Dos testimonios que lo atestiguan:
ARISTÓFANES y PLATÓN.
ARISTÓFANES, autor de
comedias, dedicó una de ellas “Las Nubes” a ridiculizarlo, convirtiéndolo en
objeto de sus burlas mordaces.
El Sócrates que pone en
escena es una mezcla de “sofista inmoral” (que es capaz de hacer prevalecer las
razones injustas sobre las razones justas) y de “filósofo ateo de la
naturaleza” (que aparece en escena colgado en un gran cesto escudriñando los
cielos y analizando los meteoros).
Es verdad que La Nubes aparece en el 423 y,
en esa época, Sócrates había abandonado ya su interés por la Filosofía de la Naturaleza pero lo
cierto es que los atenienses reconocían a Sócrates en los rasgos caricaturescos
con que aparecía por lo que debía de ser de dominio público que se había
dedicado a la Filosofía
natural.
Aristófanes era un
conservador profundamente preocupado por la decadencia de la polis y hacía a
los filósofos y sofistas, racionalistas e impíos, los responsables de la misma.
Como buen humorista que era
exageró todos los aspectos más criticables e hilarantes de los filósofos
personificándolos en Sócrates, el más conocido y popular de todos ellos.
El resultado fue una imagen
grotesca y distorsionada que, a la larga, redundaría en grave perjuicio para
Sócrates.
En la Apología platónica
comienza Sócrates su defensa refiriéndose a esa imagen suya, popularizada por
Aristófanes y señalando que ya esa imagen caricaturesca es una acusación
expresa contra él.
“Sócrates comete delito: actúa
indebidamente investigando los fenómenos subterráneos y celestes, haciendo
prevalecer el argumento peor y enseñando todas estas cosas a los demás.
…Todo esto lo habéis visto con vuestros
propios ojos en la comedia de Aristófanes: un Sócrates moviéndose de acá para
allá, diciendo que volaba, y proclamando otras muchas necedades de las cuales
yo no sé ni poco ni mucho”
(Apología)
PLATÓN.
Si en la Apología pone en boca de
Sócrates que nada sabe de meteoros o fenómenos naturales, en el Fedón nos lo
presenta explicando los motivos por los cuales se distanció de los filósofos de
la naturaleza.
El desengaño le vino a causa
del “mecanicismo” y desconocimiento de “las causas finales” pues si Anaxágoras
había introducido una Inteligencia o NOUS como causa suprema y elemento rector
del universo (lo que supondría una dimensión teleológica en la explicación de
los fenómenos naturales, pues ese NOUS supone que el mundo obedece a designios
y exigencias racionales, que es como actúa/debe actuar una Inteligencia).
¿Por qué Anaxágoras introduce
ese NOUS, ordenador del universo y, luego se olvida definitivamente de ella,
recurriendo a causas de carácter mecánico, como el remolino inicial que, al
separar las partículas, determina la génesis del universo.
He ahí la causa de su
desengaño pero ese desencanto no explica el cambio de rumbo hacia cuestiones
políticas y morales.
La razón sería el “compromiso
socrático con su polis” y los tres fenómenos que determinan la vida política
ateniense: A.- La decadencia de la polis. B.- El movimiento sofístico y C.- El
funcionamiento de la democracia.
Sócrates se había educado en
el respeto a los valores y tradiciones de la Ciudad
Cuando Efialtes abrió paso a
la democracia en su forma radical (462) Sócrates era un niños que apenas tenía
10 años, pero ya en su juventud asistió a un funcionamiento de la democracia
impregnado de valores tradicionales, a una política estable y respetuosa con
las leyes, al gobierno inteligente e ilustrado de Pericles.
Fue a partir de sus 25 años
cuando entró en contacto con los sofistas, cuando Protágoras llegó a Atenas y
tenía, entonces, 26 años.
El contacto con los sofistas
debió impresionarle sobremanera (como, en general, a los atenienses más
inteligentes y despiertos)
Igualmente fue testigo de los
derroteros a los que llevaba la política imperialista ateniense y, ya en su madurez,
asistió, en persona y como hoplita a la Guerra del Peloponeso, al tiempo de los demagogos
y a la catástrofe final.
Sus reflexiones filosóficas
provenían del comportamiento de los líderes políticos y de la Asamblea , “capaces de
dejarse llevar más por las pasiones que por la razón”, más por “los intereses
exacerbados del momento que por el respeto a la Ley y la Justicia ”.
Y pudo comprobarlo (y
sufrirlo) como protagonista, en el episodio de las Arginusas cuando tuvo que
enfrentarse, el solo, a la Asamblea
(lo que, seguramente, ya habría visto en situaciones anteriores)
Ya en el 428, recién vuelto
de Potidea, observaba como las virtudes tradicionales de moderación y respeto a
las leyes (pilares básicos de la integración del ciudadano en la polis, se debilitaban,
a la vez que se imponían comportamientos “individualistas y demagógicos”.
Comprendió que este
comportamiento político, de relajación y decadencia de la polis, tenía su
correlato ideológico en las doctrinas de los SOFISTAS, en la crítica de éstos
al NOMOS, en el DESARRAIGO que generaban dichas enseñanzas sofísticas.
Preocupado por la decadencia
de la polis (de “su” polis) acepta el terreno de juego de los sofistas.
Comparte sus temas
filosóficos y se enfrenta a ellos oponiendo la razón (socrática) a la razón
(sofística), su argumento al argumento sofista, por lo que no es extraño que, a
primera vista, muchos atenienses lo tomaran por un sofista más (al tratar los
mismos temas) aunque su talante, su método, su pensamiento y sus objetivos
fueran radicalmente distintos.
El objetivo fundamental de
Sócrates es recuperar el compromiso (perdido) del ciudadano con la (su) polis.
Pero ya ha hecho acto de
presencia y se ha asentado el fenómeno del “individualismo” y el ciudadano ya
no está identificado con la polis.
Los sofistas habían
propiciado, y generado, la separación entre el individuo y el Estado, entre el
“polités” y la “polis”.
El polités se considera, ya,
como un todo y no como una parte de y para el TODO de la polis.
Habría pues que concienciar,
pues, al individuo como ese “todo” independiente del TODO.
“Respetar la ley es
respetarse a sí mismo” es la idea socrática del pacto entre el ciudadano y las
leyes, pacto que Sócrates concibe (contra los sofistas) no como un consenso
anónimo y colectivo sino como un compromiso “personalizado” de cada ciudadano
con las leyes de la ciudad.
Cuando en el Critón las Leyes
le preguntan a Sócrates “¿decimos o no la verdad cuando afirmamos que tú has
cenvenido vivir como ciudadano acatándonos a nosotras con los hechos y no sólo
con las palabras”?
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