Es típica la pregunta de por qué las mujeres, cuando van al water van de dos en dos mientras los varones suelen ir de uno en uno.
También es típico que si se
juntan varias parejas y, en un aparte, se juntan las mujeres a hablar entre
ellas, preguntando y respondiendo, informando,… cuando cada una se reúne con su
compañero/amigo/novio/ marido, a la pregunta a la mujer de qué hablaban entre
ellas tan animadamente sus respuestas suelen ser: “hablábamos de nuestras
cosas”.
A los varones no hace falta
preguntarles de qué hablaban entre ellos porque hablarían, como siempre, de
fútbol, de política o de trabajo.
También es típica la
afirmación de que las parejas/matrimonios tiran más a la casa de los padres de
ella que de él.
Cuando a las mujeres se les
prohibía trabajar o estaba mal visto que trabajaran porque el varón afirmaba
que era él el encargado de traer el dinero a casa y, como casi siempre estaba,
si no confinada, si dedicada a tiempo completo a las labores del hogar y al
cuidado y educación de los hijos (o, como se decía, de “profesión, sus
labores”, necesitaba, psicológicamente, entablar conversación con otras como
ella porque el marido sólo le hablaría de su trabajo, del cabrón de su jefe, de
las horas de más que le echa a la fábrica y no las cobra/no se las pagan y …
“si no estás de acuerdo, “puerta”, que hay muchos candidatos a ese puesto y sin
rechistar.
De ahí, también, que se diga
que las amistades de las mujeres son más sólidas y duraderas que las de los
varones.
Pero, desde que la mujer se
ha incorporado al mercado laboral, a la vida pública y tiene un mundo de
acción, las cosas han cambiado y tiene las mismas facilidades o dificultades
que los varones.
También se afirma que las
mujeres no se avergüenzan de contarse, entre ellas, sus debilidades, mientras
los varones, como hemos sido educados para ser siempre activos, fuertes, sin
debilidades,… “los hombres no lloran” mientras dice el refrán que: “en cojera
de perro y en lágrimas de mujer no has de creer”.
Y es verdad que, hasta no
hace tanto, los hombres, al entrar en el mundo del trabajo entraban en el mundo
de la competitividad, mientras las mujeres sólo competían, entre ellas, en el
mundo amoroso para ver quién se quedaba con el macho alfa.
Pero, desde no hace tanto
tiempo, la mujer compite con el varón en los mismos campos, del trabajo y de la
política, pero suelen ser ellas más solicitadas por los varones que los varones
por las mujeres.
“Llevárselo/llevársela al
huerto ya va equilibrándose”.
¿No será que el que la mujer
compita con el varón ha creado en éste una crisis de identidad ya que antes ese
campo era suyo en exclusiva?
Pero la reivindicación de la
mujer no es apartar al varón sino poder ocupar el puesto que siempre se le negó
y para el que está igual de capacitada que el varón.
Una reivindicación que, para
el varón, ha supuesto una revolución.
Siempre, hasta el siglo XVIII
se habló de “la mujer”, como si todas fueran iguales, en genérico y, “vista una
están vistas todas”, no ocurría así con los varones en que “cada uno es cada
uno”.
La mujer de entonces
necesitaba charlar con las demás mujeres (no con varones, estaba mal visto,
sólo con el suyo) y los lavaderos públicos, los lunes por la mañana eran las
redes sociales de entonces en las que cada una informaba de lo que sabía o le
habían dicho y todas se enteraban de la actualidad.
El “mundo de la palabra”, del
hablar y del escuchar, ya que eran ajenas al mundo de la acción, fuera de las
labores domésticas, no consideradas como trabajo.
El varón ha perdido el
monopolio, mantenido durante tantos siglos, de la preeminencia social, de la
sabiduría,…y, al perderlo, o tener que compartirlo o disputarlo, al perderlo ha
entrado en crisis.
Sin embargo el varón ha
descubierto el mundo de los sentimientos, habiendo creído que era monopolio de
la mujer.
El varón, ya, puede
permitirse entrar en el mundo de la fragilidad y de los sentimientos, algo
inimaginable durante tantos siglos.
Ya la mujer puede ser fuerte
y el varón puede ser frágil y no es que ella “lleve los pantalones” sino que
ambos los llevan o pueden llevarlos alternativamente.
El mundo de la racionalidad
ha primado sobre el mundo de los sentimientos, unidos a la espiritualidad y a
lo religioso y considerados poco científicos, teniendo en cuenta que en el
sentimiento hay química como la hay en la racionalidad.
Han sido ellas las que
acudían a la iglesia a rezar el rosario o la misa de los diarios, mientras el
varón sólo iba los domingos y ocupaba la parte trasera de la iglesia.
Y es que el sentimiento
pertenece al mundo de lo incalculable, lo contrario que la racionalidad.
La reacción sentimental no
puede medirse mientras que la racionalidad sí puede, más o menos, calcularse.
Dos más dos son cuatro en el
campo de la matemática, pero dos disgustos más dos disgustos no son sólo cuatro
disgustos sino que, a veces, son lo que lleva a que alguien se tire por el
balcón.
Como el trabajo y el cuidado
de dos hijos es como si fuera el de tres o más hijos.
En el mundo del sentimiento
las cosas no funcionan con la misma claridad.
Yo he escrito muchas veces
que el hombre es razón y pasión, razón sentimental o sentimiento razonado.
En el XVIII, siglo de
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