Yo recuerdo a mujeres, de
clase social baja y sin recursos, con embarazo no deseado, cómo se arriesgaban
a provocarse un aborto, con una aguja de hacer punto, con peligro para su
propia vida y cómo alguna de ellas quedó marcada en su salud.
Durante toda la historia la
mujer ha basculado entre los extremos: poder quedarse embarazada y no volver a
quedarse embarazada, de nuevo.
La línea del pensamiento
conservador, propiciado por la
Iglesia y apoyado por el Estado, durante la etapa franquista,
en el fondo, siempre, ha considerado el sexo como algo reprobable e inmoral, a
veces incluso dentro del matrimonio, y que el embarazo era el justo castigo a
las relaciones sexuales.
Lo que nos lleva a concluir
que el “voto de castidad” de curas y monjas es de más valor que el estado
matrimonial (aunque, eufemísticamente digan que “están casados con la Iglesia ” o que “están
casadas con Dios”.
El embarazo ni es un castigo,
ni es un milagro ni es una enfermedad, es el término del desarrollo normal de
un fenómeno biológico, aunque todavía haya mujeres que recen para quedarse
embarazadas, como si eso dependiera de Dios y no de un Doctor.
Pero es verdad que una vez
embarazada la mujer pone su embarazo en manos del médico y la consulta diaria a
los Centros de Salud para Control y Seguimiento del embarazo está con listas
completas y pendientes de pedir y conseguir citas.
El embarazo, pues, fenómenos
interno a la mujer, está siendo considerado y tratado como un fenómeno externo
a la mujer misma y ya no controlable por ella.
Se pone en manos del médico,
que la lleva.
Es como el parto, que no es
un “suceso” sino “el final de un proceso” pero, salvo raras excepciones que
toman la Biblia
como la “palabra de Dios”, las mujeres, tras la dilatación correspondiente
solicitan la epidural porque no quieren “parir con dolos a sus hijos”, al no
considerar mérito alguno el dolor.
¿Mérito de qué, por qué, para
qué?
¿Es que, por eso, va a
quererse más al niño que nazca?
El peligro y las
complicaciones posibles es la que hace que la parturienta acuda a un
hospital-para-enfermos, aunque ya no por creer que el parto sea algo anormal.
Casi el 90% de los partos son
normales y sin complicaciones, porque las ecologías previas ya han comprobado
cómo el nasciturus está encajado y en posición correcta, pero, si no lo está y
durante el proceso de dar a luz no se encaja, y viene de culo o de
espaldas,…quizá haya que hacerlo por cesárea.
Además, aún siendo el parto
se desea sin dolor, hay que acudir al Hospital.
Y si todo esto se realiza en
Clínicas privadas, dotadas de tecnología moderna, mayor beneficio para la clase
médica y para la Clínica.
Luego, normalmente, el médico
no deja entrar al marido en el parto.
Las salas de espera, en las
que los minutos son horas, son testigos del nerviosismo del marido y de los
familiares de la parturienta.
¿Qué medicamentos se le
administra a la parturienta?
Ella está, totalmente, en
manos del médico, no puede controlar nada.
Y si pregunta insistentemente
puede ser catalogada como “histérica”, para lo que se le administrará un
calmante. Eso será todo.
¿Cuál es la mejor posición
para parir?
Para el médico la posición
supina. ¿Pero es la mejor para el parto?
La maternidad ha dejado de
ser el destino obligatorio de toda mujer que se precie de tal y cada vez se
acepta más a una mujer que ha decidido no serlo.
¿Es lo ideal que la madre
esté siempre en contacto con el niño durante los primeros años o es preferible
que comience el proceso de socialización lo antes posible, poniéndolo en brazos
de las cuidadoras y educadoras de las guarderías y escuelas infantiles?
Porque si lo normal es que,
algún día, la paloma tenga que dejar el palomar lo ideal sería que se
relacionase con las palomas en la escuela y durante algunas horas diarias esté
fuera del palomar y lejos de la paloma-madre.
Si la casa la construye un
arquitecto, el hogar tienen que hacerlo la familia, comenzando por los padres.
Y son los padres, ambos por igual, los que deben contribuir a mantener y a
acrecentar ese hogar, tanto en el cuidado doméstico como en el cuidado de los
hijos.
Pero no “ayudando” (“echando
una mano”), como hasta ahora (aunque hasta ahora ni siquiera eso se haya hecho)
sino “compartiendo” tareas y funciones, domésticas y filiales.
“Parir” (fenómeno biológico)
no es igual que “criar” y, menos, que “educar” (formación en valores)
Y más ahora, cuando la mujer
también sale por las mañanas a su trabajo extra-hogar.
La “paternidad” no ha estado
a la altura de la “maternidad”.
Menos mal que la mujer
menopáusica ha levantado la cabeza y tiene unas ganas enormes de vivir la vida
una vez que ésta ya no es reproductiva.
Ya no es esa mujer irritable,
deprimida, arrugada, vieja, cansada,…
El calificativo de
“menopáusica” ha dejado/está dejando de tener una connotación peyorativa,
negativa.
Para muchas el fin de su
capacidad de engendrar no es el fin de sus relaciones sexuales y, muchas veces,
es el comienzo de una vida libre y liberada del cuidado de sus hijos (aunque ahora
sea el cuidado de los nietos lo que…)
Cuidó hijos y sigue cuidando
a los hijos de sus hijos.
El Imserso está haciéndoles
un gran favor, con sus viajes baratos.
Son muchos los que, por
primera vez, ven el mar.
Sí se ha sugerido la
conveniencia de que existan Clínicas Menopáusicas porque sólo este tipo de
mujeres suelen tener los mismos problemas, con las mamas y con el útero.
La mamografía ya es casi (si
no) obligatoria, para detectar el posible cáncer.
Y lo mismo ocurre con útero y
el cáncer de útero por lo que no son raras las histerectomías, para evitar el
cáncer de útero.
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