Los seguidores de la teoría
de Marañón afirman: “parece evidente que, en los mamíferos, la sexualidad
evoluciona desde el sexo femenino al masculino, por lo que, en un sentido
biológico, éste parece estar más diferenciado (…) en las sociedades modernas
vemos cómo hay un “andromimetismo” de la mujer, en cuya virtud trata de imitar
al varón en sus manifestaciones biológicas y sociales”
Los opuestos al “marañonismo”
subrayan que “el arquetipo del “homo sapiens” es una mujer a la que se le
otorgó un noble servidor de actuación ocasional y fugaz para perpetuarse.
“Hay que admitir, pues, que
en la ontogenia humana el sexo femenino es de término, y el masculino una
interferencia (…) la mujer es una máquina más perfecta que el varón, por lo que
puede cumplir los dos destinos fundamentales de la especie: trabajar (para
vivir) y parir (para que la especie siga viva).
La pregunta vendría ahora:
¿Por qué si la mujer es, biológicamente, superior al varón, la legislación
española la considera jurídicamente inferior (como en otros lugares hemos
expuesto)?
Ser “trabajadora” y poder
seguir siendo “madre” versus sólo “trabajador”.
Parece como si Dios, el sexto
día, al crear al hombre, le salió imperfecto (porque se le quejaba de que, en
oposición a los animales, emparejados, él se encontraba solo).
Y al ser consciente Dios de
que era verdad formó a la mujer pero superior al varón, teniendo en cuenta los
defectos de éste para no volver a cometer, de nuevo, el error.
Al “tú trabajarás con el
sudor de…” y “tú parirás con dolor…” la mujer se habría rebelado (podía
trabajar y seguir siendo madre) por lo que esa osadía de echar en cara a Dios
su nuevo error sería la causa de la expulsión del paraíso.
La teoría del “tercer sexo”
de Marañón, reconoce a la mujer como un ser imperfecto, a medio camino entre el
niño-varón y el adulto-varón, y cuya hipersexualidad anormal, típica de la
sociedad moderna, puede acarrear la destrucción de la humanidad.
Según Marañón el varón, para
pasar de niño a hombre tiene que atravesar una “etapa transitoria de feminidad”
mientras que la mujer recorre la “etapa de masculinidad al terminar su vida
sexual (la menopausia)
Tendencia de la mujer a la
masculinización, un tipo de mujer, pues, “viriloide”, típica de nuestra
sociedad moderna.
“Son mujeres con rasgos
viriloides acusados. Fuertes y enérgicas, de tipo longilíneo y anguloso, con
escaso panículo, y éste, de reparto viril. (…) Este tipo abunda sobremanera
entre las mujeres que eligen profesiones propias del sexo masculino, y entre
las deportistas. Es el tipo que tiende a exaltar la mujer moderna. Deportiva,
camarada del hombre, esbelta y ágil, ancha de hombros y estrecha de caderas es,
en realidad, un tipo “intersexual”. Y eso es un peligro biológico contra el que
todos debemos estar alerta”
¿Cuál sea la base científica
para afirmaciones tales? No existen.
¿También van a quedarse sin
pechos como justo castigo a su virilización social y a su trabajo fuera de
casa, abandonando, prácticamente, la lactancia, lo que llevaría a una atrofia
de un órgano, por su no uso, convirtiéndolo en inservible, por lo que el homo
sapiens dejaría de pertenecer al orden de los mamíferos?
¿Qué salida queda a este problema
vigente actualmente? Volver al segundo sexo, a la casa, al hogar, a “sus
labores”, al complemento del varón, al descanso del guerrero, a quedarse
embarazada,…
“¿Qué vale más: ser miembro
anónimo, aunque útil, de la sociedad o ser cabeza de familia?” – He ahí el
dilema.
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