miércoles, 6 de diciembre de 2017

5.- LA MUJER EN EL FRANQUISMO: LA MUJER OBJETO (Y 2)


El varón, como ser “centrífugo” vs la mujer como ser “centrípeto”
El varón “activo” vs la mujer “pasiva”.

En “El libro de la vida sexual” López Ibor afirma: “la mujer es receptiva, no tiende a buscar ni a actuar, sino a ser buscada y a que actúen e influyan sobre ella. Está, por lo tanto, orientada hacia el interior, es centrípeta. Aspira siempre (y sólo) a completar y perfeccionar (no a crear) y su misión en el mundo y en la existencia personal es “cuidar”.

Aunque la “endocosmosis” de unos y la “centripetez” de otros carezcan de fundamento científico alguno, siendo sólo elucubraciones pseudometafísicas.

Las características psicológicas de la mujer, o “feminidad” vienen expresadas en términos como atracción, exquisitez, fragilidad, delicadeza, ternura, coquetería, seducción,…y todo aquello que pueda ayudar al marido, como la intuición, el espíritu de sacrificio, el buen gusto, la humanidad, la capacidad de…

Aunque también es un ser desconfiado, suspicaz y poco inteligente.
“Tiende a la intuición y al presentimiento más que a la lógica y a la razón” además de estar sujeta a desequilibrios psicosomáticos, tanto por su información genética de su sexo como por las condiciones ambientales en que debe desenvolverse.

En resumidas cuentas, la mujer es un ser débil, más o menos perverso, inestable, e inferior al varón, debe, pues, vivir bajo la autoridad y protección de un varón, primero del padre y, posteriormente, del esposo.
Su esfuerzo reproductivo debe ser compensado con la liberación del mundo exterior y con la defensa en el microcosmos que es la familia (“la reina de la casa” (aunque, en realidad, sea la “esclava del hogar”).

Aunque, también es verdad y debe recalcarse, que alguien considere a la mujer como un ser biológicamente superior al varón, pues es la única que puede cumplir el fin procreador (dar vida) y, por ello, ser el ser más perfecto de la creación siendo el varón un accidente o una interferencia.
Superioridad congénita de la mujer, en boca de una “rara avis”.
Una superioridad proveniente de su capacidad de parir y criar hijos, no de su inteligencia ni de su trabajo.

Esa proclamada superioridad biológica de la mujer conduce a tratarla y cuidarla como a una mariposa, como un ser bello, aunque inútil.
Pero, en el fondo, tratarla como reina de la casa supone ser tratada como un ser inútil, en primera instancia, para la sociedad, aunque sí lo sea para la familia.

El dolor y el sufrimiento parecen ser patrimonio de la mujer, desde la incomodidad de la regla mensual, hasta la primera relación sexual, con la rotura del himen, como, sobre todo, en el parto, todo lo contrario de lo que le ocurre al varón, que parece biológicamente estar aliado con el placer.

Hoy somos capaces de anular y mitigar el dolor, enmendando el castigo divino del “parirás con dolor…” pero durante toda la historia no ha sido así, por lo que se ha afirmado que si el varón hubiera tenido que padecer los mismos dolores que la mujer la raza humana se habría extinguido hace mucho tiempo.

¿El dolor del cólico nefrítico en el varón es equivalente al dolor del parto natural de la mujer, como se ha dicho?

También deberíamos concluir que si la mujer imitara la conducta del varón (con la afición a echar tantas canas al aire) España sería un país de rameras.

Hablar, en esa etapa del franquismo, de mujeres es hablar de mujeres casadas y con hijos (con muchos hijos, cuantos más mejor, con premios a las familias numerosas).

No sólo la Iglesia ha promocionado las familias numerosas (recuerdo al fundador del Opus Dei en sus charlas con sus seguidores), para aumentar el número de la grey del Señor, de adoradores de Dios y clientes suyos, también el Estado franquista las premiaba al ver en ellas futuros soldados defensores del régimen.

La mujer soltera queda relegada a “vestir santos” y la casada infértil como una maldición divina sabe Dios el porqué.

Si la mujer y el varón tienen misiones diferentes, en esta vida, también deben tener derechos y deberes diferentes.

Que varón y mujer son diferentes biológicamente nadie puede ni debe ponerlos en duda.

Pero no como, a veces se ha afirmado, de que la “ontogénesis” es exclusivamente femenina mientras que la “sociogénesis” le corresponde en exclusiva al varón.

Diferentes en la situación de los órganos genitales: “exteriores en el varón” (con actividad masculina en la penetración) vs “internos en la mujer” (con pasividad femenina y dejarse penetrar).

Diferente en la periodicidad (el varón no vierte su semilla, sino interesadamente, a cambio de placer, “egoísmo sexual masculino”, no fecunda sin gozar) vs (la mujer vierte mensualmente su semilla de un modo desinteresado, “abnegación sexual femenina”, puede ser fecundada sin goce (lo que fue y era un mérito a lo largo de la historia)

Diferentes en la virginidad (en el varón la iniciación del acto sexual no deja huellas, “depreciación de la virginidad masculina”, el primer coito carece de importancia práctica) vs (en la mujer la iniciación del acto sexual produce indelebles modificaciones anatómicas, “exaltación ética de la virginidad femenina”, el primer coito presenta siempre importancia práctica).

Diferentes en las modificaciones introducidas por la reproducción (en el varón, en su paternidad, ninguna modificación física-fisiológica, “despreocupación masculina”, la paternidad es un episodio) vs (en la mujer, en la maternidad, que produce cicatrices en la pared abdominal, que cambia de forma los senos, que acentúa las líneas de las caderas, que produce estrías en el vientre, mayores dificultades en el andar, el no control anterior sobre la retención de orina, sin contar vómitos, náuseas,…, “trascendencia en la vida de la mujer”.
La maternidad se vive, la paternidad se mira. Aunque en ambos se sienta, no puede ser igual.

Diferentes en la vida genital (en el varón es posible la procreación casi indefinidamente, aunque no con el mismo vigor fisiológico, “sensación de superioridad sexual”, tendencia a la poligamia) vs (la mujer termina su vida genital, en general, antes que el varón, y una vez superado el mito de la menopausia como límite de la vida sexual, habiendo superado la sexualidad sólo como reproducción, tendencia a la monogamia).

Las diferencias anteriores no son sino manifestaciones de una ideología del poder de los grupos conservadores, sobre todo de los pertenecientes a la profesión médica.

Hacer calceta, zurcir, barrer, fregar, lavar, planchar, comprar, cocinar,…y algo de música, moda, poesía amorosa o novela rosa y poco más era lo que necesitaba la mujer.
Las que no se adaptaran a ello se las calificaba, despectiva y groseramente, como “marimachos”, como un error de la naturaleza.

¿Pero no es un burdo error creer que toda mujer podía ser madre y que todas tenían que estar casadas?

Hasta la llegada de la democracia y toda la consiguiente legislación al respecto, durante 40 años, con la moral de la Iglesia y la fuerza de la policía no había otra alternativa sexual.


Así que, después del 78, tuvimos que correr para recuperar el terreno y el tiempo perdido, lo que fue llevado a cabo por la juventud, contra y a pesar del criterio de sus padres y de la Iglesia, que ha ido perdiendo empuje e influencia y está refugiada en sus cuarteles.

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