domingo, 27 de diciembre de 2020

ASÍ SOY YO: CONFESIONES ( y 2 )

 


Cuando algún alumno me preguntaba sobre una cuestión político-social siempre les preguntaba si era para seguir mi opinión como la de una autoridad, por lo que les remarcaba que si ellos, a sus 18 años, pensaban como yo, ya con 60, ¡pobres ellos, no pobre yo! Porque, para ser conservador, de viejo, hay que haber sido revoltoso, contestatario, anarquista,…en la juventud.

 

Que al profesor, como a los padres, hay que escucharlos, atenderles (aunque sólo sea por educación) pero luego, por lo general, no hacerles caso.

 

Siempre me opuse a las corridas de toros porque siempre he sido consciente de que quien es cruel con los animales, a quien le gusta la crueldad de esos seres vivos (que no lo considero un problema moral sino una cuestión estética, porque los toros no son sujetos de derechos ni de deberes) dice que algo está torcido en su interior.

 

Si hay un animal que siempre me ha gustado es el galgo.

 

La caza de la liebre con galgo y caballo, en mi llana tierra castellana, contemplando una carrera tras la liebre y los galgos viejos que van los últimos y los jóvenes los primeros pero que cuando la liebre los tiene ya casi encima hace un corte de 90 grados y los galgos jóvenes, por inercia, siguen corriendo hacia delante mientras los galgos viejos, que venían detrás, se ponen los primeros y que al final serían ellos los que acababan con la liebre en la boca.

 

O cuando los galgos viejos, en vez de seguir a la liebre en su carrera, corren hacia la viña o los girasoles o el bosque porque intuyen (¿intuyen?) que la liebre, cuando se vea acosada, tenderá a ir al perdedero para hacerse invisible a los galgos.

 

Nunca disfruté de la presa, sino de la carrera inteligente (¿) de los galgos viejos.

 

Y de los viejos galgueros que veían la liebre “amoná” en su cama, desde lejos y me preguntaban si yo la veía. Imposible verla, sólo veía tierra y alguna broza. Y cuando yo iba por el cerro/valle adelante mirando y remirando y cuando saltaba, casi bajo mis pies,…

 

Y, cambiando de tercio.

 

Decía Platón que o haces política o te la hacen, así que es mejor poder hacerla e intentar hacerla.

Pero puede hacerse siendo afiliado a un partido (lo que nunca ha pasado por mi mente) o reflexionando sobre política, criticando y alabando según temas, no según personas.

 

En este último sentido sí soy político, me mojo, y cuando se me demuestra que estoy equivocado, sin problema alguno me bajo del burro, abandono mi errónea opinión y me apunto a otra más fiable.

 

 

Y que nadie me eche en cara que haya cambiado de opinión y diga, ahora, otra cosa o la contraria.

 

Reconocer un error ya es un acierto,

 

Julio Anguita, comunista, decía que si te caía bien y, sobre todo, no sólo no era un corrupto sino que ni sombra de corrupción había en él, que se votase, en vez de a uno del propio partido que sea corrupto o tenga sombra de ello.

 

Aranguren, en la lucha violenta de ETA con asesinados diarios, ante la noticia (o rumor) de que iba a aparecer una guerra sucia del Estado, el GAL, y ante el horror de la gente y la pertinaz sangre humana derramada, aprobaba dicha guerra sucia, que en esas circunstancias lo comprendía, pero que no lo aprobaba.

 

Se ha dicho, y muy a menudo, que los intelectuales siempre están en el bando del poder, para mejor vivir, o para poder sobrevivir.

No fue el caso de España.

Franco los eliminó físicamente o los expulsó de España y se exiliaron.

 

He escrito, en este blog, sobre el exilio intelectual durante los primeros años del franquismo (maestros, catedráticos de Instituto y, sobre todo, de Universidad, que dejaron a España como un erial cultural y dando fruto en los países de acogida a los republicanos, sobre todo México y Argentina.

 

Los pocos que quedaron en España había que llamarlos “paniaguados”, ninguno de talla internacional.

 

Otro error manifiestamente proclamado es que “todo intelectual es de izquierdas”, “todo intelectual tiene que ir contra el poder”

¿Por qué? ¿Y si lo que propone o aprueba es un “no” a la pena de muerte, un “no” a la tortura,..? ¿Por qué va a tener que ir contra ello? ¿Sólo porque lo proponga y lo legisle la derecha?

 

Eso es un absurdo.

 

Lo que tiene que hacer un intelectual es dar razones de lo que dice y de lo que propone.

 

Tanto obedecer al poder, cuando lo hace bien, como desobedecerlo, cuando lo haga mal, es necesario y lo propio de un intelectual.

 

Yo, lo confieso, siempre me ha gustado Bertrand Russell, como me ha gustado Voltaire y Nietzsche y, de los españoles suelo leer y coincidir con José Antonio Marina, Fernando Savater y Unamuno que me estimulan a quererlos.

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