viernes, 23 de octubre de 2020

FILOSOFÍA Y LITERATURA ( 1 ) "EL VIZCONDE DEMEDIADO"

 Cuentan que un profesor de Filosofía impartía sus clases en forma de parábolas y cuentos, y que sus discípulos lo escuchaban con verdadero deleite pero que, también, a veces, con frustración y decían tener necesidad de algo más profundo.

 

“Todavía tenéis que comprender, queridos alumnos, que la distancia más corta entre el hombre y la verdad es un cuento” –afirma A. de Mello.

 

También afirma A. de Mello que “cuando se ha perdido una moneda de oro, se encuentra con la ayuda de una minúscula vela y la verdad más profunda se encuentra con la ayuda de un breve y sencillo cuento”.

 

Cuesta aceptar que las cosas importantes puedan contarse y explicarse con palabras sencillas, en forma de cuentos, de leyendas, de parábolas,… que tienen un gran valor metodológico, pedagógico y epistemológico.

 

Es como lo hacía Jesús de Nazaret y como lo hizo Platón en algunos de sus Diálogos (el mito de la caverna, el mito del carro alado, el origen del hombre (el “andrógino”) = varón y mujer),…

 

Ortega decía que “la claridad es la cortesía del filósofo” y debería ser, no la cortesía, sino la necesidad metodológica.

 

Si, como afirma Kant, “no se aprende filosofía sino a filosofar”, con estos instrumentos, que conforman un mundo paralelo, se refleja fielmente la verdad que queremos mostrar y que no queda falsificada sino  mejorada y puesta al alcance de la mente del discente.

 

¿Qué es la Biblia sino una mezcla de historias verdaderas, de contenidos legendarios y, también, de datos inventados, pero, siempre, con una riqueza expresiva y una finalidad pedagógica: sacar lecciones humanizadoras?

 

¿Cuántos relatos, cuentos y leyendas tenemos en nuestra tradición occidental que nos ayudan a entender mejor la realidad y a conocernos mejor a nosotros mismos?

 

Y es que, si lo pensamos bien, tenemos la sensación de que la filosofía, y la historia del pensamiento, en general, tienen hoy poco éxito precisamente porque se presentan, en la mayoría de los casos, como saberes petrificados, momificados, caducos, poco creativos y enrevesados, y sobre todo, la filosofía que, con una “jerga filosófica” se le hace casi incomprensible al alumno que, por primera vez, se acerca a ella, espantándolo.

 

Mitos, leyendas, cuentos, relatos,… de todo ellos nos valemos/debemos valernos para motivar al recién ingresado en la filosofía, no rehuyendo los textos sino haciéndolos, con rodeos lingüísticos-semánticos, menos ásperos, más apetecibles.

 

Porque el “saber” filosófico, cuando se lo “saborea”, “sabe” bien”, apetece, crea adicción, llega a ser adictivo, esbozando, de esa manera, respuestas a las cuestiones fundamentales referentes al hombre, a la naturaleza, al comportamiento humano, a lo religioso,…

 

Hacer filosofía desde la literatura hace que la literatura, sin desaparecer como tal literatura, vaya apareciendo, germinando y desarrollándose lo estrictamente filosófico.

 

Por ejemplo, el tema del hombre que, a lo largo de la historia ha sido considerado como un compuesto de dos o de tres elementos (cuerpo – alma y espíritu”.

Un compuesto que ha sido considerado como dualidad o trinidad o, bien, como un solo ser, con una unión “substancial” y no “accidental”.

 

Para explicar al hombre como un ser humano dividido, qué mejor que la historia imaginada que nos propone Italo Calvino, escritor italiano, aunque nacido en Cuba, en 1.923 con su “EL VIZCONDE DEMEDIADO”.

 

“Había una guerra contra los turcos….

El vizconde Medardo de Terralba cabalgaba por la llanura de Bohemia…

Cuando estalló la contienda, el vizconde asaltó con la espada desenvainada un cañón enemigo, pensando que les metería miedo a los dos artilleros, pero, en cambio, recibió un cañonazo en pleno pecho.

 

Medardo de Terralba saltó por los aires y sus restos fueron colocados en un carro y llevados al hospital.

Le faltaba un brazo y una pierna, y no sólo eso, sino todo lo que era tórax y abdomen, entre el brazo y la pierna había desaparecido.

 

De la cabeza quedaba un ojo, una oreja, una mejilla, media nariz, media boca, media barbilla y media frente,…

 

Para resumir, se había salvado sólo la mitad de Medardo, la parte derecha que, por lo demás, estaba perfectamente conservada.

 

Los médicos cosieron, pegaron, amasaron,…quién sabe lo que hicieron con ello.

 

El caso es que, al día siguiente, Medardo abrió el único ojo, la media boca, dilató la nariz y respiró.

 

La fuerte naturaleza de los Terralba había resistido.

Ahora estaba vivo y partido por la mitad.

 

Aquella mitad regresó a Terralba y sus primeras acciones no dieron lugar a dudas pues, hasta su antigua nodriza, que lo conocía muy bien, dijo en voz alta ante quienes allí estaban: “ha regresado la mitad mala de Medardo”.

 

Y el vizconde, como él era, tenía la maldita manía de partir todo por la mitad.

 

“Ojalá pudiera partir todas las cosas enteras, así cada uno podría salir de su obtusa e ignorante integridad. Cuando estaba yo entero todas las cosas eran para mí naturales y confusas, estúpidas como el aire: creía verlo todo y no veía más que la corteza.

Si alguna vez te conviertes en la mitad de ti mismo, muchacho, y te lo deseo, comprenderás cosas que escapan a la normal inteligencia de los cerebros enteros.

Habrás perdido la mitad de ti y del mundo, pero la mitad que quede será mil veces más profunda y valiosa.

Y también querrás que todo esté partido a la mitad y desgarrado, a tu imagen, porque la belleza, la sabiduría y la justicia existen sólo en lo hecho en pedazos.

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