Pocos son los conocimientos
verdaderos y ciertos.
Parece que el “hoy” siempre
va a ser superado por el “mañana” y, al menos, más matizado.
Las evidencias son pocas, las
de las Ciencias Formales que, como su nombre indica, tratan de formas y no de
materia, porque las Ciencias Naturales y Sociales están constantemente en
proceso de superación.
Lo cierto es que si las
ciencias no hubieran sido, siempre inciertas, no habría habido avances.
Si Newton se hubiera creído
todo lo que decía Ptolomeo nunca habría avanzado la ciencia.
Sólo los ingenuos creen que
las verdades científicas son verdaderas, ciertas y para siempre, porque los
científicos siempre han sabido que el mundo estaba lleno de dudas y de
dificultades.
La ciencia, en su caminar en
el tiempo, siempre descubre cosas nuevas que superan y sustituyen a las
anteriores pero que son conscientes de que mañana mismo sus verdades serán
cuestionadas y superadas.
En la entraña de la ciencia
está el “no parar” y siempre ha estado cuestionándose a sí misma, a diferencia
del mundo religioso y otros mundos dogmáticos.
La ciencia nunca puede ser dogmática,
como tampoco los científicos ni los filósofos.
Una “filosofía dogmática” es
una “contraditio in terminis”.
Lo que nunca se ha puesto en
cuestión, en la ciencia, es el método científico, el camino por donde caminar,
que es una mezcla de Razón y Experiencia.
(En otro lugar de este blog
está colgado el “método científico de Newton” que es la entrada más visitada
por los que entran en él)
Mientras el mundo religioso
lo ha sabido todo desde el principio (la “palabra revelada” por su Dios
correspondiente) el mundo científico está constantemente en contradicción entre
los mismos científicos, entablándose una lucha entre sus teorías hasta que la
balanza de la mayoría se inclina por una de ellas que, desde ese mismo momento,
empieza a estar cuestionada y buscando otras teorías que la superen.
La ciencia duda, pero no duda
de sus métodos de investigación, su duda es social por lo que las verdades
descubiertas son cuestionadas.
Hoy sabemos mucho más que
ayer pero, seguro-seguro, que menos que mañana, en que aparecerán nuevos
descubrimientos científicos (no hay más que mirar los avances en Biología, en
Genética, en Farmacia, en reproducción, en instrumental científico,…)
No es de extrañar que el día
que se inventó el ferrocarril se cuestionara sus beneficios o si era
perjudicial.
Hoy tenemos cuestionada
Pero debemos ser conscientes
que la ciencia la hacen los seres humanos y éstos son limitados.
¿Hasta poder superar la
muerte y hacernos inmortales?
Para que un coche dure
muchos-muchos años habrá que irle cambiando piezas un año sí y otro también
hasta que, al final, ese coche ya no sea el primer coche sino otro pero sin
haberlo destruido previamente.
¿Que nosotros podemos alargar
mucho-mucho más el tiempo de vida? SÍ, pero ¿Que ésta sea eterna?...
¿Seguiremos muriendo sólo por
accidente o por voluntad propia?
Yo no creo que ese deseo, tan
humano, pueda ser cumplido porque la muerte forma parte de nuestro código
genético, o sea, que no es algo que nos ocurra por accidente sino que viene ya
inscrito.
La muerte tiene relación con
el hombre por el hecho de ser éste un ser sexuado y, por lo tanto, programado
para reproducirse y ser sustituido por otros individuos de su especie.
Para nosotros, la muerte es
una desgracia, una catástrofe, pero para la especie humana es un requisito.
Lo que la especie humana
quiere (¿), su objetivo es no desaparecer sino seguir existiendo, pero para
ella nosotros le somos indiferentes.
Que sean otros y no nosotros,
a la especie le da exactamente igual.
Existe la muerte porque
existe el sexo a través del cual unos nuevos eslabones de la especie van
apareciendo al tiempo que otros van desapareciendo, pero la cadena-especie
sigue adelante en y con la vida.
El problema de la mortalidad
no es si te mueres antes o después sino si te mueres.
“Mors certa, solum incertum
tempus est”. La muerte es cierta, segura, lo que es incierto es el tiempo en
que ella llegará, el cuándo moriremos.
Cuando la gente vivía, de
media, cuarenta años, se preguntaba si llegaría a los setenta, hoy, que vivimos
una media de ochenta nos preguntamos si llegaremos (como es nuestro deseo) a
los ciento veinte, pero es que si la media fuera doscientos cincuenta
seguiríamos preguntándonos si llegaríamos a lo mil, y así sucesivamente.
Hoy los científicos, con los
datos de que disponen, encuentran razones biológicas para que no se pueda vivir
más de 130 años.
¿Podría llegar la ciencia a
crear un nuevo tipo de especie humana a fuerza de manipulación genética?
¿O esa pregunta es como si la
ciencia se preguntara si podrá vencer la ley de la gravedad?
La ciencia lo que piensa es
que las leyes que operan en un momento se aplican siempre.
La ciencia lo que no puede es
pensar que las propias leyes que le sirven para avanzar van a servir para
invertirse y cambiar el sentido del conocimiento.
Uno puede imaginarse una
forma de volar a pesar de que exista la ley de la gravedad y gracias,
precisamente, a que existe.
A pesar de que en el lenguaje
habitual se dice que el avión desafía la ley de la gravedad, lo cierto es que
no sólo no la desafía, sino que la confirma.
Gracias a la ley de la
gravedad el avión puede volar.
Es lo que cierto día me decía
un ingeniero aeronáutico: “Vosotros creéis que el avión va volando por el cielo
cuando en realidad va colgado de él”
¿Recordáis lo de la paloma de
Kant?
Decía Kant que la
paloma, cuando siente la resistencia del aire al volar ligera y libre, puede
tener la tentación de imaginarse que volaría mucho mejor aún en un espacio
vacío, sin darse cuenta de que lo que parece resistencia y oposición, es
precisamente el punto de apoyo que le hace posible mantener el vuelo.
Igualmente, cuando sabemos
que podemos alargar la vida humana con un cierto tipo de alimentación, o con
ejercicio físico, o con ciertos productos medicinales, no estamos pensando que
eso desafía la mortalidad humana, sino que la confirma.
Precisamente porque conocemos
que oxida y daña nuestras células sabemos cómo podemos retrasar ese proceso y
sabemos que se puede retrasar sólo hasta ciertos límites, como la goma que
estiramos y estiramos pero sabemos que si seguimos estirándola llegará un
momento en que ya no pueda seguir estirándose más y se romperá.
Lo que no se puede pensar es
que algo que cure esas células logre hacer que esas células no se destruyan
nunca.
Lo que parecía una fantasía
humana, la creación de un ser humano en probeta, ya es realidad.
Aunque, si por fantasía es,
mayor fantasía era la de la mitología en la que hay muchos casos de
partenogénesis.
“Modo de reproducción de
algunos animales y plantas, que consiste en la formación de un nuevo ser por
división reiterada de células sexuales femeninas que no se han unido previamente
con gametos masculinos.
¿Más fantasía?
“Al aparecer en todo su
esplendor de dios, los rayos que despedía abrasaron a Sémele. Hermes arrancó
del vientre de Sémele al hijo nonato y lo cosió al muslo de Zeus. Varios
meses después nació el niño, llamado Dioniso (“dos veces nacido”)”
¿Podemos llegar a manipular
la especie humana y cambiarla?
Una buena pregunta.
Lo que ocurre es que a los
filósofos lo que más nos interesa y nos importa es el individuo, que es/debe
ser un fin en sí mismo.
Y si podemos mejorarlo y que
ningún individuo nazca, por ejemplo, con espina bífida, mejor que mejor.
Pero si es para que el nuevo
ser no sea libre de elegir, de poder buscar la verdad, de poder caer en el
vicio, de ser una persona humana normal y corriente con opciones morales,…no.
Sabemos que el cerebro humano
es como el iceberg, que sólo muestra un 10% de su masa por encima del agua
mientras el otro 90% permanece por debajo, pero ¿Y si pudiera el cerebro actuar
con el 100% de sus capacidades? ¿Sería ético o inmoral llevarlo a cabo? ¿Sería
positivo o negativo?
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