Pienso, como muchos, que la
crisis fundamental que llevamos padeciendo desde hace bastante tiempo es una
“crisis de valores” (sí, lo sé, y también otras muchas crisis, entre ellas la
económica y la social).
Estamos instalados en un
relativismo y, tranquilamente, proclamamos y aceptamos que “todo es relativo”
pero habría que ir más allá y preguntarnos si es un “relativismo
personal-individual”, un “relativismo social” o un “relativismo específico, de
la especie humana”
Pero defender el relativismo
no es defender que “todo vale” porque “no todo vale” y, además, de lo que vale “no
todo vale igual”
En los primeros griegos, en
el mundo clásico, se pensaba y se vivía en armonía entre las dos grandes
fuerzas: Logos y Eros.
Ya con Sócrates se rompió
definitivamente esa armonía de “dar al César lo que es del César y a Dios lo
que es de Dios” o, lo que es lo mismo, darle al cuerpo lo que le corresponde y
al alma lo que le corresponde.
Sólo con la yunta puede
ararse.
Esa armonía entre “disfrutar”
y “saber”, entre “eros” (Placer) y “logos” (Razón) la rompió Sócrates, no en
vida, porque él era bastante crápula, comilón y bebedor empedernido, mujeriego, bisexual, mal padre y peor esposo, a la vez que gran filósofo.
Pero cuando lo pusieron en la
tesitura de tener que elegir entre “vivir” y “tener razón” apostó por la Razón dejándose matar
(suicidándose tomando la cicuta)
Apostó el 100% a la Razón negándose a Vivir..
Este esquema los siguieron
sus sucesores (exceptuando, quizá, a los hedonistas y a los cínicos).
Cuando apareció el
Cristianismo se acentuó tanto la apuesta que “vivir” era “pasar una noche en
una mala posada”, por lo que uno estaba deseando que llegara el amanecer.
Esta vida terrenal y temporal
sólo puede ser no un fin (vivirla) sino un medio (sacrificarla para poder
acceder a la auténtica vida, la celestial y eterna).
Son los dos mundo platónicos
pero “cristianizados”, por lo que se denigra la materia, el cuerpo, esta vida (el
mundo sublunar o material) y se ensalza la otra vida tras la muerte (el mundo translunar
o celestial)
Esta vida es pues, sólo
preparación para poder acceder, entrar en la otra.
Y si, en primer lugar el
“logos” se impuso y anuló al “eros”, ahora es el “logos- razón” el que cede
ante la “fe” convirtiéndose en su esclava (“philosophia ancilla Theologiae”).
Hubo que esperar al siglo XIV
para que un filósofo-religioso o religioso-filósofo, de nombre Guillermo de Ockham
(el Guillermo de Baskerville, el de “El Nombre de la Rosa ”, de Umberto Eco)
proclamase la separación fe-razón, “lo que se sabe (logos) no se cree (fe),
porque ya se sabe, y lo que se cree (fe) no se sabe (logos) y por eso se cree.
Pero son dos campos, el de la
ciencia y el de la creencia, totalmente separados.
A partir de aquí, con el
Renacimiento, cada uno de los campos fue avanzando y si por una parte apareció la Ciencia (logos), autónoma,
sin tener en cuenta la fe, por otra parte apareció la Reforma , en sus distintas
variedades, rompiendo el bloque monolítico de la fe católica, apostólica y
romana, bajo la única autoridad religiosa, el Papa de Roma, surgiendo otras
iglesias (protestantismo, calvinismo,…) otras morales, otras formas de vivir y
de creer e independizándose de Roma y del Papa.
Pero el esquema platónico
seguía vigente: este mundo (la tierra, las estrellas,…todo lo material) había
sido creado por Dios, del que dependía, tanto en su existencia como en su
conservación.
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