La cantidad, el derroche de
medios técnicos, en vez de facilitarnos la convivencia, nos distrae de ella por
tener que entenderlos y manejarlos.
Los medios espantan a los
fines, nos distraen de ellos.
No hablo de información, que
una persona, solitaria, en su habitación y con Internet puede, a través de las
redes sociales estar “comunicando” con muchos a la vez, pero no “conviviendo”.
La convivencia es otra cosa.
Una pareja de ancianos,
sentados en un parque, pueden estar callados pero están conviviendo, quizá no
tengan mucho de qué hablar pero sus manos están acariciándose.
Mucho se ha hablado y escrito
sobre la crisis de valores en la sociedad actual, y no creo que sea verdad, lo
que ocurre es que los valores no son los mismos que los de antes.
Lo que ocurre es que hay
tantos valores actualmente que no sabemos qué hacer con ellos, lo contrario que
en la antigüedad, en la que había muy pocos.
Antes existía el derecho de
pernada, hoy sería perseguido y condenado por violación.
Antes el paterfamilias podía
hacer con su mujer y con sus hijos lo que le diera la gana, hoy tanto la mujer
como los hijos tienen derechos y pueden denunciar a sus padres por abuso de
poder.
No hay crisis de valores,
pasa que muchos valores antiguos hoy son disvalores, y viceversa.
Hasta tenemos un teléfono,
gratuito y “que no deja rastro” para denunciar los abusos.
Hasta las ostras parecen
tener derechos: “no martirice una ostra viva echándole limón, porque, se
retuercen sufriendo) tienen derecho a vivir felices y Ud. no tiene derecho a
comérselas”.
Los ecologistas (ecólatras) y
los veganos atribuyen derechos a los mosquitos y a las lechugas.
Hay una proliferación de
derechos (de falsos derechos, porque sólo las personas los tienen, sólo las
personas son sujetos de derechos).
El cuerpo se contenta con
poco (a no ser que nos creemos (de crear) falsas necesidades.
Con comer, beber, dormir y
hacer el amor, al cuerpo le basta.
Pero el espíritu es otra
cosa, no parecen tener fin sus necesidades y por tanto sus derechos.
¿Habrá que cambiar el
concepto de “felicidad” por el concepto de “alegría”?
La alegría es el gran
misterio de la vida presente, no la felicidad que, para muchos, como está tras
la muerte, en la vida eterna, mientras está vivo todo sufrimiento es un salvoconducto
para entrar en el cielo, un “bonobús celestial”)
¿Cómo es posible haber
llegado a considerar el sufrimiento en esta vida como un mérito para la otra
(que, además, no estamos seguros de que exista)?
Recuerdo el “Nombre de
Se habla mucho y se comenta
que sólo en
La felicidad nunca puede ser
por una orden gubernativa, y se puede ser muy infeliz en un país bien
gobernado, porque en él no se dan las expectativas que todos y cada uno tienen.
Quien no conozca el dolor (no
que lo quiera) no puede sentir alegría.
La felicidad, como la
alegría, no pueden habitar sólo en el más allá, debe darse en la convivencia
con los otros.
Yo, que no soy
antirreligioso, en mi agnosticismo, sí soy anticlerical.
Ni creo ni admito que un
hombre pueda ser mediador entre un Dios y los hombres y que sólo pueda llegarse
a Dios tras pagar al intermediario.
“Dios, al ser ubicuo, está
hasta entre los pucheros” –decía la santa castellana y puede uno comunicarse
con Él directamente, sin pagar el impuesto clerical.
Una cosa es el “espíritu
religioso” y otra muy distinta es una “religión dogmática”
El mal por excelencia es el
hacer sufrir al otro, conscientemente, a sabiendas y sin motivo, por sadismo,
(porque a un niño se le puede castigar para que estudie, haga la tarea y aprenda
la lección) porque en el ayudar al otro pueden ir de la mano un creyente y un
agnóstico, la piedad ante el sufrimiento, para lo que no hay que ser religioso,
basta el humanitarismo, “no tratarlo como no te gustaría que te trataran a ti”
o, en forma positiva, “tratarlo como te gustaría que te trataran”.
Una Ética del sufrimiento no
puede ser una buena Ética, igual que las religiones disciplinarias, crueles,
inquisitoriales, no pueden ser unas buenas religiones, al ser las más alejadas
de la moral, lo contrario de lo que debe ser las religiones, fomentadoras de la
piedad con los necesitados.
“El hombre que tiene arte y
cultura, ya tiene religión, el que no tenga ni arte ni cultura, que tenga
religión” –afirmaba Goethe.
No puede excluirse que haya
algo después de la muerte, pero tampoco debe incluirse.
Puedes creerlo, pero la
creencia en algo no te garantiza la existencia de ese algo que crees, porque lo
creído es un deseo que no tiene por qué ser satisfecho.
Es lo que claramente decía
Gonzalo Puente Ojea y lo denominaba: “falacia conativa”.
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