jueves, 11 de enero de 2018

21,. LA SEXUALIDAD ¿CÓMO DEBIÓ SURGIR? (y 2)

La Venus de Willendorf nada tiene que ver con las Venus griegas, de cuerpo perfecto, de proporciones ideales, sumamente atractivas,…
Aquella tiene hipertrofiados los órganos de la procreación y de tal manera que, prácticamente, el artista ha prescindido de todo lo demás.
Esta Venus es una Venus puramente biológica, promete descendencia, aquellas son culturales y despiertan deseo de tenerlas al tiempo que  prometen placer, sin pensar en descendencia.

Igual que ocurre en gran parte del mundo animal, en el que los machos se muestran vistosamente ataviados con el único objeto de atraer a la hembra para copular con ella, también debió ocurrir en nuestro hombre del Paleolítico, en que el varón se adorna más que la mujer, aunque sólo sea con pinturas corporales y con tatuajes y sólo después serán los collares, los brazaletes, las pulseras,…y, después, vendría la danza.
Es el macho el que corteja a la hembra (lo que vemos a diario en nuestros parques entre las palomas).
En la sociedad primitiva no hay solteronas, la mujer está segura de ser cubierta porque el hombre desea saciar su necesidad sexual.

Un cuerpo llama a otro cuerpo y cuantas más señales mande uno y perciba el otro más probable es la coyunda.

La danza como llamada, como preparación, como celebración sexual no es, ni más ni menos, que las “paradas nupciales” de numerosos animales (pensemos en la “berreas de los ciervos”)

El Neolítico supuso la denominada “revolución neolítica”.

Mientras el varón del Paleolítico andaría en su tarea cazadora y pescadora, en aventura cotidiana con peligro de muerte si su astucia no superaba la fuerza bruta animal, pero siempre embebido en el mundo de los animales salvajes, la mujer completaría los recursos económicos de la horda dedicándose a unas someras tareas de recolección, de pequeños animales y más embebida en el mundo vegetal y aprendiendo de él.

Y todo cambió cuando las pequeñas hordas dejaron de ser nómadas y trashumantes y se hicieron sedentarias porque fue entonces cuando la agricultura y la ganadería, más seguras, sustituirían, poco a poco, a la incierta, insegura y arriesgada caza.
Sería entonces cuando los saberes de la mujer se impondrían sobre los de los varones, jugando con ventaja en la nueva vida y aspirando a una situación más digna.

Sólo ahora se impuso un mayor contacto entre ellos, integrados, además, en comunidades más amplias, estables y sólidamente vinculadas.
La comunicación entre las personas se hizo asidua, normal e intensa, con lo que se aceleraría la evolución intelectual.
Ese relativo sosiego (pues el grupo hacía sentirse más seguros a los individuos) constituiría una creciente posibilidad de reflexión y ya no todo era instintivo.

Asistiendo, ahora ya sí, a los ciclos de la vegetación (y dependiendo de ellos para subsistir) se convertirían en incipientes creencias del grupo, que los iría relatando y creando los mitos, sobre todo a la Tierra, la Gran Madre, protectora de la agricultura.
Y se harían presentes ideas como “morir-para-nacer”, eso de “desperdiciar (¿)”, enterrar, perder, hacer morir (un grano de trigo) parte del alimento en forma de simiente para que, pasado un tiempo, renaciera en forma de espiga, con el 100x1,…
O la idea del eterno retorno de las estaciones

Pero todo ello es, fundamentalmente, pensamiento femenino (también es ella la que “hace nacer”, la que, mensualmente, “sangra”…)

La “delicadeza” ha vencido a la “fuerza”, el pequeño martillo sobre el cincel ha vencido a la fuerza bruta del martillo sobre la piedra, el dedo pulgar y el índice, sosteniendo el débil cincel, ha vencido a la fuerza bruta de la mano agarrando el martillo.

Las manos hábiles moldean el barro (la cerámica útil) para hacer vasijas en las que cocer y ablandar la comida.

La existencia cada vez es menos dura, la vida se alarga, la descendencia se multiplica.

Las relaciones sexuales son, ya, más calmadas, más distendidas, el placer va siendo buscado sin tener ya que satisfacer ese “hambre sexual instintivo”

El mundo animal va quedando atrás.

Aparecerán los soberbios monumentos megalíticos, compuestos de piedras enormes (no hay más que desplazarse a Antequera y contemplar los dólmenes), aunque fueran forzados por la mano dura de caudillos implacables, pero ya se muestra una considerable organización, tanto para el arrastre de las piedras como para la construcción de los monumentos.

Quizá, también, las relaciones sexuales entre varón y mujer estuvieran ya codificadas de algún modo.

¿Es el menhir un signo fálico, una exaltación de la virilidad? Y ¿quiénes lo erigirían, los varones o las mujeres?

¿Cuándo el matriarcado, que armoniza con el carácter agrario de la época, se impone al patriarcado?


¿Cuándo la monogamia sustituyó a la poligamia y ésta a la promiscuidad?

No hay comentarios:

Publicar un comentario