catolicismo militante.
El lema era el de los
Benedictinos: “Ora et Labora”, rezar y trabajar, considerar el trabajo bien
hecho como la mejor oración grata a Dios.
Su novedad consistía, pues,
en compaginar la vida seglar y la vida religiosa.
Pero no era tanto para los
obreros como para personas de alto estatus (profesores, banqueros, tecnócratas,…
(A este pobre escribidor también lo quisieron captar)), para los que era
atractivo por la promoción que solía ocurrir entre ellos, al apoyarse
mutuamente (nepotismo puro y duro)
Por su parte, los curas
obreros, de la Iglesia
oficial, sería un fracaso, entre otras causas porque se convirtieron en
obreros, dejando de ser curas, y casarse, lo que, en la moral mayoritaria de la
época no sentó bien.
En 1.962 se celebra el
Concilio Vaticano II, que intentaba poner a la Iglesia en tono con la
sociedad, que había dejado de ser religiosa y moralmente tridentina, lo que
pilló con el pie cambiado a muchos Obispos y Cardenales.
En España tuvimos las dos
facciones: a Monseñor Guerra Campos, más tridentino que Trento, y que se opuso
a las nuevas doctrinas y que originaría la aparición de los Guerrilleros de
Cristo Rey, fanáticos religiosos, tradicionalistas, y al Cardenal Tarancón,
defensor de las nuevas doctrinas emergentes y que no desdeñaba el acercamiento
al marxismo.
En el País Vasco, curas y
monjes simpatizaban y colaboraban con los movimientos nacionalistas e
independentistas (las famosas sacristías vascas, lugares de reunión).
El Abad de Monserrat, “El
Abad Escarré”, benedictino y nacionalista catalán, opositor al régimen
franquista.
Y no era raro, ver y oír desde
los púlpitos, a los curas reclamando democracia.
Como Franco no quería soltar
la prerrogativa del Concordato que le autorizaba, a la hora de nombrar obispos
en España, proponer una terna entre los que el Papado podía elegir pero que,
ante el descontento del Papa, éste optó por la estrategia de nombrar “obispos auxiliares”, escapando,
así, de Franco y de su privilegio o prerrogativa.
Recuerdo, todavía, el 22 de
Julio de 1.969, cuando ocurrió, por fin, la proclamación de Juan Carlos de
Borbón como sucesor de la
Jefatura del Estado.
Y, ya, el 20 de Noviembre de
1.975, Franco moriría en la cama, pero su régimen no quedaría “atado y bien
atado” porque tras un breve paréntesis con Arias Navarro nació la transición a
la democracia cuyo nacimiento definitivo fue la Constitución de
1.978.
Pero esto ya es otra
historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario