domingo, 6 de diciembre de 2020

ASÍ ES LA VIDA ( 7 ) LA MUJER ( 1 )

 

Es típica la pregunta de por qué las mujeres, cuando van al water van de dos en dos mientras los varones suelen ir de uno en uno.

También es típico que si se juntan varias parejas y, en un aparte, se juntan las mujeres a hablar entre ellas, preguntando y respondiendo, informando,… cuando cada una se reúne con su compañero/amigo/novio/ marido, a la pregunta a la mujer de qué hablaban entre ellas tan animadamente sus respuestas suelen ser: “hablábamos de nuestras cosas”.

A los varones no hace falta preguntarles de qué hablaban entre ellos porque hablarían, como siempre, de fútbol, de política o de trabajo.

 

También es típica la afirmación de que las parejas/matrimonios tiran más a la casa de los padres de ella que de él.

 

Cuando a las mujeres se les prohibía trabajar o estaba mal visto que trabajaran porque el varón afirmaba que era él el encargado de traer el dinero a casa y, como casi siempre estaba, si no confinada, si dedicada a tiempo completo a las labores del hogar y al cuidado y educación de los hijos (o, como se decía, de “profesión, sus labores”, necesitaba, psicológicamente, entablar conversación con otras como ella porque el marido sólo le hablaría de su trabajo, del cabrón de su jefe, de las horas de más que le echa a la fábrica y no las cobra/no se las pagan y … “si no estás de acuerdo, “puerta”, que hay muchos candidatos a ese puesto y sin rechistar.

 

De ahí, también, que se diga que las amistades de las mujeres son más sólidas y duraderas que las de los varones.

 

Pero, desde que la mujer se ha incorporado al mercado laboral, a la vida pública y tiene un mundo de acción, las cosas han cambiado y tiene las mismas facilidades o dificultades que los varones.

 

También se afirma que las mujeres no se avergüenzan de contarse, entre ellas, sus debilidades, mientras los varones, como hemos sido educados para ser siempre activos, fuertes, sin debilidades,… “los hombres no lloran” mientras dice el refrán que: “en cojera de perro y en lágrimas de mujer no has de creer”.

 

Y es verdad que, hasta no hace tanto, los hombres, al entrar en el mundo del trabajo entraban en el mundo de la competitividad, mientras las mujeres sólo competían, entre ellas, en el mundo amoroso para ver quién se quedaba con el macho alfa.

 

Pero, desde no hace tanto tiempo, la mujer compite con el varón en los mismos campos, del trabajo y de la política, pero suelen ser ellas más solicitadas por los varones que los varones por las mujeres.

 

“Llevárselo/llevársela al huerto ya va equilibrándose”.

 

¿No será que el que la mujer compita con el varón ha creado en éste una crisis de identidad ya que antes ese campo era suyo en exclusiva?

 

Pero la reivindicación de la mujer no es apartar al varón sino poder ocupar el puesto que siempre se le negó y para el que está igual de capacitada que el varón.

Una reivindicación que, para el varón, ha supuesto una revolución.

 

Siempre, hasta el siglo XVIII se habló de “la mujer”, como si todas fueran iguales, en genérico y, “vista una están vistas todas”, no ocurría así con los varones en que “cada uno es cada uno”.

 

La mujer de entonces necesitaba charlar con las demás mujeres (no con varones, estaba mal visto, sólo con el suyo) y los lavaderos públicos, los lunes por la mañana eran las redes sociales de entonces en las que cada una informaba de lo que sabía o le habían dicho y todas se enteraban de la actualidad.

El “mundo de la palabra”, del hablar y del escuchar, ya que eran ajenas al mundo de la acción, fuera de las labores domésticas, no consideradas como trabajo.

 

El varón ha perdido el monopolio, mantenido durante tantos siglos, de la preeminencia social, de la sabiduría,…y, al perderlo, o tener que compartirlo o disputarlo, al perderlo ha entrado en crisis.

 

Sin embargo el varón ha descubierto el mundo de los sentimientos, habiendo creído que era monopolio de la mujer.

 

El varón, ya, puede permitirse entrar en el mundo de la fragilidad y de los sentimientos, algo inimaginable durante tantos siglos.

 

Ya la mujer puede ser fuerte y el varón puede ser frágil y no es que ella “lleve los pantalones” sino que ambos los llevan o pueden llevarlos alternativamente.

 

El mundo de la racionalidad ha primado sobre el mundo de los sentimientos, unidos a la espiritualidad y a lo religioso y considerados poco científicos, teniendo en cuenta que en el sentimiento hay química como la hay en la racionalidad.

Han sido ellas las que acudían a la iglesia a rezar el rosario o la misa de los diarios, mientras el varón sólo iba los domingos y ocupaba la parte trasera de la iglesia.

 

Y es que el sentimiento pertenece al mundo de lo incalculable, lo contrario que la racionalidad.

 

La reacción sentimental no puede medirse mientras que la racionalidad sí puede, más o menos, calcularse.

 

Dos más dos son cuatro en el campo de la matemática, pero dos disgustos más dos disgustos no son sólo cuatro disgustos sino que, a veces, son lo que lleva a que alguien se tire por el balcón.

 

Como el trabajo y el cuidado de dos hijos es como si fuera el de tres o más hijos.

 

En el mundo del sentimiento las cosas no funcionan con la misma claridad.

 

Yo he escrito muchas veces que el hombre es razón y pasión, razón sentimental o sentimiento razonado.

 

En el XVIII, siglo de la Ilustración, de la Diosa Razón, también fue el siglo de Diderot y de Rousseau, que defendieron el sentimiento, pero mutilando la razón, dedicándola exclusivamente al cálculo. 

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