Tengo el ordenador apoyado en la mesa. Miro la mesa, paso la mano por ella y la veo, la percibo dura, sólida, lisa, compacta. Pero SÉ que cuando la vea, luego, a través del microscopio, la veré de otra manera.
El conocimiento científico de la realidad no invalida el
conocimiento ordinario de la misma.
La mesa, como objeto, como realidad, es la misma, pero “la
mesa de trabajo o la mesa de comer” se diferencia de la “mesa del científico”.
Esta mesa sobre la que estoy trabajando es la que he
utilizado durante toda mi vida. Tiene extensión, es permanente (aunque
relativamente), tiene color, es una substancia.
Pero cuando esta misma mesa la veo como científico, es,
fundamentalmente, vacío. Y en ese vacío lo que hay son numerosas cargas
eléctricas precipitándose a gran velocidad y su volumen real, si suprimiéramos
todos los espacios vacíos, no sería mayor de una billonésima parte del volumen
de la mesa real.
Pero “ambas” mesas, la que percibo “llena” y la que “sé”
vacía sostienen, por igual, el ordenador sobre el que estoy escribiendo,
sabiendo que el ordenador se encuentra suspendido en el aire, por las pequeñas
partículas eléctricas con su temeraria velocidad.
Nuestra forma humana de conocer las cosas, el conocimiento
ordinario, la experiencia, la percepción no es una forma engañosa de captar la
mesa. Pero sí es una forma imperfecta y suele ir acompañada de prejuicios y
falsas creencias.
La ciencia presupone este conocimiento ordinario e intenta
mejorarlo.
La ciencia trabaja sobre lo que nos dice la experiencia
pretendiendo, en primer lugar, corregir sus deficiencias gracias a una
observación más exacta mediante un instrumental adecuado (un microscopio, por
ejemplo).
Pero, sobre todo, la ciencia intenta dar una “explicación”
de los fenómenos observados, elaborando “teorías”, las cuales eliminarán muchos
de los prejuicios que pueden haberse infiltrado en el conocimiento ordinario.
Incluso, algunas teorías intentarán, además explicar el modo
como percibimos las cosas.
La ciencia, pues, es como un refinamiento del conocimiento
de cada día.
“Todo comienza en la experiencia y todo acaba en la
experiencia”, pero las teorías científicas y muchos de los conceptos
científicos no se sacan de la experiencia, sino que son “invenciones” del intelecto
humano, aunque deben poder conectarse con la experiencia.
Recordando una sentencia de Einstein: “la relación que
existe entre un concepto científico y la experiencia sensorial no es la que hay
entre la sopa y el pollo, sino, más bien, la que hay entre el número del
guardarropa y el abrigo”.
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