Crítica a la MORAL TRADICINAL
Nietzsche critica, de la
moral tradicional: 1.- Su dogmatismo moral y 2.- Su carácter antivital.
1)
EL DOGMATISMO
MORAL.
El dogmatismo moral presenta
las dos características siguientes: consideración de los valores morales como
valores objetivos y universalidad de los valores morales:
Crítica a la consideración
objetiva de la moral.
Platón situó los valores en
el mundo eterno e inmutable de las Ideas, el cristianismo los sitúa en el
ámbito eterno e inmutable de la mente de Dios. Pero la moral tradicional, dice
Nietzsche, se equivoca totalmente: los valores morales no tienen una
existencia objetiva, no existe un ámbito en el que se encuentren los valores
como realidades independientes de las personas, no existen los valores como una
de las dimensiones de las cosas, ni como realidades que estén más allá de
éstas, en un supuesto mundo objetivo.
Los valores los crean las
personas, son proyecciones de nuestra subjetividad, de nuestras pasiones,
sentimientos e intereses, los inventamos, existen porque nosotros los
hemos creado.
Sin embargo, es frecuente
olvidar este hecho, de ahí que habitualmente los vivamos como objetivos y los
sintamos como mandatos, como exigencias que vienen de fuera (de la ley de Dios,
de la Naturaleza
o de la conciencia moral).
El dogmatismo moral consiste
precisamente en olvidar que los valores dependen de nosotros, consiste en
mantener que tienen una existencia objetiva.
Crítica a la Universalidad de los
valores.
Como consecuencia de la
creencia en el carácter independiente de los valores, la moral tradicional
creyó también que las leyes morales valen para todos los hombres: si algo es
bueno es bueno para todos, si algo no debe hacerse no es correcto que lo haga
nadie.
Esto es, precisamente, lo que
indicaba el imperativo categórico kantiano y la conclusión a la que se podía
llegar también a partir de la consideración tomista de la ley moral como
consecuencia de la ley natural, y ésta de la ley eterna.
Nietzsche niega este segundo
rasgo del dogmatismo moral: si realmente los valores existiesen en un Mundo
Verdadero y Objetivo podríamos pensar en su universidad, pero no existe dicho
Mundo, por lo que en realidad los valores se crean, y por ello cambian y son
distintos a lo largo del tiempo y en cada cultura.
Una vez criticado el
fundamento absoluto que sirve de soporte a la validez de la moral, no se puede
pensar en su universalidad.
2)
LA MORAL TRADICINAL ES ANTIVITAL.
Podría
parecer que con la descripción anterior Nietzsche está justificando toda
apreciación moral, sea cual sea, ya que todas, en el fondo. valen lo
mismo: nada.
Pero
esto no es así: aunque la defensa de un criterio de verdad moral puede parecer
algo paradójico desde su punto de vista, Nietzsche nos propone uno, pues todas
las tablas de valores son inventadas, pero hay algunas mejores que
otras; el criterio utilizado para esta apreciación es el de la
fidelidad a la vida: los valores de la moral tradicional son valores contrarios
a la vida, contrarios a la categorías básicas que parecen estar involucradas en
la vida.
La
moral tradicional (la moral cristiana) es “antinatural” pues presenta
leyes que van en contra de las tendencias primordiales de la vida, es una moral
de resentimiento contra los instintos y contra el mundo biológico y
natural.
Esto
se ve claramente en la obsesión de la moral occidental por limitar, hasta casi
prohibir, el papel del cuerpo y la sexualidad.
El
dogmatismo moral tiene varias implicaciones (para Nietzsche “patológicas”): la
idea de pecado y de culpa, y la idea de la libertad.
La idea de pecado es una de
las ideas más enfermizas inventadas por la cultura occidental: con ella el
sujeto sufre y se aniquila a partir, sin embargo, de algo ficticio, pues no
existe ningún Dios al que tengamos que rendir cuentas por nuestra conducta, sin
embargo el cristiano se siente culpable ante los ojos de Dios, se siente
observado, cuestionado, valorado por un Dios inexistente, del que incluso
espera un castigo.
Situación paradójica por
cuanto este Dios y los propios valores morales son una creación de él mismo.
El cristianismo (y todo el
moralismo occidental) tiene necesidad de la noción de libertad: para poder
hacer culpables a las personas es necesario antes hacerlas responsables de sus
acciones.
El cristianismo cree en la
libertad de las personas para poder castigarlas. “No puede negarse que el
error más grave, más pertinaz y peligroso, que jamás fue cometido, ha
sido un error dogmático, es decir, la invención de un espíritu puro y del bien
en sí de parte de Platón” (“Más allá del bien y del mal”).
Los valores tradicionales son
los de la moral de esclavos y frente a ellos Nietzsche propone la moral de los
señores, los valores del superhombre y de afirmación de la vida.
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