Es un aspecto importante de
su religiosidad, ese don es la “voz interior, misteriosa y firme” que dice
escuchar que nada tiene que ver con “introducir nuevos dioses en la ciudad”, es
la intuición, el chispazo interior.
Los “demones” son ciertos
tipos de divinidades intermedias entre los dioses y los hombres y que aparecen
si no en todas, en casi todas las religiones en forma de genios, de ángeles, de
demonios (forma adjetivada de “demones”).
La voz interior que Sócrates
escucha es “demónica”, procedente del mundo de los “demones”.
Él interpreta esa voz
interior como un fenómeno religioso, como algo de origen divino, una señal de
dios.
Esa voz interior, según
Jenofonte, le indicada qué hacer y qué no hacer, pero según Platón sólo se
limitaba a prohibirle ciertas cosas, a disuadirle ante ciertas acciones o
comportamientos, pero nunca indicaciones positivas.
Es esta voz la que le impide
dedicarse a la política y dedicarse sólo al servicio filosófico del dios.
Y también le impide preparar
su discurso de defensa, ni aceptar el del logógrafo que quería defenderlo con
un discurso escrito.
Pero, y eso es importante,
también le impide aceptar alumnos que no han de beneficiarse de sus enseñanzas.
“Ese algo demónico que me acompaña me
impide juntarme con algunos y me permite juntarme con otros, y éstos
fructifican de nuevo.
Por lo demás, los que tratan conmigo
experimentan lo mismo que las mujeres embarazadas: en efecto, día y noche
sienten dolores y no encuentran salida alguna a su estado, mucho más aún que
aquellas. Y mi oficio es capaz de excitar y de apaciguar su dolor” (Teeteto)
Voz demónica –mayéutica-
dimensión religiosa de su tarea educadora.
En el Banquete el “eros” se
define como un gran “demon”, intermediario entre los dioses y los hombres,
“impulso” capaz de hacer que el hombre se eleve más allá de sí mismo.
Este “eros” juega un papel
definitivo en la vida de Sócrates.
La “educación socrática” poco
o nada tiene que ver con la “instrucción sofística”.
Además de que el amor, sin
dinero, está presente en la educación socrática, es lo opuesto al interés
únicamente crematístico de vender sus conocimientos a quien pueda pagárselo de
los sofistas.
Su carácter “cívico” se une a
la “interiorización de lo religioso” lo que refuerza atenerse al “nomos” de la
ciudad.
Seguir la tradición no es
sólo dar culto a los dioses de la polis, pero no de cualquier manera, “existen
leyes de acuerdo con las cuales ha de rendirse culto a los dioses”
(Jenofonte. Recuerdos de Sócrates).
Asume la religiosidad cívica
y legalista mientras se produce en él una evidente interiorización de lo
religioso.
Nomos e interiorización a la
vez.
Identificación con las leyes
a la vez que individualización del pacto con ellas.
Se produce en él una racionalización
de lo religioso que apunta al “monoteísmo” cuando afirma la existencia de una
“divinidad ordenadora y providente” (por una parte como Anaxágoras y por otra
contra él).
Sin embargo en el mundo
griego lo que está presente es el politeísmo.
¿No serían los distintos
dioses y fuerzas sobrenaturales manifestaciones diversas y nombres distintos de
una única divinidad?
La religiosidad le sirve como
impulso (eros) de su investigación racional, constante e indesmayable, que
tiende a alejarlo de la religiosidad tradicional y, a la vez, como freno
moderador de posibles extravíos y frivolidades que ya predominaban en la
cultura griega.
Fue aquel año, el 404, cuando
mostró su comportamiento cívico y político, durante el gobierno sanguinario de
“los 30 Tiranos”, cuando se negó a colaborar en al apresamiento de León de
Salamina y que sólo duraría tres años y medio, siendo derrocado por las armas.
En este gobierno sanguinario
tuvo un papel relevante Critias, el sofista, antiguo compañero y discípulo de
Sócrates, el alma del desalmado gobierno de los 30 Tiranos y principal
instigador y protagonista de sus desmanes.
Otro protagonista, pero en el
sentido opuesto, fue Anito, que se distinguió en la lucha de los demócratas
contra los 30, contribuyendo a su caída y a la reinstauración de la democracia.
La nueva democracia
reinstaurada dejó de lado cualquier tentación de revanchismo, porque el pueblo
deseaba la paz, trajo consigo la concordia civil y se acordó una amnistía que
fue escrupulosamente respetada.
Tras las tragedias vividas se
instauró una ola de religiosidad y un deseo de regeneracionismo, de recomponer
una democracia moderada y conservadora.
Y es triste tener que
recordar que fue, precisamente, en este período de concordia civil cuando
Sócrates fue acusado y condenado a muerte.
Sócrates estaba mal visto por
los demócratas conservadores, no sólo por sus opiniones y por su costumbre de
cuestionarlo todo, sino también por los lazos de amistad y magisterio que lo
habían unido con políticos tan denostados como Alcibíades, el demagogo, y
Critias, el oligarca sanguinario.
Sin embargo, la amnistía
impedía juzgar a nadie por delitos políticos por lo que los tres denunciantes,
en la primavera del 399, lo acusaron de delitos contra la religiosidad y la
moralidad.
Las tres acusaciones fueron:
por no creer o reconocer a los dioses en los que cree o reconoce la polis, por
introducir nuevas divinidades (o dioses) y por corromper a la juventud, por lo
que se solicita la pena de muerte.
En otro post hemos expuesto cómo
se defendió y lo mal que se defendió, pero tenía a muchos atenienses contra él
porque, siendo una “mosca cojonera” (como el se definía), para despertar de la
modorra a los atenienses muchos interpretaron sus cuestionarios como ofensas
por considerar que el objetivo de Sócrates era mofarse de ellos,
ridiculizarlos,…y, tras la “ironía”, cabreados, no daban tiempo a la
“mayéutica”.
Incluso si “sólo sé que no sé
nada”, que bien interpretado….pero era considerado como una mofa o chulería al
intentar llevar a sus interlocutores a la ignorancia que, para Sócrates, el
paso obligado para querer salir de ella pero que sus interlocutores lo
interpretaban como burlarse de ellos y dejarlos en ridículo.
En Sócrates vemos
representada la tragedia del espíritu griego, al ser el más noble de los
hombres, el moralmente intachable, el despertador de conciencias dormidas, la
ejemplaridad cívica en persona, el auténtico patriota que intenta salvar a su
patria de la decadencia por la que se desliza.
Morirá por ser un revolucionario,
consumándose la injusticia de un hombre justo que sólo pretendía que los
atenienses interiorizaran las leyes de la polis para cumplirlas religiosamente
y salvar del cataclismo al que se dirige Atenas.
Su intención de superar el
individualismo y considerarse ateniense, como la parte comprometida con el
todo.
Ese individualismo como la
cizaña sembrada por los sofistas poniendo un muro entre el individualismo y la
polis.
Sólo si los individuos son
conscientes, se dan cuenta de…, se atreven a derribar ese muro que los separa
del todo de la polis…sólo si ellos reflexionan,….
Ese individualismo,
disolvente de la polis, que puede ser superado, con la reflexión, y de nuevo
integrarse como ciudadano (no ya como individuo) con su ciudad.
Excelente articulo. Muy anecdotico
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