Porque Sócrates, (contra los
sofistas que afirmaban poder enseñar la verdad, y por lo que cobraban) afirma
que la verdad es innata, está en cada uno de nosotros, pero está tapada,
cubierta, enterrada,…y sólo hay que “destaparla”, “descubrirla”,
“desenterrarla”,…y eso es lo que hace con la “mayéutica”, como la comadrona,
ayudar a que la criatura salga del vientre de la madre, a que la verdad salga
de la mente del interlocutor.
Igual que la madre de
Sócrates no ha metido dentro, y previamente, al niño para luego ayudar a que
salga, porque el niño ya estaba allí, igualmente Sócrates hace de partero o
comadrón de la verdad en el interlocutor, ascendiendo, paso a paso,
inductivamente, hasta llegar a la verdad a la que se quería llegar.
Imaginaos a Sócrates
preguntándole a un padre qué es el “amor”, a un
general preguntándole qué es el “valor”, preguntándole a un juez qué es
la “justicia”…
Pero fue víctima de
acusaciones absurdas y finalmente resultó condenado a suicidarse mediante
envenenamiento, con la cicuta, era el año 399 a .C.
Pero el proceso de Sócrates
se desencadenó por razones políticas, molestaba a la gente bien a base de
preguntas llevándolos a la contradicción por lo que se ganó la enemistad.
Solía decir que era un
“tábano” (una mosca cojonera) pero no por el placer de hacer daño picándoles,
sino para que despertaran al convencerlos de que no sabían lo que creían saber
(lo que hemos afirmado más arriba de que sólo el que es consciente de su
ignorancia, de no saber, está en condiciones, es el principio del querer
saberlo, de filosofar, de reflexionar.
Pero imaginaos a un alto jefe
militar al que, con su método de la dialéctica, es conducido a la ignorancia de
que él, precisamente él, no sabe lo que es el valor.
La frustración sentida (no
buscada por Sócrates, porque luego viene la búsqueda conjunta de saberlo, por
la mayéutica) tendría consecuencias.
Algunos de sus discípulos
estuvieron vinculados a la tiranía oligárquica y las autoridades democráticas
creyeron oportuno alejarlos de las polis.
Se le acusó de pervertir a
los jóvenes (cuando lo que hacía era motivarlos a saber), defender el ateísmo
(cuando existían unos dioses oficiales
en las polis a los que se les rendía culto y en su honor se celebraban
fiestas) y se le acusaba, paradójicamente, de introducir nuevos dioses (y es
verdad que Sócrates solía decir: “me ha dicho me demonio (mi daimon, mi
intuición, una corazonada,…nada que ver con la connotación religiosa del ángel
malo o diablo)
Se le pidió la pena de muerte
pero, según el derecho ateniense, el acusado y condenado podía optar por un
castigo alternativo, como el exilio, o pagando una multa, que sus discípulos ya
le habían prometido pagarla ellos.
“¿Dónde voy a exiliarme?,
¿qué dirán los habitantes de esa ciudad?....”
Pero él les decía a sus
discípulos que, o bien era culpable, si las acusaciones eran ciertas, y
entonces merecía la muerte o bien no lo era y entonces debían ser reconocidos y
pagados sus servicios a la sociedad (esto fue lo que más molestó al tribunal
que, en una segunda votación, hubo más votos apoyando la pena de muerte.
Incluso ironizó sobre la
idoneidad de sus jueces (¿sabrían ellos qué es la “justicia” para poder
aplicarla?)
Su muerte, en la celda,
rodeado de sus discípulos empeñados en que salvara su vida, y la petición al
verdugo de cómo debía tomar el vaso de cicuta para que hiciera más efecto…”y no
os olvidéis de ofrecer un gallo a Esculapio (el dios de la medicina o de la
salud, precisamente cuando iba a morir y pasar a mejor vida… esa entereza…esa
dignidad….ese respetar la leyes aunque fueran en su contra….ese aconsejar a sus
discípulos… esa despedida…
Platón estaba escandalizado
por el proceso y las consecuencias a su maestro y preocupado por lo que
consideraba una crisis moral y política ateniense pondría toda su energía en
enmendar el entuerto para que no volviera a repetirse y murieran personas
justas sin haber cometido delito alguno merecedor de tal pena.
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