KIERKEGAARD.
El jorobado escritor danés.
Es difícil ser como él y querer
seguir sus pasos.
Un hombre que supo dar forma
a sus angustias y construirlas en reflexión metafísica y existencial.
“Temor y temblor” es un
escrito filosófico publicado en 1.843 y bajo pseudónimo.
El libro empieza con la
meditación de Abraham, donde él recibe la misión de Dios de sacrificar a
su hijo Isaac, como es descrito en el capítulo 22 del Génesis.
Sigue la
"Problemata", donde se plantean tres preguntas filosóficas que surgen
a raíz de la historia de Abraham, el “caballero de la fe”, el que rompe el
molde de lo humano y dice “sí” a lo que no entiende.
¿Cómo es posible que sin ser
padre, y ya en la vejez, Dios le prometa que será “padre de una descendencia
mayor que los granos de arena del desierto y que las gotas de agua del mar”,
que tenga un hijo, Isaac, a esa edad en la que ya es casi imposible tenerlo y
que, ahora, le pida que se lo sacrifique?.
¿No es contradictorio?.
Y, sin embargo está dispuesto
a hacerlo (…al final: “detente, Abraham…el cordeRo que aparece y que lo
sacrifica en vez de a su hijo)
Pero las preguntas que se
hace Kierkegaard:
1.- ¿Puede Dios alterar el
orden ético establecido? (Esto es, ¿puede ser considerado "bueno" el
intento de Abraham de sacrificar a su hijo, dado que, a pesar que fue un
mandato divino, el sacrificio humano es éticamente inaceptable?)
2.- ¿Existe una obligación
moral absoluta de cumplir con la palabra de Dios?
3.- ¿Es defendible desde un
punto de vista ético que Abraham quisiera esconder su propósito a Sarah,
Eleazar e Isaac?
En “Temor y temblor” Kierkegaard
introduce la figura del "caballero de la resignación infinita", quien
es capaz de desordenar todo por una gran causa y convivir con el dolor que eso
le produzca.
Kierkegaard eligió el dolor,
rompiendo su compromiso con Regina Olsen, de la que siempre seguiría estando
enamorado, con el pretexto de tener un temperamento inapropiado para el
matrimonio.
Fue en 1837 cuando conoció a
Regina Olsen, una muchacha de 14 años con quien mantuvo un atormentado episodio
amoroso que terminaría en ruptura en 1841, y a la que dedicó uno de sus libros
más famosos “O lo uno o lo otro" (del que forma
parte Diario de un seductor )
El padre de Kierkegaard era una
persona rica, respetable, severo y temeroso de Dios, pero…
Se desconoce a ciencia cierta
cuál es el terrible secreto que ha llegado a oídos del hijo en un momento de
descuido, pero pudieron ser dos.
Su padre había subido a lo alto de la montaña y, a gritos,
blasfemó, contra Dios o lo desafió.
Poco después morirán cuatro de sus seis hijos, sólo sobrevivieron
Sören Kierkegaard y otro hermano.
Pero también es posible pensar que la causa de su carácter de
tristeza tuviera un origen sexual, y fuera el hecho de que su padre se casara,
en segundas nupcias, con su criada de servicio, un año después del
fallecimiento de su primera esposa, y que, además, esta segunda mujer, la madre
de Søren Kierkegaard, dio a luz tan sólo dos meses después de celebrada la boda.
Hijo del segundo matrimonio
de un acaudalado comerciante y de estricta religiosidad, era el menor de siete
hermanos.
Jorobado de nacimiento, la
opresiva educación religiosa que vivió en la casa paterna está en la base de su
temperamento angustiado y su atormentada religiosidad, origen de numerosas
crisis.
Sin embargo, de puertas
afuera mantuvo una disipada vida social, en la que se distinguía por la
brillantez de su ironía y su sentido del humor.
Kierkegaard escribió, con pseudónimo,
los libros en que reconstruía el discurso del “esteta”, y también los que
dedicó al estadio “ético”.
Sólo cuando entró en la fase
del estadio “religioso”, a partir del año 1848, abandonó el uso de pseudónimos.
Éstos no respondían a la
voluntad de ocultar su identidad, sino a la intención de dar a cada personaje un
nombre y apellido propios (Víctor Eremita, Nicolaus Notabene, Johannes
Climacus, Johannes de Silentio, Constantin Constantinus...) con los cuales
caricaturizar una de las múltiples formas en que los hombres resuelven su
existencia.
Así, el “hombre esteta” sería
aquel individuo que, angustiado ante la imposibilidad de determinar por sí
mismo la buena dirección de su propia vida, suspendiese las decisiones para
evitar equivocarse: nada es preferible excepto si produce placer.
Por eso, el “esteta”, como
“individuo”, acabará dedicando toda su vida a encontrar la fórmula en que haya
quedado absolutamente desterrada la angustia.
Esta figura encuentra su
mejor ejemplo en “Diario de un seductor”, donde el goce de la vida, como
momentos aislados de placer, es lo único que guía al protagonista.
El “hombre ético”, en cambio,
confía en que, al contrario, su razón le proporcione los elementos necesarios y
suficientes para evaluar en cada momento la oportunidad de sus actos y, con
ello, guiar rectamente el curso de su vida; sin embargo, y en abierta oposición
a Hegel, para Kierkegaard esta figura queda atrapada en el espacio mediocre y
alienante de lo “público”, del concepto compartido, nivelador, en el que
desaparece el individuo.
Por último, el “hombre
religioso” albergará en sí mismo la tensión entre los dos estadios anteriores;
sentirá la dificultad para actuar, pero a la desesperación opondrá no su razón,
sino la pasión que el esteta derrochaba en las gestas amorosas, empleada ahora
en sentir hasta el final su temor a equivocarse, mientras no puede por menos
que actuar.
Instalado en el absurdo de la
existencia y en la angustia radical de la aspiración a la eternidad, el “hombre
religioso” afirma únicamente su fe, y a través de ella, su propia y radical
singularidad.
Søren Kierkegaard nació en
Copenhague en 1813, hijo de una sirvienta, segunda esposa de su padre, cuando
éste contaba ya más de cincuenta años de edad.
Por ello, siempre se llamó a
sí mismo “hijo de la vejez”.
REGINA OLSEN.
Como acabamos de decir, fue en
1837 cuando conoció a Regina Olsen, una muchacha de apenas 14 años, con quien
mantuvo un atormentado episodio amoroso que terminaría en ruptura en 1841, y a
la que dedicó uno de sus libros más famosos, “Aut Aut”, (“O lo uno o lo
otro”) (del que forma parte “Diario de un seductor”)
Victima de una parálisis,
murió en un hospital de Copenhague en 1855
Su padre, Michael Pedersen Kierkegaard, pertenecía a
una pobre familia campesina de Jutlandia Occidental, un territorio cuya tierra,
avara en frutos, y cuyo rudo clima ha hecho nacer en sus habitantes un sentido
en extremo puritano de la existencia.
Su niñez no se diferenció
mucho de la inmensa mayoría de niños jutlandeses, llena de pobreza, tristeza y
soledad pero, aún joven, se trasladó a la Capital , donde comenzó a tratar en lanas, un
comercio que le permitió juntar, en el curso de los años, una fortuna muy
respetable, llegando a ser, al propio tiempo, un ciudadano bien considerado.
Es el padre una persona socialmente
respetable, religiosamente temeroso de Dios y de carácter severo; tan sólo una
vez, en estado de embriaguez, dice unas palabras que hacen presentir horrores.
Así es como llega a sus oídos,
casualmente, la verdad al conocimiento del hijo, más este no se atreve nunca a
profundizar, no haciéndole preguntas a su padre ni a persona alguna.
Se desconoce a ciencia cierta
cuál es el terrible secreto que ha llegado a oídos del hijo en un momento de
descuido, pero posible es pensar que tenga un origen sexual, y su base sea el
hecho de las segundas nupcias del padre con su criada de servicio, apenas un
año después del fallecimiento de su primera esposa, y que esta segunda mujer,
la madre de Søren Kierkegaard, dio a luz tan sólo dos meses después de
celebrada la boda (o sea que iba con un prolongado embarazo)
En todo caso una cosa es
cierta: el descubrimiento del secreto, sea cual fuere, causó un tremendo choque
espiritual en el hijo; lo cual, no sólo fue la causa de que el mismo perdiese
la confianza que en su padre tenía, sino que también dio lugar a un período de
desequilibrio moral, durante el cual el joven Kierkegaard, descuidando sus
estudios universitarios, se lanzó a una vida de desenfreno.
Al tiempo de terminar sus
estudios de teología, se prometió formalmente con una joven, Regine Olsen, de
diez y seis años de edad y perteneciente a la burguesía y la cual había
conocido durante un par de años y por la que se sentía atraído, pero en seguida
de haberse prometido, comenzó a sentir dudas.
Kierkegaard comprendía
que nunca podría llegar a vencer esta melancolía y no creía poder tener la
fuerza de ánimo suficiente para confesar a su prometida cuál era, en su
opinión, la fuente principal de esta melancolía.
En aquellos tiempos, el
romper una promesa de matrimonio era un asunto muy mal visto, socialmente, y extremadamente
serio, puesto que podía tener consecuencias desagradables, especialmente para
la mujer, pues su buen nombre quedaba en entredicho.
Por esta causa y para salvar
el buen nombre de Regine, Kierkegaard decidió mostrarse como el verdadero
culpable, actuando de forma tal que fuese ella la que rompiese la promesa
matrimonial.
Fue en noviembre de 1841 cuando
rompió con Regine.
Quince días después, marchó a
Berlín, ciudad que visitó dos veces en el curso de su vida, siendo estas
visitas los únicos viajes que hizo al extranjero.
En Berlín, lejos de la escena
en que había vivido los últimos meses empezó su carrera de escritor y, una vez
comenzada, su pluma pareció un torrente que, sin cesar, le hizo seguir este
camino durante los diez años siguientes, que constituyen el período de
producción más concentrada que ningún escritor danés haya podido mostrar en su
vida, y es sin duda, uno de los períodos de creación literaria más fecundos, en
relación al tiempo que dura, que se dan en la historia de la literatura
mundial.
En 1843 publica nada menos
que seis obras, de las cuales la primera es la más extensa y voluminosa que ha
escrito, “O lo uno o lo otro”.
Esta obra nos introduce de
lleno en el mundo de las ideas de Søren Kierkegaard.
En “Temor y Temblor” se
ocupa nuevamente de sus pasadas relaciones amorosas con Regine, pues éstas
llenan de continuo su mente, a causa del sentimiento de culpabilidad que, muy
comprensiblemente, le embargaba.
En esta obra la figura
central es el Abraham bíblico, el hombre decidido a sacrificar a su propio
hijo, en obediencia de un mandato de Dios.
Considera Kierkegaard, pues, en
ese momento, que cuando él creyó que su matrimonio era imposible, y se resignó,
debería haber tenido fe porque, si la hubiera tenido, habría estado embargado
por el convencimiento de que para Dios todo es posible: incluso, en contra de
toda probabilidad, convertir en posible un matrimonio imposible, y con esta fe,
debería haber permanecido al lado de Regine.
“Repetición” es, en todos sus
puntos, una continuación de la obra anterior.
Con los manuscritos de estas
dos obras vuelve a Copenhague y darlos a la imprenta, más de pronto, recibe una
noticia paralizante: Regina es la prometida de otro hombre.
Para Kierkegaard, esta
noticia significó que todas las ideas surgidas en su mente no eran otra cosa
que farsa e ilusiones.
La ruptura, que se había vuelto
definitiva, irrevocable, a causa de haberse prometido Regine con Fritz Schlegel
(que ya lo miraba con buenos ojos antes de que Kierkegaard hubiese hecho su
aparición en el mundo de Regine), borraba todo sueño de matrimonio espiritual y
avanzaba majestuosamente en el mundo del pensamiento y de la poesía.
Los dos años siguientes
fueron los años de más impetuosa labor en la vida de Kierkegaard, y también los
años en que su poder creador logró sus más esplendorosos triunfos literarios y
filosóficos.
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