Y CON LA PATA QUEBRADA.
“La mujer “casada”, en casa y
con la pata quebrada” no siendo que quiera e intente salir de ella.
Es decir, la mujer no debe
trabajar (se supone que fuera de casa) como si el trabajo en casa no fuera
trabajo, aunque, para este trabajo, “sus labores”, se dijera que no era
necesario que estudiara.
Ésta ha sido la ideología
predominante, o exclusiva, durante la época franquista.
El ideal femenino no era la
mujer-inteligente sino la mujer-madre (para los hijos), la mujer-esposa (para
el marido) y la mujer-criada (y sin sueldo).
La mujer como un ser no
“absoluto” (suelto, independiente, autónomo,…) sino como un ser “relativo” (en
relación a, dependiente de, heterónoma, atada-sujeta).
El puritanismo de la época
impondría su ideología de las nefastas consecuencias de la coeducación de los
sexos.
Escuelas de niños (con sus
maestros) y escuelas de niñas (con sus maestras).
Institutos masculinos (como
el Fray Luis de León) e Institutos femeninos (como el Lucía Medrano) de mi
querida y añorada Salamanca.
Las niñas-jóvenes-mujeres
deberían estudiar, además de algunas comunes, otras materias distintas de las
de los niños-jóvenes-varones.
La coeducación conduciría a
desórdenes sexuales, despertando los instintos sexuales, con sus consecuentes
frutos patológicos de orden moral, psíquico y fisiológico.
Y todo esto, que se impondría
ya en el 37, seguiría vigente hasta el 70.
Y es que, si sus funciones
sociales van a ser distintas, a lo largo de la vida, distintos deben ser sus
estudios.
Temas y contenidos más
femeninos, (orientados al hogar) versus temas y contenidos más técnicos y
científicos (orientados a la productividad).
Hasta los deportes deberían
ser distintos (la comba, el castro y la gimnasia rítmica versus el fútbol y el
baloncesto, por ejemplo)
(Permitidme que recuerde a
las niñas jugando al castro y nosotros obsesionados por mirar por si, al
saltar, se les subía la falda.
El castro era uno de los
juegos más practicados por las niñas en todos los lugares.
Para jugar se dibujaba en el suelo una especie de cuadrículas, en forma de cruz, con varios compartimentos rectangulares, por los que había que ir pasando siguiendo un orden. Para ello era necesario un simple trozo de teja plano, una piedra aplanada o incluso una caja metálica rellena de tierra o piedras, que se arrojaba y golpeaba con el pie.
Para jugar se dibujaba en el suelo una especie de cuadrículas, en forma de cruz, con varios compartimentos rectangulares, por los que había que ir pasando siguiendo un orden. Para ello era necesario un simple trozo de teja plano, una piedra aplanada o incluso una caja metálica rellena de tierra o piedras, que se arrojaba y golpeaba con el pie.
La mayor parte del juego se
realizaba a la pata coja, golpeando la teja con el pie de apoyo.
Se perdía cuando se pisaba
raya o la teja quedaba fuera de la raya, incluso sobre la raya (y no veas las
discusiones si está o si no está sobre la raya).
Una de las variantes del castro era el "piso", que consistía en, una vez hecho el recorrido con la teja, se miraba hacia el cielo con los ojos cerrados y se avanzaba por los cuadros preguntando en cada uno "¿piso?", a lo que las demás respondían "¡no!"; un nuevo paso y la misma pregunta, hasta completar el castro, lo cual suponía haber ganado.
Una de las variantes del castro era el "piso", que consistía en, una vez hecho el recorrido con la teja, se miraba hacia el cielo con los ojos cerrados y se avanzaba por los cuadros preguntando en cada uno "¿piso?", a lo que las demás respondían "¡no!"; un nuevo paso y la misma pregunta, hasta completar el castro, lo cual suponía haber ganado.
Si por el contrario la
respuesta era “sí”, se perdía y pasaba el turno a la siguiente niña)
Un barniz cultural para las
mujeres ya que no tenían que esforzarse en ser buenas ciudadanas, sino esposas
ejemplares, madres entregadas, mujeres hacendosas y devotas religiosas.
Si ambos, varones y mujeres,
debían recibir una cultura general, en los primeros estadios, la formación
posterior no podía ser igual para quienes van a permanecer en la casa que para
quienes tienen que salir de ella para ir a trabajar a la fábrica y ganar el
sueldo que les permita vivir y que necesitan una formación profesional y/o
científica.
La mujer sólo será un
“complemento” del “predicado verbal” que siempre será el varón.
El varón llegará cansado a
casa y allí debe estar su esposa proporcionándole comodidades y atenciones.
Sólo las mujeres “hombrunas”,
que vayan a quedarse solteras, podrán recibir una educación tipo-masculina,
para dedicarse a producir.
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