2. OBJETIVIDAD DE LA LÓGICA
Las leyes de la razón son
también leyes del mundo.
Este principio es también
común a toda la filosofía tradicional, aunque interpretado en términos
radicales por las corrientes racionalistas y en términos más moderados por las
de orientación empirista.
Los principios básicos a los
que se somete la razón cuando ésta se utiliza adecuadamente (la lógica), son
también los principios básicos de la realidad.
Por ejemplo, si queremos ser
racionales, y asegurarnos el conocimiento del mundo, debemos evitar la
contradicción, y esto es así porque el principio lógico fundamental (dos
proposiciones contradictorias no pueden ser ambas verdaderas) es expresión de
un principio que determina la realidad misma: la realidad no es contradictoria,
un objeto no puede poseer predicados contradictorios (no podemos aceptar como
verdaderas las proposiciones “la mesa es negra” y “la mesa no es negra”, porque
la mesa o es negra o no es negra).
Frente a este punto de
vista, Nietzsche afirma el carácter irracional del mundo: la lógica, la
razón, son invenciones humanas, “no nos es posible afirmar y negar una misma
cosa; se trata de un principio de experiencia subjetiva que no expresa una
“necesidad”, sino simplemente una incapacidad”.
Las cosas no se someten a
regularidad alguna, el mundo es la totalidad de realidades cambiantes,
esencialmente distintas unas a otras, y acogen en su interior la contradicción.
De nuevo, la metafísica
tradicional pudo defender su punto de vista porque creyó en la existencia de un
Mundo Verdadero (explícitamente Platón reconoce que sólo la existencia del
mundo de las Ideas, de un mundo eterno y absoluto, garantiza la superación
definitiva del relativismo).
Si negamos la existencia de
dicho mundo, como nos propone Nietzsche, parece inevitable declarar la
irracionalidad de lo existente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario