Crítica A La RELIGIÓN CRISTIANA.
Nietzsche considera que la religión cristiana
lleva hasta el final el desprecio por la vida, característico de la cultura occidental
desde Sócrates y Platón.
Su superación radical es
necesaria para la
aparición del hombre nuevo, del superhombre.
Para entender su crítica al cristianismo
debe recordarse que, según este autor, la religión no es una experiencia
verdadera pues no es experiencia de una entidad real, de una entidad que
realmente exista; dicho de otro modo, Nietzsche considera verdadero el
ateísmo y falsa toda creencia en lo sobrenatural.
Aceptado este principio, la
tarea que se propone Nietzsche es comprender cómo es posible que durante tanto
tiempo se haya creído en esta ilusión. Y la solución que presenta es la misma
que le sirve para explicar la aparición de las construcciones metafísicas que
con tanta dureza ha criticado (la ciencia, la metafísica,...): el estado
de ánimo que promueve el éxito de las creencias religiosas, de la invención de
un mundo religioso, es el de resentimiento, el de no sentirse cómodo en la
vida, el afán de ocultar la dimensión trágica de la existencia.
Nietzsche se enfrenta a los
siguientes elementos de la religión cristiana:
1. La “Metafísica Cristiana”:
Nietzsche resume la
concepción del mundo propia del cristianismo indicando que esta religión es
“platonismo para el pueblo”: el espíritu que anima al cristianismo es
exactamente el mismo que animó a Platón, la incapacidad vital para aceptar
todas las dimensiones de la existencia y el afán de encontrar un consuelo fuera
de este mundo.
El cristianismo no añade nada
esencialmente nuevo a la filosofía platónica; como ya hizo Platón, el
cristianismo presenta una escisión en la realidad: por un lado el mundo
verdadero, eterno, inmutable, en donde se realiza el Bien, la Verdad y la Belleza , y por otro el
mundo aparente, cambiante, abocado a la muerte e imperfecto; por un lado el
mundo del espíritu, por otro el mundo de la materia, de la corporeidad.
El cristianismo traduce la
filosofía platónica en términos comprensibles para todo el mundo.
Por esta razón las críticas
al platonismo valen también para el cristianismo.
2. La “Moral Cristiana”:
Con el cristianismo triunfa
una moral que reivindica valores propios de lo que llama Nietzsche “moral de
esclavos”, los valores de la humildad, el sometimiento, la pobreza, la
debilidad, la mediocridad.
El cristianismo, dice
Nietzsche, solo fomenta los valores mezquinos: la obediencia, el sacrificio, la
compasión, los sentimientos propios del rebaño; es la moral vulgar, la del
esclavo, la moral de resentimiento contra todo lo elevado, lo noble, lo
singular y sobresaliente; es la destrucción de los valores del mundo
antiguo, la peor inversión de todos los valores nobles de Grecia y Roma, la
rebelión de los esclavos contra sus señores; el cristianismo es el
"enemigo mortal del tipo superior del hombre".
Con el cristianismo se
presenta también una de las ideas más enfermizas de nuestra cultura, la idea
de culpabilidad, de pecado, de la que sólo se puede huir con la afirmación
de la “inocencia del devenir” o comprensión de la realidad y de nosotros mismos
como no sometidos a legalidad alguna, a ningún orden que venga de fuera, con la
reivindicación de la conducta situada “más allá del bien y del mal”.
3. “Influencia
“perversa” del Cristianismo:
Con el triunfo de esta
religión, todo el pensamiento occidental queda viciado por su punto de vista,
es el corruptor de la filosofía europea, ésta “lleva en sus venas sangre de
teólogos”.
4. Valoración de
Jesús:
Sin embargo, Nietzsche no
valora tan negativamente la figura de Jesús ni del cristianismo primitivo:
haciendo una lectura muy distinta a la tradicional, considera que lo que ahora
entendemos por cristianismo debe mucho más a San Pablo que a Jesús.
Para Nietzsche Jesús se
presenta como un revolucionario, un anarquista contrario a todas las
manifestaciones del orden, fundamentalmente del poder religioso tradicional,
como uno de los más destacados defensores de la renuncia a la violencia y a los
brillos mundanos de sus contemporáneos; y por esta actitud subversiva fue
crucificado: “El cristianismo es aún posible en todo momento... No está ligado
a ninguno de los dogmas impúdicos que se han engalanado con su nombre; no tiene
necesidad ni de la doctrina de un dios personal, ni de la del pecado, ni de la
inmortalidad, ni de la redención, ni de la fe; puede prescindir en absoluto de
la metafísica, y todavía más del ascetismo y de una ciencia natural
cristiana...
El que hoy dijera “Yo no
quiero ser soldado”, “yo no me ocupo de los tribunales”, “yo no reclamo el
auxilio de la policía”, “yo no quiero hacer nada que perturbe mi paz interior;
y si debo sufrir por esto, nada conservará mi paz mejor que el sufrimiento”...
ése sería cristiano” (“La voluntad de poder”).
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