Es una obra de Juan José
Sebreli y en la que hace un recorrido crítico por
Los largos años de
relativismo cultural dejaron desarmado al pensamiento racionalista y
democrático para enfrentarse el auge actual del “fanatismo” y la “violencia de
los fundamentalismos religiosos, raciales y étnicos” que provienen tanto de
Oriente como del propio interior de Occidente, coincidentes, todos ellos, en su
odio a la modernidad y la secularización y, bajo el nombre nuevo de
“multiculturalismo”, la defensa anacrónica de formas de vida arcaica.
El pensamiento racional y
crítico está hoy acorralado entre dos fuegos: contra los dogmatismos
fundamentalistas debe reivindicar la libertad de expresión, el diálogo
democrático y la pluralidad (algo que es incompatible con los dogmatismos
fundamentalistas, poseedores del monopolio de la verdad).
Y, en segundo lugar, contra
el relativismo debe admitir que no todas las opciones tienen idéntica validez y
que hay algunos valores como la libertad y la igualdad por encima de otros.
No todos valen (hay valores, pero también disvalores), pero de los que valen, no todos valen igual.
Tú puedes no tener dinero y
puedes tenerlo, pero no es igual tener 1 euro que tener 100.
Si se niega, como hace el
relativismo, todo criterio de valoración sobre los distintos sistemas éticos,
se termina aceptando, en nombre de la tolerancia “multiculturalista”,
opresiones, estupideces y crímenes característicos de determinadas identidades
culturales.
¿Cómo puede uno luchar contra
una injusticia particular si no se cree en la justicia como valor universal?
Si en ciertas culturas,
quienes ejercen la violencia y la injusticia y quienes la sufren, no lo
consideran ni violencia ni injusticia, sino que lo aceptan como algo normal
¿qué puede hacerse?
Las libertades individuales y
los derechos humanos corren peligro, en el relativismo, de dejar de ser
inalienables.
¿Cómo fundamentar
objetivamente los valores en una sociedad democrática y laica que no admite la
legitimidad procedente del exterior del hombre (Dios) y que no acepta el
relativismo de los valores que niegan la universalidad de la razón y la
objetividad de lo verdadero y de lo justo?
Si el 51% afirma que tal
conducta es justa ¿lo es por afirmarlo la mayoría?
¿Pueden los valores (la
verdad, la justicia, la bondad,…) estar sometidos a lo que la mayoría diga?
¿Pueden los valores ser
democráticos?
¿Deben ser aceptados, o
rechazados, como valores, por el simple hecho de que personalidades u
organizaciones de prestigio se manifiesten a favor o en contra?
¿Rige el principio de autoridad
en la aceptación, o no, de los valores?
Es verdad que impactan sobre
las masas sus opiniones ¿pero vale sólo por el impacto causado, por la reacción
emocional ante una autoridad de prestigio?
¿O carece, ello, de toda
validez lógica?
Del acuerdo en las
conclusiones no puede inferirse que lo haya también en las premisas, porque
éstas pueden ser sólo posibles, pero no necesarias y si no hay otras opciones
más que la tradición y la religión….
Es ya un lugar común la
afirmación de que el principio “todo es relativo” es contradictorio “in
terminis”, porque ya habría algo absoluto: “que todo es relativo”
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