Los regímenes fascistas
consideraron una cuestión primordial la vuelta de la mujer al ámbito
tradicional doméstico y la maternidad.
En Italia el discurso
elaborado por el fascismo otorgaba a la mujer un papel protagonista, pero
siempre en el seno de la familia, como esposa y madre, como garantía de su
unidad, y al mismo tiempo de la nación.
Igualmente, en Alemania el
nazismo ubicó a la mujer en el hogar.
Sin embargo, su diferencia
con otros fascismos viene marcada por su perfeccionamiento y mejora de la raza,
haciendo del cuerpo de la mujer una cuestión política y pública.
El cuerpo se convirtió en un
símbolo de la fortaleza nacional, donde solo una mujer sana, fuerte y limpia
podía mejorar la raza.
Igualmente, el proyecto
político-ideológico del régimen franquista aspiraba a controlar todos los
aspectos de la vida social y en especial las relaciones que se consideraban la
primera entidad natural: la familia.
La familia se convertía así
en la célula principal de la sociedad, la «primera sociedad» según José Antonio
Primo de Rivera.
Por ese motivo había que
protegerla de todo aquello que podía desestabilizarla.
El Estado franquista desplegó
toda una serie de mecanismos legales para reforzar la familia patriarcal con
dos objetivos básicos:
1.- Incrementar la natalidad.
2.- Excluir a la mujer del
mercado laboral.
Para cumplir estos objetivos
el nuevo régimen utilizó diferentes mecanismos.
El primero se basó en la
ideología de la doctrina católica que avala el papel diferenciado de cada sexo
en la sociedad, favoreciendo la estructura patriarcal.
Así se recupera el discurso
bíblico de sometimiento de la mujer según el Génesis, extendiendo la idea de la
mujer que aúna fuerza y fragilidad, sensibilidad, astucia, pureza y tentación,
de forma que «cuando Dios quiso sancionar el pecado original impuso a la mujer
un doble castigo: el dolor en su maternidad y la sujeción al varón, que la
dominaría».
El segundo se centró en la
consolidación y el apoyo incondicional desde el estado a la Sección Femenina ,
que creó un modelo de mujer propugnado por el programa social fascista.
Bajo el lema «mujeres para
Dios, para la Patria
y para el hogar» construyó un ideal femenino en torno a la esposa cristiana,
decente, obediente, patriótica, sumisa, entregada a sus hijos y cuya virtud era
el silencio.
Así, Isabel de Castilla y
Teresa de Jesús se convirtieron en dos ejemplos a seguir.
La primera como modelo de
esposa y madre ejemplar y la segunda como símbolo de obediencia y trabajo
silencioso.
Esa idea se refleja en
revistas propias de Sección Femenina, que señala que: “la vida de toda mujer, a
pesar de cuanto ella quiera simular -o disimular- no es más que un eterno deseo
de encontrar alguien a quien someterse”
La dependencia voluntaria, la
ofrenda de todos los minutos, de todos los deseos y las ilusiones, es el estado
más hermoso, porque es la absorción de todos los malos gérmenes -vanidad,
egoísmo, frivolidad- por el amor.
Pero al mismo tiempo, la Sección Femenina
se propuso modernizar el modelo de mujer a partir de la adquisición de
conocimientos técnicos que le ayudaran a mejorar su papel como eje fundamental
del núcleo familiar, alimentándose de los proyectos italianos y alemanes.
Así, la Falange bajo la influencia
católica, la derecha, y el fascismo europeo enmascaró su misoginia con imágenes
de felicidad que exaltaban a la mujer y su papel en la sociedad.
Junto a lo anterior, desde el
campo de la medicina, biología, psicología y el psicoanálisis… se legitimaba la
diferencia entre los géneros, situando a la mujer en una posición inferior y
subalterna.
El discurso de la medicina
completaba el ideal de la maternidad limitando la feminidad a la reproducción.
Discurso iniciado por la
derecha durante la
Restauración y la dictadura de Primo de Rivera que se ocupará
de desviar el discurso feminista moderado hacia el discurso higienista, que
conlleva una «diferencia psíquica» aunque no «la inferioridad mental».
Así, debido a que
biológicamente está destinada a ser madre, su psicología está determinada por
este motivo, por lo que su actividad profesional debe ser entendida como una
prolongación de su vocación maternal.
Así pues, estos discursos se
legitiman entre sí y son tendentes a aprobar un proyecto común apoyado por un
marco legislativo concreto, estableciéndose un ordenamiento jurídico en el que
la capacidad jurídica de las mujeres se encontraba sujeta al varón.
Durante la Guerra Civil , el
bando nacional comenzó a configurar su modelo de mujer.
Dos meses después del
levantamiento del 18 de julio se suprimió la educación mixta, y en 1938 se
libera a la mujer casada del taller y del trabajo, apartándola no sólo de una
fuente importante de ingreso para la economía familiar, sino también de una
estrategia de socialización y movilidad social.
La mujer quedó reducida al
ámbito doméstico mediante una legislación patriarcal y sexista.
Así, el Fuero de los
Españoles «reconoce a la familia como célula primaria, natural y fundamento de
la sociedad, y al mismo tiempo como una institución moral dotada del derecho
inalienable y superior a toda ley positiva»
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