Toda esta fiebre científica
por la explicación, está bien cuando se aplica a fenómenos físicos o
fisiológicos, pero cuando se aplica a los fenómenos psíquicos es apostar por su
destrucción, por su incomprensión.
¿Dónde queda la vivencia?
Frente a los intentos
reduccionistas de la ciencia, de reducir el todo a la suma de sus partes,
(cuando el todo es más que la suma de sus partes) hay que apostar por la
realidad concreta, y no por abstracciones naturalistas, como en el caso del
“amor” que queda deformado o, mejor, aniquilado.
Estas vivencias psíquicas
sólo pueden ser percibidas por la conciencia, que es lo único e inmediato y
que, por ello, no admite explicación, sino aceptación.
La experiencia primaria y
original de la conciencia es el fenómeno de la percepción.
La conciencia nos revela,
así, de manera inmediata, dos dimensiones esenciales de la realidad: la
aspiración al ser y la aspiración al valer.
La percepción nos coloca,
pues, ante los tres reinos fundamentales de la realidad: 1.- La esfera, ámbito
o campo de las sensaciones (colores, formas, sonidos, olores, sabores,..) 2.-
La esfera o ámbito o campo de las ideas (líneas, planos, substancias,
accidentes, esencias,...) y 3.- Esfera, ámbito o campo de los valores
(justicia, libertad, bondad, caridad, belleza,…).
El primero de esos ámbitos es
el mundo de la experiencia inmediata, el segundo es el de la ciencia, el
tercero es el mundo de los valores (los sentimientos, el odio, la fobia o la
filia, el amor, el rencor,…)
Éste último ámbito sería el
propio de la filosofía.
Uno de los filósofos que tuvo
que exiliarse, a pesar de ser una persona profundamente cristiana, pero también republicano y socialista, por lo que el año
39, el año de la Victoria ,
tuvo que embarcar para América como otros muchos miles, me refiero al catalán,
Joaquín Xirau (Figueras (Gerona) 1.895 –México 1.946), interrumpiéndose así su
extraordinaria labor de estímulo y desarrollo de las actividades filosóficas en
la Escuela de
Barcelona, y siendo México quien recogiera el fruto granado de muchos años de
meditación en España con su docencia, sus escritos, sus publicaciones, en el
país de acogida.
Su muerte prematura hizo que
no fuera para la Escuela
de Barcelona lo que Ortega y Gasset lo era en la Escuela de Madrid.
Su filosofía es una
Metafísica del amor, expuesta en su obra “Amor y Mundo”, de 1.940, en que
partiendo del “eros” y el “logos” de los griegos y, sobre todo de la “caridad”
y el “ágape” cristiano, trata de mostrar la relación íntima entre el Ser y el
Valor, afirmando que “el Ser no existe en sí, en tanto que el Valor se
manifiesta por su dinamicidad, por su capacidad de movimiento.
Esa relación íntima entre Ser
y Valor se conjugan para que el Ser adquiera vida y el Valor adquiera
objetividad, claridad y transparencia.
El misterio resultante sólo
será comprensible mediante una “actitud amorosa” que conduce a la “plenitud
espiritual”.
Si el Amor es plenitud y es fuerza,
es igualmente, renovación del Ser Valor y Ser reunidos para que el Ser viva.
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