sábado, 17 de octubre de 2020

HOMBRE (EL)

 

Algunas de las manifestaciones humanas de actuar son: el lenguaje, la técnica, el arte, la religiosidad,…

Donde observemos éstas y parecidas actividades podemos afirmar que, tras ellas, está el hombre.

 

Por otra parte, la ciencia ha establecido, más allá de toda duda razonable, el origen evolutivo del hombre por lo que debemos cerrar el Génesis y el sexto día de la creación.

 

El hombre no es el resultado de una creación divina sino el producto de una evolución.

Ahora toca, pues, preguntarnos por el modo cómo ocurrió, porque ocurrir sí ocurrió, el hecho no esta está en cuestión, las distintas teorías se refieren al “cómo” fue, no al hecho de si fue o no fue.

 

Pero las distintas teorías siempre están dentro del marco de la evolución biológica, con sus implicaciones científicas y filosóficas.

 

Nos referimos, pues, al proceso de “hominización”.

Y, a continuación, habrá que referirse al proceso de “humanización”.

 

La evolución “biológica” (¿cómo surgió?) y la evolución “cultural” (¿por qué llegó a ser así?), dos procesos distintos pero que se entrañan mutuamente, como las dos vertientes de una cordillera.

 

La “cultura” sólo puede  existir sobre una base biológica apropiada, no sobre cualquier base biológica.

 

El proceso de “hominización” nos sumerge en el enigma de un origen gradual, de un avance lento de millones de años, de un parentesco extraordinario con otras especies animales.

 

No podemos pensar adecuadamente al hombre de espaldas a la biología y a las otras ciencias naturales.

 

“Somos Física, Química y Biología”, tres ciencias naturales.

Pero no sólo de ciencias naturales vive el hombre y para poder pensar sobre él hemos de ir más allá de esas tres ciencias.

 

No todo lo que el hombre es queda explicado con esas tres ciencias, aunque sin ellas no podríamos entender al hombre.

 

Lo que el hombre sea/lo que el hombre es sigue siendo un problema para el hombre mismo.

 

No tendremos más remedio que acudir a la filosofía, aunque ésta nos parezca hoy más un laberinto de interrogantes que de respuestas.

 

Uno siente cierta desazón ante tantas y tan desacordes antropologías filosóficas o filosofías del hombre.

 

Quizá nunca como hasta ahora hayamos asistido a tal desconcierto sobre esta cuestión.

 

Hay que hablar en plural, de “antropologías” en lugar de en singular, “antropología”

 

Debemos ser humildes y reconocer nuestra ignorancia que, desde Sócrates, es la “conditio sine que non” para querer salir de ella, para buscar y acercarse a la verdad sobre el hombre.

 

¿Podemos/debemos introducir en estas cuestiones el concepto de “teleología”, como lo han hecho muchos pensadores a lo largo de la historia y, siendo el último de ellos, Teilhard?

 

¿Todo fue “azar” y “necesidad” o, por debajo del proceso evolutivo, latente, había una finalidad, consciente o inconsciente?

 

¿O no es necesario meter a Dios en estos líos?

No hay comentarios:

Publicar un comentario