Al ponerse el sol, el carcelero le llevó la cicuta.
Sócrates la bebió con calma,
no sin antes preguntarle al carcelero cuál era la mejor manera para que la
cicuta hiciera el efecto lo antes posible.
Todos los asistentes, sus
discípulos, lloraban (hasta el carcelero lloró).
Pronto sintió Sócrates que
las piernas se le ponían tiesas.
Dijo entonces, sonriendo, a
uno de sus discípulos; "Debemos sacrificar un gallo a Asclepios
(Esculapio, el dios de la medicina), no olvides satisfacer esta deuda".
Murió un momento después (
P.D.
¿Podríamos afirmar que fue a
la cárcel por cabezón?
O, dicho de una manera más
respetuosa, fue a la cárcel por defender con su vida la dignidad filosófica.
Se dejó matar, pues, para
defender sus convicciones de siempre, una actitud que le honra.
La heroicidad socrática
consiste en aceptar la pena a cambio de no aceptar la culpabilidad y
autoexiliarse, rechazando, incluso la oferta de Critón de ayudarle a evadirse
de la cárcel e irse al exilio.
Una de las razones por las
que Sócrates rechaza la oferta de Critón es que no se debe temer a la opinión
pública ni temer por la propia reputación, sino actuar de acuerdo con la
justicia.
Si huir hubiera sido justo,
Sócrates lo habría hecho, pero no lo hizo porque el verdadero mal, peor que la
muerte, sería cometer una injusticia.
Entonces razona que
transgredir una sola de las leyes de la ciudad equivaldría a transgredirlas
todas. Y como, como ciudadano, está obligado a respetarlas, concluye que, si
huyera de la prisión, ningún país civilizado querría acogerlo, además de que
sería admitir su culpabilidad.
¿A dónde iría Sócrates a sus
setenta años para retomar la vida filosófica que hasta entonces ha llevado en
Atenas?
Dicho de otro modo, Sócrates
considera que, a pesar de condenarlo a muerte, la democracia ateniense no deja
de ser el mejor sistema de gobierno, y que en el exilio no podría seguir
haciendo de tábano molesto de los personajes insignes de Atenas...
Sócrates no rechazó la
libertad por responsabilidad para con sus conciudadanos. Lo hizo porque para
él, con una espectacular radicalidad desconocida por los pragmáticos, la
libertad consistía en obedecer íntegramente las leyes de Atenas. Por eso su decisión
se podría considerar un suicidio por fidelidad a unos valores inseparables de
su misma condena.
Quien sí se fue al exilio
después de la ejecución de Sócrates fue Platón, el cual, como miembro de la
oligarquía, como lo eran también otros amigos de Sócrates, se exilió a Megara
para evitar represalias del populismo triunfante.
Platón, quien por origen de
clase iba destinado a la política, eligió la filosofía, y fue el primer -o, al
menos, el más importante- expositor de la diferencia, entre el filósofo y el
político.
El orador que hace política
en el ágora, el sofista, es para Platón lo contrario del filósofo.
Y en los ‘Diálogos’ el
sofista y el político son objeto de escarnio de Sócrates, quien es, no lo
olvidemos, en buena medida una construcción intelectual de Platón, el exiliado.
Sin el exilio del filósofo que ‘pensó’ políticamente y exportó su pensamiento a
Megara y Sicilia, hoy no tendríamos noticia de aquel bello gesto de Sócrates,
que, si bien quedó estéril para la democracia de Atenas, en cambio dio fruto en
una de las grandes corrientes filosóficas occidentales.
Precisamente en aquella que
obliga a juzgar las acciones reales, imperfectas, en relación con unos ideales
que no son de este mundo, pero que lo generan.
(En otro post incidiremos en La Condena )
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