Hasta el amor ha querido
apellidarse “platónico”, como el “no va más” del amor.
No es de extrañar que, ya en
el siglo XX, alguien calificase a la filosofía como “notas a pie de página de
la filosofía platónica”.
Nadie puede negar, ni poner
en duda, que el primer “gran” filósofo de Occidente, fue Platón, cuya filosofía
abarca y desarrolla toda la temática, no sólo la de la “naturaleza” como lo
hacían los presocráticos con su preocupación-obsesión de unificar toda la
naturaleza indagando sobre el “arjé” (origen, esencia y fin) de todas las cosas
y más allá de la temática humana de su maestro, Sócrates.
Ni lo divino ni lo humano
escapa a la filosofía platónica.
Pero siempre me quedará la
duda si el Sócrates protagonista de las principales obras de Platón es el
Sócrates real o el Sócrates distorsionado que crea Platón.
Aunque lo cierto es que la
filosofía empezó (y siempre empieza) con los tanteos en responder a los porqués
que se le plantean a uno en la vida, individual o colectiva.
Platón, a pesar de haber
nacido en una familia aristocrática, fue testigo de la guerra del Peloponeso
(entre Atenas y Esparta) en la que llegó a combatir, presenció la democracia
ateniense, luego la tiranía oligárquica, posteriormente la democracia populista
y demagógica, ¿es raro, pues, que quien amaba Atenas y asista a su declive se
plantee y plantee cuál o cuales son las mejores formas de gobierno, como lo
hace en La República
y, después, lo rebaje en las Leyes?
El proceso y la condena, a
beber la cicuta, a su maestro hace surgir su preocupación por la causa de la
misma, una crisis moral y política ateniense y dedicará todo su esfuerzo a
establecer entre sus conciudadanos un ideal de justicia y de respeto por la
verdad para lo cual fundó su Academia (por aquello de estar erigida cerca del
monumento al héroe Academos) y que será la primera Universidad Occidental,
destinada a ofrecer educación filosófica a los futuros políticos y gobernantes
para que, entre otras cosas, no volviera a repetirse otro asesinato/pseudo
suicidio como el de su maestro.
Obvio detenerme en la
clasificación de sus diálogos (los tempranos o de juventud (los más fieles a la
forma de actuar de Sócrates), los medios o de madurez, los más originales, los
más platónicos, los más importantes (y entre los que se encuentran El Banquete,
El Fedón y La República )
y los tardío o de vejez y cuyo principal diálogo es Las Leyes y en el que el
rey-filósofo, como gobernante ideal, lúcido y desinteresado, cede su puesto a
la “organización legal” que surja entre los ciudadanos, aunque no sea la ideal,
pues va a ser fruto del conjunto y no de la sabiduría.
El papel principal ya no lo
tiene la sabiduría del filósofo-gobernante, sino las leyes que surjan en la
sociedad.
De los problemas ético-socráticos
de sus diálogos de juventud hasta los problemas sociales y políticos de sus
diálogos de vejez, con el intermedio de los diálogos de madurez y su Teoría de
las Ideas, el espinazo o columna vertebral de su filosofía, omniabarcante.
Dice Platón que si llamamos
“mujer” a una persona vieja y a una joven, a una rica y a una pobre, a una
soltera y a una casada, a una alta y a una baja… algo en común deben tener
todas ellas, debe existir una propiedad que le convenga a todas y si no la
vemos con los sentidos tendremos que verla con el ojo de la razón.
Y lo mismo ocurre cuando a
unos actos los calificamos como justos y a otros como injustos, a unos como
buenos y a otros como malos, a unas cosas, personas o actos como bellos y a
otros como feos,… algo en común tendrán entre ellos y si no es por el ojo
sensitivo será por el ojo racional por el que tendremos que verlo, pero tiene
que ser real, verdadero.
Es su teoría de las Ideas, lo
realmente existente, pero en el mundo ideal y que, luego, tomará cuerpo en cosas,
personas, animales, actos,…de este mundo material y sensible.
De ahí las ideas de
“semejanza”, de “imitación”, de “participación”… de lo de este mundo material y
sensible con las realidades de ese otro mundo ideal, de las Ideas.
Las “Ideas”, ideales pero
reales y perfectas, y los “seres y acciones” de este mundo, reales pero
imperfectas.
Si tú y yo podemos estar de
acuerdo, o en desacuerdo, de la belleza de esa joven o de la estampa de ese
caballo es porque tenemos en nosotros la “idea de belleza”, en el mismo o en
distinto grado.
Y quien dice “belleza”, dice
“justicia”, “verdad”,….
Esas ideas no son sujetivas,
sino objetivas, no son cambiantes sino fijas, no son temporales sino eternas,
no son particulares sino universales,…
Imagínate la idea de
“triángulo” que nada merma el que sean equiláteros, isósceles o escalenos
(según sus lados) o acutángulos, rectos u obtusos (según sus ángulos)
¿No sería absurdo cuáles de
ellos es más “triángulo” que el otro si en los tres tipos se manifiesta la
misma propiedad?
Lo he dicho y repetido
infinidad de veces, lo opuesto a “igual” es “desigual” y los triángulos son
TODOS “iguales” todos tienen la misma propiedad: “tener TRES lados y, por lo
tanto, TRES ángulos”.
Lo opuesto a “idéntico” es
“diverso, distinto o diferente”.
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