Podemos afirmar que durante
los 40 años del franquismo el sexo, en España, fue, en realidad, un
“antisexualismo”, que era la ideología del nacional-catolicismo, fiel
compañero, interesado, del régimen.
Como ambos se necesitaban fue
una cohabitación perfecta la que hubo entre Iglesia y Estado.
Un Estado confesionalmente
católico, apostólico y romano, bendecido por los papas correspondientes.
Ambos, Estado e Iglesia,
deseaban, o necesitaban, muchos súbditos y únicos y mejores creyentes de la
única religión verdadera.
En España, la moral
antisexual y puritana tiene su origen en las doctrinas católicas conservadoras.
¿El sexo con una función de
placer, sólo de placer? Inconcebible. Ningún ginecólogo lo ve así. Sólo con
función procreadora (al menos para las mujeres).
El sexo es considerado como
un mal menor y sumamente peligroso.
¿Y en la ducha?, ¿Y, sobre
todo, en el vidé?
Os podéis imaginar las
recomendaciones y consejos del Padre espiritual.
Año 1.938. Vallejo Nájera, el
mimado del Régimen:
“Se debe a las fuerzas
secretas revolucionarias la infiltración en la sociedad española de la idea de
que el placer es la única forma de vida, idea directriz de la desmoralización
social contemporánea hasta el punto de hallar defensores de los vicios, de la
inmoralidad, de la neutralidad,…
La aspiración fundamental de
la sociedad española, antes del Movimiento Nacional, era sumergirse en la
sexualidad y el goce de toda suerte de placeres.
Contra tal estado de
desmoralización social han reaccionado los mejores de los españoles, forjándose
un ideal ético coincidente con los postulados de la moral cristiana
propugnándose hoy la austeridad, la fortaleza de ánimo, la educación férrea, la
acción contra lo malo, la actividad a favor de lo bueno”
El sexo es reducido al mínimo.
“El ovario constituye la
parte más noble del aparato genital femenino, pues sin él la mujer puede
satisfacer su ansia sexual, pero no puede concebir”.
Es decir, sólo es noble lo
que no es sexual y, además, procrea.
Esta moral antisexual,
pergeñada al comienzo del franquismo llegó a su apogeo en los años 60, haciendo
apología de la castidad.
“La moral regula el uso del
sexo conforme a la castidad. Dicha virtud consiste en el uso racional de la
sexualidad, subordinando lo psicofísico a lo espiritual….son, pues, necesarias
unas normas de conducta sin las cuales el instinto sexual (de la naturaleza
caída) lleva muchas veces a una conducta antisocial”.
La verdad es que no lo
entiendo. Pero esta ideología antisexista perduró hasta casi la muerte del
Dictador.
Se estaba convencido de que
la sociedad estaba erotizada y sexualizada, y que las mujeres mantenían
tendencias a no procrear y sin embargo buscar placer sexual ilegítimo.
Y al tener menos deseos de
procrear y de ser madre se hacen más fuertes las excitaciones hacia la
sexualidad (la literatura, las costumbres, los espectáculos, las modas,…)
vienen a incrementar el deseo sexual, conspirando a una progresiva
sexualización de la vida moderna.
Es decir, a la mujer cada vez
le gusta más jugar al juego reproductor pero con el cuidado de no reproducir.
El noviazgo como tiempo de
conocimiento mutuo previo al casamiento ha desaparecido como tal y no es sino
una continuación del flechazo, con su fuerte pujanza instintiva sustituyendo a
la amistad tranquila y sosegada.
Oposición total a las
relaciones prematrimoniales, incluso al propio divorcio, que acaba con la
organización de la estructura familiar.
Para nada puede servir el
psicoanálisis en el caso de las mujeres españolas, aunque sí pudiera valer para
“las muchachas alegres de Viena” con las que trabajaba Freud (que no eran las
prostitutas ni mujeres de vida alegre sino que las mujeres con las que trataba
Freud, en Viena, eran las dulces madres de familia de los más puros años de
moral victoriana).
Quizá el psicoanálisis sirva
aplicado al varón pero nunca aplicado a la mujer porque aflorarían a la
conciencia las fuerzas inconscientes de la sexualidad, lo que sería una
monstruosidad y todo debido a las tesis del judío Freud.
Además de antisexualismo,
racismo.
“El abuso del sexo, aún el
legítimo, produce trastornos somáticos de todo tipo”.
“Puede considerarse el coito
como agente mecánico o traumático, como medio vector de infecciones diversas, y
como perturbador del estatismo fisiológico local y general de las mujeres”
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