De hecho mi casa estaba/está
en la calle
Pueblo totalmente agrícola,
seco, árido, llano,…un poco aburrido a no ser para la temporada de caza de la
liebre con galgo y caballo.
Ya en la pubertad pasé los
estudios en Salamanca, capital, y posteriormente, cruzando Despeñaperros, para
el trabajo, fueron Córdoba y, finalmente, Málaga, en la que resido
jubilado-jubiloso-gozando del jubileo.
Me gusta la playa, en plan
ocioso, leer y pasear y el senderismo de las montañas que la rodean.
Pero no añoro el pueblo como
lo han hecho tantos y tantos de los que la maquinaria agrícola los expulsó al
País Vasco o al Principado de Asturias y que, con su pequeña pensión, han
vuelto al pueblo en que nacieron y vivieron su niñez y pubertad.
Ya no disfrutaría, hoy día,
de la caza de la liebre con galgo y caballo.
Prefiero esta Málaga, viva,
que invadiendo espacios vacíos con bloques y más bloques para acoger a los
malagueños (o no malagueños) que han sido expulsados o se han autoexpulsado del
campo.
La ciudad en nada se parece
al pueblo.
La ciudad es un espacio
mestizo de personas, de razas, de religiones, de gastronomía,…aunque separados
por las distancias.
¿De dónde procedían la mayor
parte (no tdos) de los filósofos que llenaron Atenas, porque no eran ateniense
de nacimiento?
Si antiguamente se nacía, se
vivía y se moría en la misma aldea, en la ciudad todo es distinto, puede uno
echar raíces o tener que transplantarse a otra ciudad, con otras gentes, otras
ideas,…
El sedentario aldeano,
conocido y conocedor de todos, se ha convertido en el emigrante o posible
emigrante ciudadano que apenas conoce a los de su urbanización.
Si en el pueblo ya están
todos comunicados porque casi todo ya está dicho y poco es lo novedoso, en la
ciudad es todo lo contrario, ni en el ascensor hay comunicación entre los dos o
tres que, momentáneamente, lo ocupan, a no ser los lugares comunes del tiempo,
de la política, de la invasión de emigrantes en pateras, del paro,…
El pueblo es como el
matrimonio clásico, donde ya apenas se comunican los esposados, porque lo poco
que hay comunicar ya está comunicado.
Los lavaderos (para las
mujeres trabajando en “sus labores”)) y las barberías o las fraguas (en la
espera de los varones hasta que le tocaba la vez, eran las únicas fuentes de
información externa)
Recuerdo a mis padres, como
si fuera hoy.
La auténtica comunicación es
entre gentes diferentes, que viven de forma distinta, que han tenido y tienen
vivencias distintas.
Si en el pueblo todos visten,
más o menos igual y la misma ropa iba pasando de padres a hijos, o de hermanos
mayores a menores, en la ciudad nada de eso ocurre.
“Me cago en diez y en rediez
// cuánto me quiere mi madre // que me ha hecho una camisa nueva // de una
vieja de mi padre” – me contaba mi abuela.
En el pueblo no sólo todos
visten más o menos igual, todos van a misa los domingos, todos toman el vermut
en el único bar del pueblo, todos pasean por la misma plaza, bailan en el mismo
salón de baile,…
El pueblo pequeño es el lugar
de la incomunicación.
Recuerdo al cura yendo a
darle la extremaunción al moribundo, rodeado de toda la gente del pueblo,
mientras que en la ciudad, es en
Yo no sé si era más humano
morir rodeado de gente que, en vida, apenas te relacionabas, que morir
anónimamente en un hospital rodeado de profesionales de la salud.
En el pueblo se vivía y se
moría de la misma forma porque todo era igual para todos.
¿Y lo de ir a dar el pésame a
la casa del difunto y durante varias noches posteriores ir a rezar el rosario…?
En el pueblo, en el único bar
en el que podías entrar, podías decirle al camarero: “lo de siempre”, pero
cuando en la ciudad, hoy en éste y mañana en el otro no puedes decir lo mismo.
En la ciudad, sobre todo si
no es muy grande, puedes simultanear el anonimato con la intimidad, pero en una
gran ciudad… (Yo paseo por calle Larios y a nadie conozco, soy un número más,
al lado de otros números anónimos.
En la ciudad ya no vale lo de
ir a comprar y decir: “que dice mi madre que me lo apunte” porque ella vendría
a saldar la cuenta cuando el marido cobrase el fin de semana.
A mí, personalmente, no me
disgusta pasear anónimamente entre la gente, sin nadie que te conozca y te
salude y te…prefiero moverme a mi aire y a mi gusto.
Cerca de mi piso hay un
Instituto de Bachillerato cuyo Catedrático de Filosofía es un amigo mío que
vivía junto a mi Instituto en el que yo daba clase y entonces podía hacerse un intercambio
de Institutos entre profesores del mismo nivel y materia.
Cuando mi amigo me propuso
hacer el intercambio, para estar, cada uno, más cerca de su domicilio, y no
tener que usar el coche para el desplazamiento, le contesté inmediatamente que No.
No era de mi gusto
encontrarme en el supermercado o en la farmacia con mis alumnos o con sus
padres por lo que prefería vivir en un lugar y trabajar lejos de mi vivienda.
Me gustaba poder vivir mi
vida anónimamente, siendo sólo conocido por compañeros y alumnos en mi vida
laboral.
Trabajar en un lugar, vivir
lejos de ese lugar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario