jueves, 25 de junio de 2020

FLORILEGIO 15 ( 6 ) FE: RELIGIÓN/RELIGIONES



¿Y la Religión?

Durante toda la vida del hombre en la tierra ha habido religión o espíritu religioso.
El desconocimiento de los fenómenos atmosféricos (una riada, una peste, una sequía,…
¿Por qué?

La pregunta no tenía respuestas humanas, no se sabía, por lo que el “no saber” es la “conditio sine qua non” del “creer”.
Se creía en tantos dioses como fenómenos atmosféricos inexplicables, dioses capaces de parar una riada o de provocar la lluvia, de parar una tormenta o de que la cosecha sea abundante.

La religión ha sido, y es una dimensión humana por la que el hombre pretende entrar en relación existencial con los dioses.

Pero si bajamos de las religiones antiguas a las de occidente  y hoy tan extendidas (judía-cristiana-islámica) ponen de relieve el carácter de “reveladas”, siendo la misma divinidad la que toma la iniciativa y se pone en contacto, a través de la revelación con el hombre religioso.

Que el hombre llegue a Dios a través de la razón es imposible científicamente por tener que meterse en el campo de la metafísica.
Todas las pruebas, todos los argumentos que se han dado tanto de la existencia como de la esencia de Dios no tienen valor probatorio.
Pero si es Él el que se abre al hombre y se revela, un creyente lo tiene fácil, pero para un no creyente (ateo, antiteo, agnóstico) eso es inadmisible.

Admirando la naturaleza se veía a Dios en ella, como su creador, pero después los dioses se revelan a lo largo de la historia y en sociedades determinadas.
Dios se manifiesta en la Historia (recuérdese el pueblo judío, Moisés, las tablas de la Ley, la esclavitud en Egipto, la tierra prometida, la esperanza de la segunda venida,…)
Es todo el Antiguo Testamento la narración de las aventuras que el pueblo judío tiene con su Dios, Jehová a través de Moisés...
Como el Nuevos Testamento lo es para la religión cristiana, con Jesucristo y El Corán lo es para el pueblo musulmán, a través de su profeta, Mahoma.

El judío vive su experiencia religiosa entre la memoria de los acontecimientos pasados, realizados por Jehová a favor de su pueblo (sobre todo el Éxodo) y la esperanza de una salvación definitiva, con la espera de la segunda venida del Mesías y la escatología.

Hablamos sólo de las tres religiones más cercanas, monoteístas, las “Religiones del libro”, revelados a los hombres por su Dios intermediando su profeta, al menos el principal.

De la resurrección de Dios (sólo en el Cristianismo) fue un escándalo cuando San Pablo la anunció en Atenas a oyentes curiosos que se acercaron a escucharle pero que, cuando nombró el tema de la resurrección, tanto de Jesús como de cada uno, fueron yéndose alucinados y escépticos de lo que estaban oyendo.

El Cristianismo acepta el Antiguo Testamento judío con esa manifestación y guía de su pueblo pero luego aceptan la Encarnación de Dios, hecho hombre, humillado, castigado, muerto en la cruz y sepultado pero que resucitó al tercer día…

Y el Islamismo toma, en su Corán, influencias de las dos anteriores.

Dios interviene en la historia, en un tiempo lineal, con un comienzo, (la creación), un devenir (la historia) y una meta final (culmen y planificación de la historia, en esa segunda y definitiva venida de Cristo, al final de la historia).

San Agustín, en su De Civitate Dei, expone los períodos de la historia, en la que se aprecia la idea de “progreso”, aunque, a veces, aparezca lo que se nos hace un “regreso”, como la caída de Roma pero es como el atleta que, para saltar más hacia delante, retrocede para coger fuerza y velocidad, por lo que ese “retroceso” no es tal.

La Modernidad opera, desde el Renacimiento, una progresiva secularización de la escatología cristiana prescindiendo, poco a poco, de todo referente religioso, pero mantiene la idea de un tiempo lineal (y no cíclico, como en el mundo griego) y abierto, lugar de novedad y de progresiva realización de lo que, en el fondo, sigue siendo una propuesta de salvación.

Pero el hombre moderno prescinde de ese progreso religioso y tomando el tiempo en su mano se emancipa de Dios en una doble dimensión: 1.- la del progreso científico-técnico, por el que aspira a liberarse de las tiranías a las que la Naturaleza lo tiene sometido (Saber-prever-dominar o proveer) (La naturaleza ya no es admirable, espejo en el que Dios se refleja, sino objeto de dominio para aprovecharse de ella, anulando sus contratiempos) y 2.- El progreso ético-social, por el que pretende dominar su propia naturaleza, superando todas las contradicciones de una sociedad desigualitaria, contraria a los intereses y a la libertad de los individuos.

Ni manda la naturaleza, vencible con las fuerzas de la razón, ni manda el rey-príncipe absolutista, dejando el hombre de ser siervo y siendo libre, ciudadano.

En la primera dimensión (sobre la naturaleza) con el aumento de los conocimientos científico-técnicos es el valor de “utilidad” el que preside el proceso.
En la segunda son los valores de libertad y justicia los que presiden el proceso.

Los dos progresos llevan anejos una escala axiológica,  el saber y dominar y la puesta en práctica de los Derechos humanos.

Naturalmente el proceso de secularización es impensable si previamente no estaba cristianizado, como si la secularización no fuera sino la maduración del cristianismo, despojándolo de las adherencias que estaban deformándolo.

Las armas de la emancipación moderna son, por una parte, la razón, en su versión exclusivamente instrumental, físico-matemática, porque “la naturaleza está escrita en len guaje matemático, así que esa es la llave que va a permitirle entrar, conocerla y dominarla, siendo señor y dominador, y ya no esclavo y dominado.
Pero de esa manera la razón deja al margen otros valores, los cualitativos y no cuantitativos, al incidir en lo matematizable, de lo no matematizable nada quiere saber y queda relegado al ámbito subjetivo.

Y la libertad humana, siendo señor de sí mismo, decidiendo por sí mismo y venciendo el absolutismo con su individualismo.

Aunque, posteriormente, ya en el siglo XIX, cuando el modelo determinista de la ciencia física se haga cargo del sujeto humano como objeto de investigación (Sociología y Psicología) el positivismo acabará concluyendo que nada hay de la tan pretendida y aclamada libertad o dignidad humana: el hombre y su comportamiento están determinados por leyes (biológicas, psicológicas o sociológicas) tan rígidas como las de la naturaleza física a pesar de la falsa creencia de su libertad.

El progreso científico-técnico, llevado a su extremo, lejos de ser garantía de una vida humana, individual y social más libre y éticamente más valiosa, será sutilmente dominado por potentes técnicas de manipulación que las “ciencias humanas”, creadas por él, lo han convertido en monigote, aunque sea inconsciente de ello y crea ser el que elige lo que elige.

¿Dónde queda el “antropocentrismo” cuando a lo que se ha llegado es a una élite que, con medios potentes y sutiles, son dueños y señores de la gran mayoría de los hombres?

Los totalitarismos modernos, brutales (como el nazismo y el estalinismo) o sutiles (como el capitalismo) son los finales a los que el hombre ha llegado en su búsqueda de la libertad.

Igualmente el progreso ético-social, al final, se rige por valores subjetivos, sin fundamento objetivo (lo bueno es lo bueno para mí, ahora y así)

La ambigüedad del progreso moderno estriba en que desaparece uno de los referentes esenciales de la idea misma de progreso: la realización de valores.
Una buena publicidad nos hará ver bello lo feo o feo lo bello, justo lo injusto, y al revés, bueno lo perjudicial y al revés… siendo los nuevos dueños de los medios de manipulación los que nos irán convenciendo de los valores que ellos quieren que nosotros aceptemos y los adquiramos, porque, en el fondo, su valor fundamental, el que rige todo su actuar, es el beneficio, la ganancia, la acumulación de riqueza y tú (y yo) creyéndonos “libres de” y para elegir somos “esclavos de” estos sutiles nuevos señores.

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