CRÍTICA A LA EPISTEMOLOGÍA
TRADICIONAL.
Nietzsche critica las tres
tesis citadas.
1. LA VALIDEZ DE LOS CONCEPTOS.
El nivel más elemental de la
utilización de la razón es el nivel de los conceptos, porque ellos son los
depositarios de los significados mediante los que describimos las propiedades
de las cosas.
La filosofía ha considerado
siempre que la realidad puede representarse correctamente mediante conceptos,
que éstos reflejan la realidad, y que las relaciones entre los conceptos son
capaces de representar las relaciones entre las cosas.
Para ello, y de modo más o
menos explícito, aspiró a la definición precisa de cada término, al rigor en el
uso de las palabras y a su aplicación unívoca y no metafórica.
Consideraba que entender una
realidad es subsumirla en un concepto, es disponer de un concepto para
comprenderla.
Cuando utilizamos la palabra
“árbol” en un sentido no metafórico (por ejemplo, para hablar tanto de los
pinos como de los manzanos) suponemos que en lo que llamamos “pino” están
presentes también las cualidades fundamentales descritas con dicha palabra, y
que en lo que llamamos “manzano” están presentes también las mismas cualidades.
Pero si son dos cosas
distintas, esto que llamo “manzano” y esto que llamo “pino” ¿cómo es posible
que también sean iguales?
La tradición filosófica
resolvía este problema indicando que en ambos, el “manzano” y el “pino”,
encontramos dos formas de ser: la esencia o conjunto de propiedades básicas,
presentes también en otras entidades individuales (en este caso, en todas que
reciben el nombre de “árbol”), y los rasgos accidentales que dan lugar a las
diferencias entre individuos de un mismo género.
Pero, ¿qué podríamos pensar
si considerásemos que no existen las esencias, si creyésemos que en la realidad
no hay nada que sea absolutamente idéntico entre dos objetos?.
Y más aún, ¿qué podríamos
pensar si considerásemos que ni siquiera un objeto es idéntico a sí mismo
puesto que cambia, aunque tal vez de forma imperceptible, a lo largo del
tiempo?
Ésta es precisamente la tesis de Nietzsche: en el mundo no existen esencias, no existe un rasgo (o varios rasgos) que se encuentre en todos y cada uno de los individuos; ni siquiera existen los objetos, pues la identidad que nosotros les atribuimos, su “ser los mismos” con el paso del tiempo, es una consecuencia de nuestro modo substancialista de representarnos la realidad.
Ésta es precisamente la tesis de Nietzsche: en el mundo no existen esencias, no existe un rasgo (o varios rasgos) que se encuentre en todos y cada uno de los individuos; ni siquiera existen los objetos, pues la identidad que nosotros les atribuimos, su “ser los mismos” con el paso del tiempo, es una consecuencia de nuestro modo substancialista de representarnos la realidad.
Como dice en “Sobre verdad y
mentira en sentido extramoral”, formamos los conceptos de las cosas al
abandonar las diferencias individuales, las notas distintivas.
Dada esta creencia, que el
propio Nietzsche reconoce heracliteana, no es extraño que para este
filósofo el pensamiento conceptual no sea un buen recurso para expresar la
realidad.
No es posible que la misma
palabra sirva para referirnos adecuadamente a dos cosas distintas, porque si
cubre adecuadamente la realidad de una de ellas no puede cubrir también la de
la segunda, ya que la primera es inevitablemente distinta de la segunda (puesto
que no existen las esencias o las realidades universales presentes en varios
objetos).
Recordemos las diferencias
entre el uso unívoco, equívoco y análogo de una palabra: una palabra se usa de
forma unívoca para referirse a dos objetos cuando la utilizamos exactamente con
el mismo significado en los dos casos, cuando los significados fundamentales
que se incluyen en ella se los atribuimos a los dos objetos, como cuando
decimos que la figura que llamamos “isósceles” es un triángulo y la que
llamamos “equilátero” es un triángulo.
La usamos de modo equívoco
cuando la utilizamos con significados distintos, cuando la predicamos de dos
cosas sin que tengan un significado común (“gato” como animal y “gato” como una
máquina para levantar pesos a poca altura).
Finalmente, una palabra se
usa de un modo análogo o metafórico cuando no la utilizamos con su significado
propio sino en parte distinto y en parte igual, como cuando Descartes utiliza
la metáfora del “árbol” para referirse a la totalidad de los saberes humanos y
a sus relaciones.
Los significados de las
palabras describen las propiedades de las cosas; de este modo, el uso unívoco
de las palabras supone que dos cosas distintas deben tener las mismas
propiedades, el uso análogo o metafórico en parte las mismas y en parte
distintas, y el equívoco ninguna propiedad en común.
La idea de la realidad que
tiene Nietzsche induce a pensar que no podemos utilizar las palabras de un modo
unívoco; lo más que concede Nietzsche es el uso análogo o metafórico del
lenguaje: la metáfora es mejor modo de captar la realidad que el
concepto preciso pues la metáfora implica desigualdad entre los objetos,
no presenta significados sino que los sugiere, deja abierta la posibilidad al
oyente o lector de que él mismo complete el significado a partir de su propia
experiencia del mundo.
Por esta razón, es
perfectamente comprensible el estilo que emplea Nietzsche para expresar sus
ideas filosóficas: no demuestra ni argumenta pues no cree en la demostración,
no expone sistemáticamente su filosofía pues no cree que el mundo sea un
sistema o totalidad ordenada, no emplea con precisión ni rigor los conceptos,
emplea la sugerencia, la metáfora, el aforismo.
Para Nietzsche, el arte
es un medio más adecuado de expresar el mundo que la filosofía.
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