¿Es que el científico no es
como el daltónico que no ve en la filosofía nada de utilitario sino una serie
de sistemas refutados y un lujo derrochador que a nadie aprovecha?
Si le preguntáramos a
Aristóteles por la utilidad de la filosofía nos diría que ninguna porque la
“utilidad” es un valor de medio para, “sirve para” y ese es el valor superior.
La filosofía es valiosa en sí
y no porque “sirva para”, subordinada a ese objeto del “para”, un valor
“absoluto” y “no relativo”, una valor de fin y no de medio.
La pérdida de la filosofía
implica la pérdida de una cultura superior y este desplazamiento hacia la
ciencia y la técnica (los “nuevos bárbaros” en lenguaje orteguiano) ha hecho
perder base a la cultura misma.
Los filósofos (siempre con la
excepción de Heráclito) son esos regios y magníficos eremitas del espíritu y,
con cuanta razón, ante éstos y por éstos, el hombre de ciencia puede sentirse,
en comparación, perteneciente a una especie mejor.
Nietzsche arremete contra los
filósofos positivistas, rendidos ante la ciencia y considerados sólo doctos y
especialistas.
Ante todo este panorama
filosófico, por culpa de ellos, los científicos no sólo se consideran
independientes del saber filosófico, sino superiores a él.
La filosofía debe encontrar,
de nuevo, su camino.
¿Cómo puede seguirse hablando
de “filosofía” cuando ésta sólo suscita “desconfianza”, “fastidio”, “burla”,
“compasión”?
La filosofía no sólo ha
perdido su papel de guía de las ciencias, también de la existencia humana y
debe recuperarlo a riesgo de perecer ella y el sentido de toda una cultura
superior.
Con nostalgia de tal pérdida
siente nostalgia ante el avance irremediable de la plebe, de la democracia y de
la ciencia plebeya.
La pérdida de una cultura aristocrática,
de la jerarquía humana y natural que hace que los hombres superiores guíen a la
humanidad hacia un futuro mejor.
Esta jerarquía de los hombres
y su capacidad de crear valores nuevos, la desigualdad y la implantación de una
mayor desigualdad aún, tienen el sentido de crear una “nueva casta que gobierne
sobre Europa” y la implantación de un sistema político que nada tengan que ver
ni con la democracia ni con el socialismo.
Este planteamiento se nos
hace incomprensible porque rompe todos nuestros esquemas de organización del
mundo porque la democracia se nos aparece como la única, o la mejor, forma de
organización, como una verdad inamovible, como ha sido durante 2.000 años la
interpretación del mundo realizada por el judeo-cristianismo.
Ante esta avalancha mundial
para imponer y optar por la democracia ¿hacia dónde tendremos que mirar?
A los “nuevos filósofos”, a
hombres de mando, de espíritu fuerte, para empujar a la transvaloración, a
“invertir valores eternos”, a hombres del futuro que coaccionen a la voluntad
de milenios a seguir nuevas vías.
Pero estos nuevos filósofos
¿cómo podemos concebirlos en estos momentos, prisioneros de los viejos esquemas
y del orden democrático que se ha instaurado en el planeta entero como único
sistema político?
Los “nuevos filósofos” tienen
que ser “filósofos éticos”, cuya misión es la creación de una nueva escala de
valores.
Porque el hombre es “un
animal que valora”, por lo que nuestro problema ha sido el modo de valorar
hasta ahora el mundo, una valoración errada porque ha estado centrada en lo
transmundano, en un mundo ideal, en otro mundo.
Pero el único mundo real que
existe es éste, en el que estamos.
Y el hombre es el único
existente real y debe implantar su voluntad en la tierra para darle sentido a
su existencia, un sentido humano, libre de toda atadura con otro mundo.
A partir de aquí todos los
caminos quedan abiertos, todas las sendas conducen al porvenir, lo que supone
grandes riesgos para hacer de la humanidad algo distinto o, mejor, para hacer
posible la humanidad porque, en el fondo, la humanidad mi siquiera ha existido
hasta ahora.
“Cuando se coloca el centro
de gravedad de la vida no en la vida, sino en el más allá –en la nada –se le ha
quitado a la vida como tal el centro de gravedad. La gran mentira de la
inmortalidad personal…” lo destruye todo.
¿Por qué preocuparse de lo
que va a morir, porque es mortal, cuando nos espera la inmortalidad, al vida
eterna…?
Vivir de tal modo que ya no
tenga sentido esa manera de vivir.
Critica dura y constantemente
al hombre moderno, al ideal democrático y socialista, a la degeneración global
del hombre, a lo que él llama: “animalización del hombre” o “completo animal de
rebaño”
Debe desaparecer, y luchar
para que desaparezca, todo ideal de igualdad, como groseramente lo predica el
cristianismo.
Parece como si durante casi
2.000 años -pensaría Nietzsche –el hombre europeo se ha convertido en un
“aborto sublime”.
“El Cristianismo ha sido,
hasta ahora, la especie más funesta de autopresunción”
Hasta ahora, por la moral
cristiana y la democracia, no ha habido hombres elevados ni duros, ni fuertes,
ni dotados de una mirada larga, no aristocráticos, sino dominados por
filósofos-sacerdotes predicando la “igualdad ante Dios”, que todos somos
iguales, que huyamos de la soberbia y seamos humildes, dirigiendo el destino de
Europa y formando una especie empequeñecida, casi ridícula, un animal de
rebaño, un ser dócil, enfermizo, mediocre,… (Pueden seguir poniendo adjetivos).
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