Locke escribió “Carta sobre la tolerancia”.
Diderot, en la Enciclopedia, en el artículo “Intolerancia”
también trataba de ello.
En 1.763, Voltaire publica “Tratado de la tolerancia”.
Y es que es un tema “tolerancia-intolerancia” ampliamente
tratado en la Ilustración.
Y no sólo, aunque también, está presente en la religión.
La Reforma y la Contrarreforma la habían exacerbado y las
guerras de religión lo que lograron fue hacerlo estallar.
La intolerancia reinaba a sus anchas en una sociedad
impregnada de Cristianismo, mucho antes de que Lutero hiciera valer el
principio de la libre interpretación de la biblia y Europa comenzara a
disfrutar de la libertad de conciencia.
La Inquisición, el brazo armado de la Iglesia para velar por
la pureza de los dogmas definidos en Trento, creó un clima tal de intolerancia
que multiplicó las suspicacias y los chivatos en la vida civil, inundó de
ateos, brujos, incrédulos, herejes,…. las mazmorras y los calabozos, y llenó de
culpables, sin autodefensa, los lugares secretos de la tortura.
Las guerras de religión, con evidentes implicaciones
políticas, azuzando la intolerancia según la hegemonía de una u otra religión
persiguiendo la expresión de otras creencias, a celebrar el culto, a defender
sus ideas.
Eran auténticas “sociedades cerradas” los reinos cristianos
modernos bajo monarcas absolutos en los que Iglesia y Estado estaban de acuerdo
en la nueva configuración para la unidad del reino, cumpliendo lo dicho por San
Pablo: “un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios”
Al convertir, el Estado, a un Religión-Iglesia como oficial
le concedía unos derechos que les negaba a las demás Religiones-Iglesias.
La intolerancia ha sido la forma político-religiosa que se
niega a conocer el hecho del pluralismo.
Pero no sólo como una defensa fanática de ciertos dogmas,
vetando la libertad de conciencia o creencia en otras formas de religión, sino
que atañe a la libertad de pensamiento y a otras libertades.
Si a los ilustrados anteriores les añadimos a Rousseau y a
Montesquieu, todos consideran la tolerancia como una virtud indispensable para
la convivencia.
Casi todos ellos tuvieron que sufrir la intolerancia,
ingresando en la cárcel o exiliándose, sobre todo a Holanda.
Locke, en “Carta sobre la tolerancia” argumenta así:
1.- Si los hombres son iguales por naturaleza e iguales ante
la ley, todos, creyendo o pensando de maneras distintas, tienen los mismos
derechos a la vida, a la libertad y a la propiedad.
“Que el
magistrado dé a los disidentes los mismos privilegios civiles que a los demás
súbditos y verá cuán rápidamente estas asambleas religiosas dejan de ser
peligrosas. Porque si hay quienes entran en conspiraciones y sediciones, no es
la religión la que les inspira a hacerlo en sus reuniones, sino los
sufrimientos y presiones los que les hacen buscar alivio”
2.- Apoya el principio de tolerancia en la defensa de la libertad
de conciencia y de expresión y, por lo tanto, en el hecho de la diversidad de
creencias y opiniones.
“No es la
diversidad de opiniones (que no puede evitarse), sino la negativa a tolerar a
aquellos que son de opinión diferente la que ha producido todos los conflictos
y guerras que ha habido en el mundo cristiano a causa de la religión”
Al considerar la libertad religiosa como un derecho natural
la despoja de su carácter teológico y la convierte en un derecho a la libertad
de conciencia y a la libre expresión de ésta.
¿Existe alguna razón para que una determinada iglesia se
constituya en depositaria única de la verdad?, ¿No es la diversidad de
iglesias, precisamente, la expresión y la prueba de la variedad de caminos que
los hombres siguen, sin que sea posible dictaminar cuál es el más justo?
3.- Tolerancia ante la trama de opresión, persecución e
intolerancia.
“Los cabezas y jefes de la Iglesia, movidos por la avaricia
y el deseo insaciable de dominio, utilizando la ambición inmoderada de los
magistrados y la crédula superstición de la inconstante multitud, los han
levantado en contra de aquellos que disienten, predicándoles en contra de lo
que dice el Evangelio y prescribe la caridad: que los cismáticos y los herejes
deben ser expoliados de sus posesiones y destruidos. De este modo han mezclado
y confundido dos cosas tan diferentes como lo son la Iglesia y el Estado.
Si cada uno de ellos se mantuviera dentro de sus propias
fronteras –uno atendiendo al mundano bienestar y la otra a la salvación de las
almas-, pero el deseo insaciable de poder y de intereses económicos…. He ahí la
causa de la intolerancia”
Los “predicadores de la fe” haciendo sonar las trompetas de
guerra y los magistrados encubriendo la opresión, ambos interesados en lo
mismo, ambos invitados a participar en el mismo botín.
La Carta sobre la tolerancia, denunciando éstos y otros
males, contribuyó en la Declaración de Derechos de 1.789, tanto en la libertad
religiosa como en la libertad de pensamiento y de expresión.
Igualmente Montesquieu que ve cómo, geográfica y
sociológicamente, existe una gran variedad y pluralidad de usos y costumbres y
se pregunta por qué no la pluralidad y diversidad de religiones.
También Rousseau.
“Ahora que no existe
ni puede existir religión nacional exclusiva, se deben tolerar todas aquellas
religiones que toleren a las demás….”
Lo mismo que Voltaire en su “Tratado de la tolerancia”,
escrito a propósito del caso Jean Calas, un rico comerciante, protestante y
buen padre, acusado injustamente de matar a uno de sus hijos antes de que se
convirtiera al catolicismo y condenado antes de que pudiera demostrar su
inocencia, siendo fanáticamente torturado en la rueda, descuartizado y quemado
el 3 de Marzo de 1.792.
Uno de sus hijos fue desterrado, sus dos hijas fueron
encerradas en un convento y le expropiaron todos sus bienes.
Voltaire no cesó en su empeño hasta conseguir rehabilitarlo,
demostrando su inocencia y consiguiendo una indemnización para la familia.
Criticó, igualmente, la intolerancia desatada la noche de
San Bartolomé, “de la que no hay paralelo en los anales del crimen”.
Recuerda y saca a la luz, en su “Filosofía de la Historia”
todas las barbaridades cometidas por la intolerancia, pero no contadas o
disfrazadas, siendo “mentiras”, para que, siendo conscientes, no volver a
repetirlas.
Pone a parir al fanatismo teológico de la Iglesia y a su
brazo armado, la Inquisición.
Igualmente Diderot arremete contra la Iglesia y su fanatismo
en su artículo de la Enciclopedia sobre la “intolerancia”,
Sin olvidarse de la intolerancia del estado, ya no por
creencias contrarias, sino por ideas diferentes.
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