Su “VALOR MILITAR”, pues está
fuera de toda duda.
Pero, también, su “VALOR
CÍVICO” en dos actuaciones públicas en que se vio envuelto, lo que muestra sus
grandes “convicciones morales” que lo llevaban a situarse lejos de la
violencia.
Corría el año 406 y acababa
de cumplir 53 años.
Eran los últimos coletazos de
la Guerra del
Peloponeso, que terminaría 2 años más tarde con la rendición incondicional de
Atenas.
A su debilidad acababa de
contribuir la derrota naval sufrida en Notion (junto a Éfeso)
A pesar de la derrota Atenas
hizo el último esfuerzo aunque tuviera que recurrir al oro y la plata de los
templos de la Acrópolis ,
prometer la libertad a los esclavos y la ciudadanía a los metecos que se
alistaran.
Se consiguió poner en pie una
flota de 150 trirremes y que derrotó a los espartanos junto a las islas
Arguinusas, al sur de Lesbos.
La victoria fue para Atenas,
pero se perdieron 25 naves con sus tripulaciones (unos 2.000 ciudadanos).
Las circunstancias
meteorológicas adversas no permitieron el rescate de los náufragos, que
perecieron.
Los atenienses, encolerizados,
depusieron a los 8 generales y los llamaron a Atenas para juzgarlos.
Todos ellos fueron condenados
a muerte.
6 (entre ellos Pericles, el
hijo del gran Pericles) fueron ejecutados.
Los otros dos se habían
puesto a salvo no presentándose en Atenas.
La casualidad (el sorteo)
había hecho que Sócrates fuera aquel año miembro del Consejo de los 500 y
(casualidad también) que el turno entre las distintas tribus, había hecho que
la tribu de Sócrates ostentara, en ese momento, la Presidencia del
Consejo y de la Asamblea.
Los atenienses reclamaban
airados a los 50 miembros del Consejo (los “prítanes”) que el asunto volviera a
la Asamblea
para que ésta juzgara conjuntamente a los 8 generales (algo ilegal, pues la ley
prohibía pronunciar sentencia simultáneamente sobre “varios” acusados, debía
hacerse individualmente.
Sócrates fue el único
“prítane” que no cedió a las exigencias y amenazas del pueblo enfrentándose a la Asamblea en defensa de la
legalidad (que es lo que aparece en la Apología de Platón:
“En aquella ocasión fui el único de los
“prítanes” que se opuso a que vosotros cometierais ilegalidad y el único que
voté en contra. Y, a pesar de que los oradores estaban dispuestos a proceder
contra mí y a arrestarme, y a pesar de que vosotros les pedíais a gritos que lo
hicieran, consideré que debía arrostrar el peligro poniéndome del lado de la Ley y de la Justicia antes que
ponerme, por miedo a la cárcel o a la muerte, del lado de vosotros, que
tomabais decisiones injustas”
Ésta fue la única ocasión en
que Sócrates ejerció un cargo público y el incidente tuvo lugar cuando “la
ciudad se gobernaba aún democráticamente”.
Dos años más tarde Atenas
capitulaba y se instalaba el gobierno oligárquico de “Los 30 tiranos” (gobierno
títere, puesto por la vencedora Esparta) que aplicó medidas arbitrarias y
terroríficas contra los partidarios de la democracia.
En su intento de implicar a
cuantos más mejor en sus crímenes e ilegalidades reclamaron a Sócrates que, con
otros cuatro ciudadanos, fuera a detener a León de Salamina.
Sócrates, jugándose la vida
de nuevo se negó a tomar parte en la detención.
“Aquel gobierno, a pesar de su
violencia, no logró atemorizarme para que cometiera una acción injusta…cuando
salimos, los otros cuatro partieron para Salamina y trajeron a León, pero yo,
al salir, me marché a mi casa. Y esto me hubiera costado, posiblemente, la vida
si aquel gobierno no se hubiera disuelto tan pronto”
Lo cuenta Platón en su
Apología.
En ambas ocasiones, bajo la
democracia y bajo la oligarquía Sócrates no vacila en enfrentarse al poder en
defensa de la Justicia
y la Legalidad.
Ambos valores, el MILITAR y
el CÍVICO, son la consecuencia de una “actitud reflexiva” (y no fogosa) que ha
asimilado e interiorizado su compromiso con la Justicia y las Leyes.
Respeto a las leyes, que era
la tradición ateniense desde Solón.
Y Sócrates sabe, como afirman
los sofistas, que las leyes de la ciudad son convencionales, pero mientras
están vigentes representan el pacto que cada ciudadano con la ciudad que así
las ha legislado.
Quien no esté de acuerdo con
las leyes de la ciudad puede marcharse de ésta, puede emigrar a otra ciudad
cuyas leyes le parezcan más razonables o apropiadas: las leyes atenienses lo
permiten, a nadie impiden marcharse.
Por el contrario, quien se
quede en la ciudad y lo hace libremente queda obligado al cumplimiento de las
mismas.
Sócrates no sólo vivía EN
Atenas, VIVÍA Y PENSABA “EN” Atenas y “PARA” ATENAS.
Vivía vinculado a su ciudad,
vinculado a la política ateniense.
Sócrates, como cualquier
niño, adolescente y joven ateniense se había dedicado a la Filosofía de la Naturaleza pues
Anaxágoras, miembro del círculo de Pericles y amigo personal de éste se había
asentado en Atenas.
No es verdad, pues, que no
estuvo, en su juventud, ligado a la Filosofía de la Naturaleza.
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