El varón, como ser
“centrífugo” vs la mujer como ser “centrípeto”
El varón “activo” vs la mujer
“pasiva”.
En “El libro de la vida
sexual” López Ibor afirma: “la mujer es receptiva, no tiende a buscar ni a
actuar, sino a ser buscada y a que actúen e influyan sobre ella. Está, por lo
tanto, orientada hacia el interior, es centrípeta. Aspira siempre (y sólo) a
completar y perfeccionar (no a crear) y su misión en el mundo y en la
existencia personal es “cuidar”.
Aunque la “endocosmosis” de
unos y la “centripetez” de otros carezcan de fundamento científico alguno,
siendo sólo elucubraciones pseudometafísicas.
Las características
psicológicas de la mujer, o “feminidad” vienen expresadas en términos como
atracción, exquisitez, fragilidad, delicadeza, ternura, coquetería,
seducción,…y todo aquello que pueda ayudar al marido, como la intuición, el
espíritu de sacrificio, el buen gusto, la humanidad, la capacidad de…
Aunque también es un ser
desconfiado, suspicaz y poco inteligente.
“Tiende a la intuición y al
presentimiento más que a la lógica y a la razón” además de estar sujeta a
desequilibrios psicosomáticos, tanto por su información genética de su sexo
como por las condiciones ambientales en que debe desenvolverse.
En resumidas cuentas, la
mujer es un ser débil, más o menos perverso, inestable, e inferior al varón,
debe, pues, vivir bajo la autoridad y protección de un varón, primero del padre
y, posteriormente, del esposo.
Su esfuerzo reproductivo debe
ser compensado con la liberación del mundo exterior y con la defensa en el
microcosmos que es la familia (“la reina de la casa” (aunque, en realidad, sea
la “esclava del hogar”).
Aunque, también es verdad y
debe recalcarse, que alguien considere a la mujer como un ser biológicamente
superior al varón, pues es la única que puede cumplir el fin procreador (dar
vida) y, por ello, ser el ser más perfecto de la creación siendo el varón un
accidente o una interferencia.
Superioridad congénita de la
mujer, en boca de una “rara avis”.
Una superioridad proveniente
de su capacidad de parir y criar hijos, no de su inteligencia ni de su trabajo.
Esa proclamada superioridad
biológica de la mujer conduce a tratarla y cuidarla como a una mariposa, como
un ser bello, aunque inútil.
Pero, en el fondo, tratarla
como reina de la casa supone ser tratada como un ser inútil, en primera
instancia, para la sociedad, aunque sí lo sea para la familia.
El dolor y el sufrimiento
parecen ser patrimonio de la mujer, desde la incomodidad de la regla mensual,
hasta la primera relación sexual, con la rotura del himen, como, sobre todo, en
el parto, todo lo contrario de lo que le ocurre al varón, que parece
biológicamente estar aliado con el placer.
Hoy somos capaces de anular y
mitigar el dolor, enmendando el castigo divino del “parirás con dolor…” pero
durante toda la historia no ha sido así, por lo que se ha afirmado que si el
varón hubiera tenido que padecer los mismos dolores que la mujer la raza humana
se habría extinguido hace mucho tiempo.
¿El dolor del cólico
nefrítico en el varón es equivalente al dolor del parto natural de la mujer,
como se ha dicho?
También deberíamos concluir
que si la mujer imitara la conducta del varón (con la afición a echar tantas
canas al aire) España sería un país de rameras.
Hablar, en esa etapa del
franquismo, de mujeres es hablar de mujeres casadas y con hijos (con muchos hijos,
cuantos más mejor, con premios a las familias numerosas).
No sólo la Iglesia ha promocionado
las familias numerosas (recuerdo al fundador del Opus Dei en sus charlas con
sus seguidores), para aumentar el número de la grey del Señor, de adoradores de
Dios y clientes suyos, también el Estado franquista las premiaba al ver en
ellas futuros soldados defensores del régimen.
La mujer soltera queda
relegada a “vestir santos” y la casada infértil como una maldición divina sabe
Dios el porqué.
Si la mujer y el varón tienen
misiones diferentes, en esta vida, también deben tener derechos y deberes
diferentes.
Que varón y mujer son
diferentes biológicamente nadie puede ni debe ponerlos en duda.
Pero no como, a veces se ha
afirmado, de que la “ontogénesis” es exclusivamente femenina mientras que la
“sociogénesis” le corresponde en exclusiva al varón.
Diferentes en la situación de
los órganos genitales: “exteriores en el varón” (con actividad masculina en la
penetración) vs “internos en la mujer” (con pasividad femenina y dejarse
penetrar).
Diferente en la periodicidad
(el varón no vierte su semilla, sino interesadamente, a cambio de placer,
“egoísmo sexual masculino”, no fecunda sin gozar) vs (la mujer vierte
mensualmente su semilla de un modo desinteresado, “abnegación sexual femenina”,
puede ser fecundada sin goce (lo que fue y era un mérito a lo largo de la
historia)
Diferentes en la virginidad
(en el varón la iniciación del acto sexual no deja huellas, “depreciación de la
virginidad masculina”, el primer coito carece de importancia práctica) vs (en
la mujer la iniciación del acto sexual produce indelebles modificaciones
anatómicas, “exaltación ética de la virginidad femenina”, el primer coito
presenta siempre importancia práctica).
Diferentes en las modificaciones
introducidas por la reproducción (en el varón, en su paternidad, ninguna
modificación física-fisiológica, “despreocupación masculina”, la paternidad es
un episodio) vs (en la mujer, en la maternidad, que produce cicatrices en la
pared abdominal, que cambia de forma los senos, que acentúa las líneas de las
caderas, que produce estrías en el vientre, mayores dificultades en el andar,
el no control anterior sobre la retención de orina, sin contar vómitos,
náuseas,…, “trascendencia en la vida de la mujer”.
La maternidad se vive, la
paternidad se mira. Aunque en ambos se sienta, no puede ser igual.
Diferentes en la vida genital
(en el varón es posible la procreación casi indefinidamente, aunque no con el
mismo vigor fisiológico, “sensación de superioridad sexual”, tendencia a la
poligamia) vs (la mujer termina su vida genital, en general, antes que el
varón, y una vez superado el mito de la menopausia como límite de la vida
sexual, habiendo superado la sexualidad sólo como reproducción, tendencia a la
monogamia).
Las diferencias anteriores no
son sino manifestaciones de una ideología del poder de los grupos
conservadores, sobre todo de los pertenecientes a la profesión médica.
Hacer calceta, zurcir,
barrer, fregar, lavar, planchar, comprar, cocinar,…y algo de música, moda,
poesía amorosa o novela rosa y poco más era lo que necesitaba la mujer.
Las que no se adaptaran a
ello se las calificaba, despectiva y groseramente, como “marimachos”, como un
error de la naturaleza.
¿Pero no es un burdo error
creer que toda mujer podía ser madre y que todas tenían que estar casadas?
Hasta la llegada de la
democracia y toda la consiguiente legislación al respecto, durante 40 años, con
la moral de la Iglesia
y la fuerza de la policía no había otra alternativa sexual.
Así que, después del 78,
tuvimos que correr para recuperar el terreno y el tiempo perdido, lo que fue
llevado a cabo por la juventud, contra y a pesar del criterio de sus padres y
de la Iglesia ,
que ha ido perdiendo empuje e influencia y está refugiada en sus cuarteles.
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