EL PRÍNCIPE AZUL Y LA RINCESA ROSA : LOS DOS
MITOS HISTÓRICOS
Y es que los dos
principales mitos del amor romántico son: “El príncipe azul y La princesa
maravillosa”, basados en una rígida división de roles sexuales (él es el
salvador, ella es el descanso del guerrero) y estereotipos de género
mitificados (él es valiente mientras ella miedosa, él es fuerte mientras ella es
vulnerable, él es varonil mientras ella es dulce, él es dominador mientras ella
es sumisa).
Estos modelos de feminidad y
masculinidad patriarcal son la base de gran parte del dolor que experimentamos
al enamorarnos y desenamorarnos, porque se nos vende un ideal, un mito, que
luego no se corresponde con la realidad.
Principalmente porque todos somos fuertes y, a la vez, todos somos frágiles, activos y pasivos, dominadores y sumisos; pero curiosamente nos encajonamos/tratamos de encajonarnos en unas etiquetas que determinan nuestra identidad, sentimientos, actitudes y comportamientos para toda la vida.
Principalmente porque todos somos fuertes y, a la vez, todos somos frágiles, activos y pasivos, dominadores y sumisos; pero curiosamente nos encajonamos/tratamos de encajonarnos en unas etiquetas que determinan nuestra identidad, sentimientos, actitudes y comportamientos para toda la vida.
Estas etiquetas nos proporcionan
una seguridad (soy el abuelo en la familia, soy el profesor en la escuela,
soy la esposa complaciente, soy la ejecutiva agresiva, soy el adolescente
problemático, soy el chico romántico, soy la joven alocada, soy el jefe
tiránico…), pero nos quitan libertad para reinventarnos, para cambiar,
para evolucionar o aprender nuevas formas de relacionarnos.
La pareja, por ejemplo, es
una categoría social mitificada como el lugar donde hallar gozo, paz, calma,
tormento, alegrías, estabilidad, bajo la promesa de la fusión total.
Son muchos los enamorados y
enamoradas que desean levantar cuanto antes su amor sobre la estructura
sólida de la pareja feliz, un mito que ayuda a concluir los relatos y que se
presenta como el paraíso sentimental gracias al cual evadirnos de
esta realidad.
Hasta ahora la feminidad pasiva ha sido mitificada en los relatos para tranquilizar a los varones y suavizar su ancestral miedo a las mujeres, por un lado, y para ofrecer modelos de sumisión idealizada a las mujeres, por otro.
Hasta ahora la feminidad pasiva ha sido mitificada en los relatos para tranquilizar a los varones y suavizar su ancestral miedo a las mujeres, por un lado, y para ofrecer modelos de sumisión idealizada a las mujeres, por otro.
Muchas de las mujeres de las
culturas patriarcales han sido educadas para asumir en muchos casos el rol
de mujer fiel cuya máxima en la vida no es alcanzar la libertad (deseo
masculino por excelencia), sino el amor a través de un hombre (lo que se supone
que es normal en las mujeres).
La princesa del cuento es una mujer de piel blanca y cabellos claros, rasgos suaves, voz delicada, que se siente feliz en un ámbito doméstico (generalmente un lujoso palacio, al cuidado de sus padres) y cuyas aspiraciones son muy simples: están siempre orientadas hacia el varón ideal de sus sueños.
La princesa del cuento es una mujer de piel blanca y cabellos claros, rasgos suaves, voz delicada, que se siente feliz en un ámbito doméstico (generalmente un lujoso palacio, al cuidado de sus padres) y cuyas aspiraciones son muy simples: están siempre orientadas hacia el varón ideal de sus sueños.
La princesa es leal a su
amado, lo espera, se guarda para él, como hiciera Penélope durante más de
veinte años esperando a Ulises.
La princesa encontrará su
autorrealización en el gran día de su vida: el día de la boda con el
príncipe esperado y amado.
La princesa es una mujer
discreta, sencilla, llena de amor y felicidad que quiere colmar de cuidados y
cariño a su esposo y que, además, le dará hijos de cuya paternidad no podrá
dudar, podrá él estar seguro.
La princesa es una mujer
buena frente a las mujeres malas, representadas como personas malvadas,
egoístas, manipuladoras, caprichosas, insaciables, débiles y charlatanas.
Las mujeres malas disfrutan
pasionalmente del sexo, pero a pesar de que atraen a los hombres por su vivacidad
y sus encantos, no ofrecen seguridad al varón-macho, que casi nunca las eligen
para ser princesas ni les piden matrimonio.
Son tan atractivas como
peligrosas, por eso ellos evitan enamorarse de ellas, como fue el caso
de Ulises con Circe.
El príncipe azul es otro mito que opera en el imaginario femenino porque se nos ofrece siempre como figura salvadora, del mismo modo que Jesucristo o Mahoma salvaron ala
Humanidad de sus pecados.
El príncipe azul es otro mito que opera en el imaginario femenino porque se nos ofrece siempre como figura salvadora, del mismo modo que Jesucristo o Mahoma salvaron a
Nótese que Eva es la mujer
mala por cuya curiosidad y desobediencia los seres humanos fuimos condenados al
dolor y la muerte.
Sólo un Hombre como Jesús
podía venir a salvarnos; pero ni con su muerte logró que su padre nos
perdonase.
Jesús es un hombre bueno
y valiente que cree en las causas justas y no le importa sacrificarse por
ellas.
Del mismo modo, el príncipe
azul es un héroe porque pone la misión (matar al dragón, encontrar el tesoro,
derrotar a las hordas malvadas, devolver el poder a algún rey, etc.) por
delante de su propia vida.
El príncipe azul es un hombre
activo, saltarín, espadachín, gran atleta, buen jugador, gran estratega, noble
de corazón.
Es joven, travieso, algo
ingenuo; a las mujeres les derrite este modelo porque es un ser valiente y
bueno que necesita campo para correr y que pese a su gallardía, es tierno y
dulce en la intimidad.
El príncipe se convierte en Héroe
en todos los relatos, porque la aventura que vive es su rito de paso de la
juventud a la adultez, dado que tiene que superarse a sí mismo para poder
lograr su triunfo (el amor de la princesa rosa).
Así podrá protegerla,
enseñarla, amarla para siempre, serle fiel y hacerle muchos hijos.
MORALEJA: Eduquemos a
nuestras hijas como personas libres y autónomas y no como “princesas
rosas-maravillosas”, sumisas.
: Eduquemos a nuestros
hijos como personas libres y autónomas y no como “príncipes azules”,
dominadores
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