sábado, 26 de diciembre de 2020

ASÍ SOY YO : LEER. ESCRIBIR, PASEAR...( 1 )

 LEER, ESCRIBIR, PASEAR,…

 

Suelo decir que soy filósofo de profesión (han sido 36 años dando clases de Filosofía en Institutos de Bachillerato, para ganarme la vida) y he sido y soy filósofo por vocación (pero no filósofo al uso, con una obra escrita propia), un lector empedernido de textos filosóficos (no necesariamente de filósofos) que me hicieran y me hagan reflexionar sobre la vida, en general y sobre el hombre en particular.

 

Me ha gustado y me gusta la lectura filosófica, que no sólo me deleite y me haga disfrutar, sino que me haga reflexionar.

 

Soy, pues, un lector de artículos más que de tratados, de reflexiones de otros que me hagan a mí, también, reflexionar, que me aceleren las preguntas para ensayar respuestas que pueden (y muchas veces suelen) ser distintas a las del autor de ese artículo.

 

Revistas de filosofía, que rumio con placer y en algunas de las cuales he intervenido como autor de algún artículo, más que de Obras Completas de filósofos.

 

He sido, soy y me considero un buen lector.

 Cuando yo era el único estudiante de mi pueblo y cuando alguien le preguntaba a mi abuela qué tal su nieto, siempre respondía: "es muy estudiado" (quería decir "estudioso") 

He sido, soy y seguiré siendo, un escritor, no seguramente bueno pero sí de lectura fácil, a veces polémica, y bastante leído (tengo a mi blog por testigo).

 

Pasear es otro de mis placeres, algo que vivir en Málaga te facilita durante casi todo el año y si vives cerca de un paseo marítimo (el mío es el del poniente malagueño, el de Antonio Banderas, y siempre a la vista la playa de la Misericordia, cuyo olor y cuya vista te gratifica y te incita a seguir “vivamente vivo”...

 

Ver salir el sol, siempre puntual según la estación del año, el día del mes y la hora del día, cuando majestuoso y aún sin despertar, sin iluminar como él lo hará pocas horas después, mirarlo, a esa hora, a la cara sin que te dañe la vista.

 

Y humanamente hablando tener tres nietos que (no sé cómo decir lo que podría decir de ellos, porque el lenguaje y las palabras siempre desenfocan el concepto y la vivencia).

 

Y esa playa de la Carihuela, en Torremolinos, todos los fines de semana en meses no veraniegos (más todos los días veraniegos) con mi sombrilla de color de camuflaje del ejército, mi silla playera, mi libro o mi revista, con la pequeña nevera con latas de cerveza fresca más unas patatas fritas de El Tío las Papas,….

Esos (y muchos más, aunque menos profundos) son mis placeres vitales, y que, si además, me han dado de comer a diario con el trabajo y ahora con la pensión de jubilación…

 

Siempre me ha interesado la filosofía, pero no sus entresijos técnicos y terminológicos, que me aburren mortalmente.

 

He leído a los filósofos clásicos, pero no directamente, sino de manera indirecta, a través de lo que otros filósofos dicen de ellos.

 

Demuestra mi ingenuidad escritora filosófica el hecho tan extendido de los miles de alumnos que confiesan que me entendían perfectamente cuando explicaba algún tema.

 

Sí me reconfortaba (y mucho)  el oírles decir a fin de curso: “fuimos platónicos cuando explicaba a Platón, luego aristotélico, cartesiano cuando se enfrentaba a la duda como método para no edificar su filosofía racionalista sobre lo que no fuera evidentemente verdadero, Hume si les gustaba y Kant, pero, sobre todo, “nos hicimos nietzscheanos tras la explicación de Nietzsche y comprendimos a Marx al ubicarlo en su contexto,…

 

Disfruto, también, cuando algún alumno, en las redes sociales, defiende la filosofía, “porque a ti no te la enseñarían bien, yo tuve un profesor al que todo se le entendía y nunca se cabreaba cuando, en la mistad de una explicación, levantábamos la mano para preguntar y…”

 

Son, los que he llamado muchas veces “las pagas extras en especie”

 

Que tengan un buen recuerdo de uno y de la filosofía (aunque, luego, excepto uno o dos, ninguno ha hecho Filosofía en la Facultad.

 

Nunca he soportado cuando han dicho en público: “lo trascendentalmente trascendental de la filosofía…”, porque huyo de palabras huecas o expresamente ininteligibles.

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