No se trata tanto de
filosofar como de divulgar cuestiones y/o problemas de algunos de los distintos
filósofos que, a lo largo de la historia, ha habido.
Cuestiones y/o problemas que
no sólo son de tipo intelectual o teórico sino también de su implicación en
cuestiones políticas y sociales.
Ser filósofo es un concepto
móvil, no estático, que va evolucionando a lo largo de los tiempos.
Un filósofo griego es mus
distinto a un filósofo romano, o a uno medieval, y qué decir de un filósofo
renacentista, moderno, ilustrado o del siglo XX.
Filósofos son/fueron Patón y
Aristóteles, Epicuro y Séneca, San Agustín y Santo Tomás, Guillermo de Occam y
Descartes, Hume y Kant, Marx y Nietzsche, Unamuno y Russell, Ortega y Gasset y
Heidegger, Sartre y Foucault,….
Todos filósofos pero
filósofos distintos.
Como hombre es el hombre
griego y el romano, el medieval y el renacentista, el moderno y el ilustrado,
el romántico y el tradicionalista, el creyente, el agnóstico y el ateo, el
asentado en una cultura y el revolucionario,…
Todos hombres pero hombres
distintos (de las mujeres prefiero no escribir en estas “cosas de filósofos”
porque sería empezar, no acabar o acabar cabreado).
Algunos han sido calificados
de filósofos por su forma de pensar, como otros lo han sido por su forma de
vivir o por su influjo en la historia de los hombres.
Igual que una cosa es
“investigar sobre astrofísica” y otra
muy distinta es “enseñar conocimientos o verdades astrofísicas”, lo mismo
ocurre con “ser filósofo” o “ser profesor de filosofía” aunque, también, ser
“profesor de filosofía” puede ser/debe ser motivar a los alumnos a ser
filósofos poniendo en práctica el “sapere aude” kantiano.
“Atrévete, alumno, por tu
cuenta, a demostrarle a tu profesor que está/estaba equivocado”
(¡bienaventurado tú¡ y yo como profesor te lo agradezco).
Muchos de los filósofos han
sido “auctoritates” y el simple decir “magíster dixit”, de cualquier filósofo
era considerado “verdad verdadera” lo que ese “papa filosófico” ha dicho.
Y han sido muchos los “papas
filosóficos” que ha habido, con muchos creyentes/seguidores de los mismos, y
sin discusión, aunque tras Bertrand Russell y Sartre podríamos decir que se han
desinflados siendo cada uno de ellos uno más, con sus seguidores correspondientes,
pero que no concitan unanimidad.
De hecho, los medios de
comunicación de masas han contribuido a que muchos aprendices de filósofos
entren en contacto con distintos y diversos maestros, recogiendo y descartando
sentencias de unos y de otros y siendo autores de “filosofías pupurris” y que,
muchas veces, son tan atractivas que concitan a grupos de seguidores.
Claro que, cuando hablamos de
“filósofos” estamos reduciendo el campo a Occidente, porque en Oriente lo que
suelen existir son “sabios”, que se las arreglan ellos solos, que son capaces
de aislarse en una cueva en lo alto de un monte y que practican, en su vida,
sus propios pensamientos, transformándose en soledad y a los que, a veces, les
estorba tener discípulos seguidores.
Yo siempre he afirmado que
los pensadores orientales practican la “Ética” y son “Éticos” más que lo que
entendemos los occidentales por “filósofos”.
El auténtico filósofo no se
considera el héroe que ha descubierto un campo nuevo y está obsesionado por
predicarlo y darlo a conocer a todo el mundo.
Él juega con el conocimiento
y pone en cuestión, removiendo los cimientos de lo que el común de los mortales
considera verdades sólidas en las que apoyarse y sobre ellas construir su
vida, su pensamiento y su esquema de
valores.
El filósofo nunca puede ser
“un dogmático” y su obsesión por salir de la duda que lo aguijonea lo mete en
más y más profundas dudas.
El filósofo está condenado a
vivir en el océano de la duda, pero sin rendirse a ella sino peleando con ella.
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