viernes, 18 de diciembre de 2020

ASÍ ES LA VIDA ( 19 ) LA MUERTE ( y 2 )

 

Sabemos que los genios no son totales, genios en todas las facetas humanas, y que hay genios matemáticos que socialmente son inadaptados, genios que son incapaces de una vida afectiva sentimental,…

 

Si admitimos, sin duda, que el hombre ha llegado por evolución de la especie ¿podríamos acelerar, culturalmente, científicamente, dicha evolución, diera un paso más y poder convertirse en algo distinto y superior?

¿O debemos aceptar que el hombre fue creado por Dios así y el hombre ya no puede dar un paso más?

No aceptar esa posibilidad de un escalón más y más alto significaría aceptar la premisa religiosa de una creación de la nada.

 

Las especies no evolucionan dentro de la misma especie, sólo las variaciones medioambientales hacen que determinadas formas de esa especie resulten mejor y las otras desaparezcan.

 

El hombre han encontrado los medios para compensar sus deficiencias y, lo mismo que los animales no tienen otra forma de cultura que la que desaparezcan los menos aptos en un determinado contexto biológico y los otros prosperen.

 

El hombre encuentra la posibilidad de crear contextos en los cuales funcione la mayor parte de los seres humanos.

 

La cultura va creando un caldo de cultivo logrando que el medio se adapte a nosotros y que nosotros no nos adaptemos al medio.

 

Mientras que el animal tiene que adaptarse siempre al medio el hombre adapta siempre le medio a sí mismo (como la calefacción y el aire acondicionado).

 

Nosotros somos una especie que ha prosperado mientras que otras han desaparecido, no es que hayamos sido otra cosa.

 

Aunque uno puede imaginarse la destrucción del mundo cultural por una conflagración nuclear o por el choque de un aerolito y puedan quedar sólo unas cuantas especies humanas y éstas tuvieran que reproducir ese proceso cultural nuevo y de nuevo.

 

Y eso, por poder, podría ocurrir pero sin llegar a ser tan negativo como quien decía: “yo no creo que el hombre descienda del mono, pero me parece que avanza hacia él de manera agigantada”.

 

Como y porque los hombres somos sociales, no sólo en el sentido colectivo, también en el sentido comunicativo, nos duele tanto la soledad sin tener que llegar al pesimista Schopenhauer: “el dilema humano es que hay que elegir entre la soledad y la ordinariez”

 

Mirar al otro, dialogar con él, reconocimiento mutuo,…es lo humano.

 

No caemos en la cuenta que si deseamos ser bellos, ser ricos, ser…., ser…. es porque existen los otros y nos relacionamos con ellos, porque si viviéramos totalmente solos, en una isla,… ¿para qué aspiraríamos a todo eso o cosas por el estilo?

El dinero es lo único que no nos llevaríamos a una isla desierta.

En el fondo nada hay tan social como el dinero.

 

Es verdad que somos egoístas, pero es porque, antes, somos gregarios.

 

¿La soledad es negativa?

 

J.L. Aranguren, en su Ética distingue varios tipos de soledad: la soledad soportada, la soledad sobrevenida, la soledad buscada,…

 

La soledad, cuando no es abandono, cuando no es un cierto recogimiento, sí es negativa.

 

Pero uno puede encerrarse en su casa rodeado de libros, de música, de películas selectas,…pensando cosas en diálogo con otros y no está solo, aunque así lo parezca, pero está muy bien acompañado.

 

El libro es una especie de conjuro mágico, sin necesidad de magia, por el cual convocamos a nuestro lado a Platón, a Kant, a Nietzsche,…es un placer del que se disfruta, poder dialogar virtualmente con ellos a través de sus escritos y darles la razón u oponerse a ellos,…

 

La soledad absoluta no existe, ni puede existir, porque vivimos con nuestros recuerdos con los que podemos alegrarnos o entristecernos.

 

Robinson solo, en la isla, se las ingenia e inventa todos los mecanismos de la compañía para estar, de algún modo, acompañado.

 

Además, se puede estar solo de alguien concreto pero no de otros muchos con los que estar en compañía.

 

También se puede estar solo rodeado de mucha gente, en un gran concierto o en una discoteca.

 

Yo tengo dos hijas: una me pidió un equipo de música para poder estudiar en su cuarto, la otra, en cambio, tenía que estar sin ruido alguno alrededor para estudiar (hasta el zumbido de una mosca le molestaba).

 

Yo, que no soy experto en música, y al que no le gusta el flamenco, sí me gusta escuchar, de fondo, música clásica mientras leo, paseo o resuelvo un sudoku, pero no soporto la música elevada de los grupos musicales modernos y, por supuesto, no es que no me guste, es que odio el reggaeton.

 

Decía (otra vez) Schopenhauer que “la capacidad mental de una persona es inversamente proporcional a la capacidad de ruido que soporta”, es decir, que cuanto más bruto es alguien más ruido tolera y cuanto más inteligente menos lo soporta.

 

La necesidad de ruido es (creo yo) una deficiencia.

 

Si la amistad ha sido siempre bien vista y exaltada no es (al menos sólo) por el deseo sexual sino porque son dos yoes que se reconocen distintos pero que se lo pasan bien hablando, simplemente, hablando.

Lo que llamamos “amistad” son transacciones mutuas de afecto.

 

Aunque existen, y muchas, amistades accidentales y pasajeras, como las que se hacen en una excursión, en un viaje.

Otras suelen ser más duraderas, como las que se hacen en el colegio o en la universidad, en la mili, en el trabajo.

 

Pero una soledad buscada, y conseguida, es altamente gratificante.

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