LOS MITOS.
Alrededor de la menstruación
se han creado muchos mitos e ideas preconcebidas que han perjudicado
enormemente a la salud de la mujer y a la feminidad en general.
Y a menudo muchas de estas
ideas sobre la mujer surgen de hombres y nace de doctrinas religiosas.
Las antiguas culturas
consideraban la menstruación un hecho misterioso y casi mágico.
El hombre primitivo no podía
comprender cómo las mujeres de su tribu comenzaban a sangrar, de forma regular,
sin ninguna herida aparente y sin perecer o enfermar por ella.
De esta incomprensión
surgieron multitud de mitos y supersticiones, muchos de ellos aún perviven
actualmente, que achacaban a la menstruación y a las mujeres menstruantes
poderes sobrenaturales, tanto positivos como negativos.
Por ejemplo, en algunos
pueblos se creía que cuando la mujer menstruaba podía detener una
tormenta o proteger al amado del enemigo; en otros, por el contrario, se
pensaba que una mujer que tuviera la menstruación corrompería todo aquello que
tocara.
Incluso en algunos pueblos
primitivos, la mujer debía permanecer aislada del resto de la tribu durante el
tiempo que durara su menstruación y le estaba prohibido preparar comidas o
tocar los instrumentos que compartía con los demás.
Encontramos
supersticiones tanto en las religiones orientales como occidentales, y
por tanto estas creencias supersticiosas acerca de la menstruación se han dado
y se dan en todas las culturas, incluso en las más avanzadas.
Algunas supersticiones del
pasado se mantienen hoy en día o han dejado una impresión negativa sobre la
mujer cuando tiene la regla:
En los pueblos primitivos
cuando una mujer tenía la menstruación era considerada sucia y se las apartaba
del resto.
En la Biblia , el alma de la mujer
se debate entre un lado oscuro y otro claro: la primera se encuentra
representado por la primera pecadora, la impura Eva, que pagó el pecado
original con tener que soportar la regla y los dolores del parto y el lado
claro está representado por la pureza de la Virgen María , ser
inmaculado y sin macha.
Por tanto, en la mujer no
puede reconciliarse esta pureza femenina con la menstruación, con lo cual se
consideraba a la mujer impura durante la regla.
En el Levítico del Antiguo Testamento
se dice: “Cuando la mujer tuviere flujo de sangre, y su flujo fuere en su
cuerpo, siete días estará apartada; y cualquiera que la tocare será impuro
hasta la noche.
Todo aquello sobre lo que
ella se acostare mientras estuviere separada, será impuro; también todo aquello
sobre lo que se sentare será impuro. Todo aquello que roce su lecho o
cualquier objeto sobre el que ella se haya sentado, deberá lavar su ropa, tomar
un baño y será impuro hasta la noche.
Y cuando fuere libre de su
flujo, contará siete días, y después será limpia”
En el Medievo era pecaminoso
que una mujer entrara menstruando a la iglesia.
En China la sangre menstrual
no debía tocar el suelo para no ofender al espíritu de la tierra.
Pensadores de la antigua
Grecia y de principios de la era cristiana aseguraban que la mano de la mujer
menstruante convertía el vinagre en vino, arruinaba las cosechas, mataba las
semillas, marchitaba los jardines, y pudría las frutas de los árboles.
También aseguraban que oxidaba
el hierro, mataba a los insectos y enloquecía a los perros cuando se les
acercaban.
Hoy en día muchas mujeres han
recibido u oído el mensaje de que la mujer no puede hacer mayonesa cuando
tienen la regla, porque puede cortarse ni tocar las plantas porque se
marchitarán.
En nuestros tiempos, algunas
comunidades fundamentalistas prohíben el coito durante la menstruación de la
mujer.
Actualmente en algunos países
de la Europa
oriental aún hay la creencia que si una mujer menstruando se acerca a las
conservas éstas se estropean o, como en Carolina del Norte, donde se piensa que
si la mujer hace un pastel durante su período, será incomible.
El origen de estas
supersticiones y mitos proviene mayoritariamente de una cultura eminentemente
masculina y patriarcal donde la opresión de la mujer, el desprestigio y
desvalorización de todo lo relacionado con la feminidad era una forma de convertirla
en un ser inferior, supeditada al hombre, con la voluntad de que sean sumisas,
dependientes, sentimentales… y con ello privarlas de participar en la vida
pública.
Aunque si bien en un
principio estas creencias supersticiosas podían atribuirse a la falta de
información existente acerca de la menstruación, tanto de los procesos
fisiológicos como anatómicos, la ciencia tampoco se ha librado de ellos.
Así, por ejemplo, durante
siglos, se mantuvo la creencia, difundida por Aristóteles de que el feto se
alimentaba y formaba con la sangre menstrual; por ello, cuando una mujer estaba
embarazada no aparecía la menstruación.
Según se creía, el semen del
hombre aportaba un niño ya preformado, con todas sus características, y la
madre sólo era el medio para que el niño se desarrollara hasta el momento del
parto; de ese modo la sangre menstrual se convertía en el alimento y en la
misma sangre del feto.
Es en la segunda mitad del
siglo XVIII cuando comienzan a aparecer algunos manuales de obstetricia y se
despierta el interés por el estudio de los mecanismos del embarazo y del parto,
de la anatomía femenina y, posteriormente, del proceso de la menstruación.
Sin embargo, estos primeros
estudiosos tuvieron que luchar contra las supersticiones y mitos firmemente
establecidos y no siempre los vencieron; y así, por ejemplo, en 1878, a las puertas del
siglo XX, el British Medical Journal seguía publicando que una mujer con la
menstruación corrompía la carne si la tocaba.
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