Los filósofos se ponen fuera
del tiempo de ahora, no sólo se convierten en la “mala conciencia” de su tiempo
sino que, además, miran la época desde un allá fuera en la que “la verdad y la
virtud” adquieren realidad en la que viven.
El nuevo filósofo no es/no
puede ser un “especialista” (un bárbaro que, por estudiar la parte acotando y
desarrollándose en una parcela de la realidad, pierde de vista el “todo”) sino
un “generalista”, instalado en la amplitud y en la multiplicidad, el que ve la
totalidad.
La barbarie de los
especialistas –que diría Ortega.
Es necesario generar una
voluntad fuerte, que cambie el rumbo de las cosas, frente a la voluntad débil
del hombre moderno.
Frente a esa humanidad
nivelada, idiotizada, humilde, gobernada por el ideal de “igualdad”, fruto del
socialismo, de la democracia y de la doctrina judeo-cristiana, debe surgir esa
voluntad fuerte, que sobresalga de esa mediocridad.
La grandeza es un rasgo
típico de la aristocracia como la bajeza lo es de la plebe, del rebaño.
Lucha permanente contra esos
ideales colectivos e igualitarios, propios de la masa, de la plebe, del rebaño.
Los nuevos filósofos son la
prueba viviente de lo que puede ser el porvenir humano, y podemos serlo si
estamos dispuestos a dar el salto a lo terreno y nos liberamos de todas
nuestras cargas morales ultraterrenas, recuperando, simplemente, el sentido de
la tierra y de la vida.
Porque esa ha sido la
historia de la humanidad, la historia de una mentira, la historia de un error
en la que la vida era “una mala noche en una mala posada” y la tierra “un hogar
de locos”.
Los filósofos harán posible
el abandonar la tierra de los padres para avanzar al hogar de los hijos, a la
tierra de los hijos
Uno de los sellos distintivos
de la antigua aristocracia griega era la Veracidad y, con ella, se distinguía del pueblo
bajo, de la plebe, que era mentirosa.
Esa Veracidad es la Nobleza den nuevo filósofo
frente al mentiroso hombre vulgar.
Resulta extraño, frente a los
ideales del rebaño, de la igualdad y de la nivelación, impuestos por los
sistemas democráticos, el nuevo ideal de la desigualdad, de la instauración de
la grandeza, de la distinción y de la amplitud de miras.
“El más grande es el más
divergente, el que esté mas allá del Bien y del Mal, el señor de las nuevas
virtudes, el sobrado de voluntad. Y hagamos, una vez más, la pregunta: ¿es hoy
posible la grandeza?”.
“Lo que un auténtico filósofo
es resulta difícil de aprender, pues no se puede enseñar; hay que “saberlo”,
por experiencia o se debe tener el orgullo de no saberlo. La filosofía es,
fundamentalmente, una experiencia”.
La filosofía rechaza
automáticamente a quien no está capacitado para acceder a ella. Es un reino de
pocos y para pocos….y si los caminos al futuro son cada vez más difíciles,
escarpados, hechos para grandes y por grandes…el ámbito de la filosofía y de
los filósofos es un campo restringido a muy pocos y son esos filósofos los
llamados a estructurar el nuevo orden, a legislar sobre el nuevo orden y a crear
valores que correspondan a ese nuevo orden del mundo.
“Pensar”, “tomar en serio”,
“tomar con gravedad una cosa”,…son la misma cosa y va todo junto en los nuevos
filósofos porque así lo han vivido ellos.
Esto establece la diferencia
entre un filósofo y un pensador, o un docto, o un erudito, que no lo han vivido
en sus propias carnes.
Los que tomaron y vieron a
Nietzsche como un pensador, como un docto, como un erudito, los filósofos
académicos y, por supuesto, los moralistas, los filósofos-sacerdotes, lo han
vilipendiado porque no han llegado a entenderlo, por eso lo han visto como un
peligro, como una amenaza para sus feudos intelectuales y morales, al haberse
cargado, con el martillo, sus esquemas de pensamiento y sus interpretaciones
del mundo, de la vida, del hombre.
¡Es tan ruin descalificar lo
que se desconoce por chocar con los esquemas propios de pensar, de actuar y de
vivir¡
Nietzsche no es un erudito,
ni es un docto, no se conforma con reproducir los viejos conceptos de
pensadores previos, fielmente o combinados, para dar la sensación de novedad.
Nada que ver con la ruptura y
originalidad de Nietzsche.
Quizá sean los artistas, con
sus creaciones originales, y utilizando los mismos colores y los mismos
soportes que los copistas, los más cercanos a Nietzsche.
Es el artista, y no el
imitador, el que está más cerca de la belleza, igualmente es el
filósofo-artista y no el erudito ni el docto, el que está más cerca de la
verdad.
Frente a esa nivelación, a
esa igualdad, a esa uniformidad,…el problema de la jerarquía y de la
desigualdad natural entre los hombres adquiere todo el sentido para el nuevo
filósofo y para la nueva filosofía.
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