¿Y la Religión ?
Durante toda la vida del
hombre en la tierra ha habido religión o espíritu religioso.
El desconocimiento de los
fenómenos atmosféricos (una riada, una peste, una sequía,…
¿Por qué?
La pregunta no tenía
respuestas humanas, no se sabía, por lo que el “no saber” es la “conditio sine
qua non” del “creer”.
Se creía en tantos dioses
como fenómenos atmosféricos inexplicables, dioses capaces de parar una riada o
de provocar la lluvia, de parar una tormenta o de que la cosecha sea abundante.
La religión ha sido, y es una
dimensión humana por la que el hombre pretende entrar en relación existencial
con los dioses.
Pero si bajamos de las
religiones antiguas a las de occidente y
hoy tan extendidas (judía-cristiana-islámica) ponen de relieve el carácter de
“reveladas”, siendo la misma divinidad la que toma la iniciativa y se pone en
contacto, a través de la revelación con el hombre religioso.
Que el hombre llegue a Dios a
través de la razón es imposible científicamente por tener que meterse en el
campo de la metafísica.
Todas las pruebas, todos los
argumentos que se han dado tanto de la existencia como de la esencia de Dios no
tienen valor probatorio.
Pero si es Él el que se abre
al hombre y se revela, un creyente lo tiene fácil, pero para un no creyente
(ateo, antiteo, agnóstico) eso es inadmisible.
Admirando la naturaleza se
veía a Dios en ella, como su creador, pero después los dioses se revelan a lo
largo de la historia y en sociedades determinadas.
Dios se manifiesta en la Historia (recuérdese el
pueblo judío, Moisés, las tablas de la
Ley , la esclavitud en Egipto, la tierra prometida, la
esperanza de la segunda venida,…)
Es todo el Antiguo Testamento
la narración de las aventuras que el pueblo judío tiene con su Dios, Jehová a
través de Moisés...
Como el Nuevos Testamento lo
es para la religión cristiana, con Jesucristo y El Corán lo es para el pueblo
musulmán, a través de su profeta, Mahoma.
El judío vive su experiencia
religiosa entre la memoria de los acontecimientos pasados, realizados por
Jehová a favor de su pueblo (sobre todo el Éxodo) y la esperanza de una
salvación definitiva, con la espera de la segunda venida del Mesías y la
escatología.
Hablamos sólo de las tres
religiones más cercanas, monoteístas, las “Religiones del libro”, revelados a
los hombres por su Dios intermediando su profeta, al menos el principal.
De la resurrección de Dios
(sólo en el Cristianismo) fue un escándalo cuando San Pablo la anunció en
Atenas a oyentes curiosos que se acercaron a escucharle pero que, cuando nombró
el tema de la resurrección, tanto de Jesús como de cada uno, fueron yéndose
alucinados y escépticos de lo que estaban oyendo.
El Cristianismo acepta el
Antiguo Testamento judío con esa manifestación y guía de su pueblo pero luego
aceptan la Encarnación
de Dios, hecho hombre, humillado, castigado, muerto en la cruz y sepultado pero
que resucitó al tercer día…
Y el Islamismo toma, en su
Corán, influencias de las dos anteriores.
Dios interviene en la
historia, en un tiempo lineal, con un comienzo, (la creación), un devenir (la
historia) y una meta final (culmen y planificación de la historia, en esa
segunda y definitiva venida de Cristo, al final de la historia).
San Agustín, en su De
Civitate Dei, expone los períodos de la historia, en la que se aprecia la idea
de “progreso”, aunque, a veces, aparezca lo que se nos hace un “regreso”, como
la caída de Roma pero es como el atleta que, para saltar más hacia delante,
retrocede para coger fuerza y velocidad, por lo que ese “retroceso” no es tal.
Pero el hombre moderno
prescinde de ese progreso religioso y tomando el tiempo en su mano se emancipa
de Dios en una doble dimensión: 1.- la del progreso científico-técnico, por el
que aspira a liberarse de las tiranías a las que la Naturaleza lo tiene
sometido (Saber-prever-dominar o proveer) (La naturaleza ya no es admirable,
espejo en el que Dios se refleja, sino objeto de dominio para aprovecharse de
ella, anulando sus contratiempos) y 2.- El progreso ético-social, por el que
pretende dominar su propia naturaleza, superando todas las contradicciones de
una sociedad desigualitaria, contraria a los intereses y a la libertad de los
individuos.
Ni manda la naturaleza,
vencible con las fuerzas de la razón, ni manda el rey-príncipe absolutista,
dejando el hombre de ser siervo y siendo libre, ciudadano.
En la primera dimensión
(sobre la naturaleza) con el aumento de los conocimientos científico-técnicos
es el valor de “utilidad” el que preside el proceso.
En la segunda son los valores
de libertad y justicia los que presiden el proceso.
Los dos progresos llevan
anejos una escala axiológica, el saber y
dominar y la puesta en práctica de los Derechos humanos.
Naturalmente el proceso de
secularización es impensable si previamente no estaba cristianizado, como si la
secularización no fuera sino la maduración del cristianismo, despojándolo de
las adherencias que estaban deformándolo.
Las armas de la emancipación
moderna son, por una parte, la razón, en su versión exclusivamente
instrumental, físico-matemática, porque “la naturaleza está escrita en len
guaje matemático, así que esa es la llave que va a permitirle entrar, conocerla
y dominarla, siendo señor y dominador, y ya no esclavo y dominado.
Pero de esa manera la razón
deja al margen otros valores, los cualitativos y no cuantitativos, al incidir
en lo matematizable, de lo no matematizable nada quiere saber y queda relegado
al ámbito subjetivo.
Y la libertad humana, siendo
señor de sí mismo, decidiendo por sí mismo y venciendo el absolutismo con su individualismo.
Aunque, posteriormente, ya en
el siglo XIX, cuando el modelo determinista de la ciencia física se haga cargo
del sujeto humano como objeto de investigación (Sociología y Psicología) el
positivismo acabará concluyendo que nada hay de la tan pretendida y aclamada
libertad o dignidad humana: el hombre y su comportamiento están determinados
por leyes (biológicas, psicológicas o sociológicas) tan rígidas como las de la
naturaleza física a pesar de la falsa creencia de su libertad.
El progreso científico-técnico,
llevado a su extremo, lejos de ser garantía de una vida humana, individual y
social más libre y éticamente más valiosa, será sutilmente dominado por
potentes técnicas de manipulación que las “ciencias humanas”, creadas por él,
lo han convertido en monigote, aunque sea inconsciente de ello y crea ser el
que elige lo que elige.
¿Dónde queda el
“antropocentrismo” cuando a lo que se ha llegado es a una élite que, con medios
potentes y sutiles, son dueños y señores de la gran mayoría de los hombres?
Los totalitarismos modernos,
brutales (como el nazismo y el estalinismo) o sutiles (como el capitalismo) son
los finales a los que el hombre ha llegado en su búsqueda de la libertad.
Igualmente el progreso
ético-social, al final, se rige por valores subjetivos, sin fundamento objetivo
(lo bueno es lo bueno para mí, ahora y así)
La ambigüedad del progreso
moderno estriba en que desaparece uno de los referentes esenciales de la idea
misma de progreso: la realización de valores.
Una buena publicidad nos hará
ver bello lo feo o feo lo bello, justo lo injusto, y al revés, bueno lo
perjudicial y al revés… siendo los nuevos dueños de los medios de manipulación
los que nos irán convenciendo de los valores que ellos quieren que nosotros
aceptemos y los adquiramos, porque, en el fondo, su valor fundamental, el que
rige todo su actuar, es el beneficio, la ganancia, la acumulación de riqueza y
tú (y yo) creyéndonos “libres de” y para elegir somos “esclavos de” estos
sutiles nuevos señores.
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