Fue en la primavera del 399 a .C. cuando tres
ciudadanos se pusieron de acuerdo para entablar un proceso contra Sócrates por
delitos graves: contra la “religiosidad” y contra la “moralidad”
Esos tres eran:
1.- Anytos, un rico cardador
(el que carda una materia textil para el hilado), uno de los jefes del partido
democrático, que quería mal a Sócrates por haber convencido al hijo de aquél de
que no siguiera la profesión de su padre.
2.- Melitos, un mal poeta y
un retórico.
3.- Lycon.
Acusaron a Sócrates de: a.-no
creer en los dioses de la ciudad, b.- de adorar dioses nuevos y c.- de corromper
a los jóvenes, cosas, todas ellas, que en Atenas eran crímenes capitales.
Textualmente, y según
Jenofonte, en “Recuerdos de Sócrates”:
“Meleto, hijo de Meleto, del
demos de Pithos, contra Sócrates, hijo de Sofronisco de Alópece (nada dice de
Fenaretes, la madre); Sócrates comete delito por no reconocer (o bien, no creer
en) los dioses que reconoce (o bien, en los cuales cree) la ciudad y por
introducir nuevas divinidades (démones), También comete delito por corromper a
los jóvenes.
Se solicita la pena de
muerte”
Juzgó la causa el tribunal de los heliastas (antiguos magistrados de Atenas que constituían la Heliea, un tribunal inmediatamente inferior al Areópago (el Tribunal superior).
Asistieron 559 jueces.
Lyeias, el célebre orador,
ofreció a Sócrates escribirle la defensa, pero Sócrates no lo aceptó, la
rehusó, no quería salvar la vida y habló sin temor, exponiendo francamente sus
ideas.
Digamos que Sócrates se
defendió mal, de lo contrario habría sido absuelto no sé si por unanimidad,
pero sí por una mayoría aplastante.
El tribunal, en esta primera
votación, estuvo muy dividido: 278 jueces votaron la absolución y 281 la pena.
Restaba resolver cuál había
de ser la pena a imponer.
Los acusadores propusieron la pena capital.
Pero el condenado tenía
también derecho a proponer unA pena de su preferencia.
Sócrates, que podría haberse
impuesto el autoexiliarse o, más fácil todavía, pagar una multa (lo que le
aconsejaban sus discípulos, dispuestos a pagarla ellos), sin embargo, se vino
arriba y dijo casi en modo insolente):
"Por haberme consagrado
al servicio de mi patria trabajando para hacer a mis conciudadanos virtuosos,
propongo que me condenen (fíjense qué condena) a ser alimentado hasta el fin de
mis días en el Pritaneo, a expensas del Estado".
Esta respuesta, lógicamente, irritó a los jueces (y menos mal que no comenzó a preguntarles (según su método) qué sabían ellos de “justicia”, porque si no sabían qué era la “justicia” cómo y por qué se atrevían a aplicar lo que no sabían).
Entonces, en una segunda
votación, 361 votaron por la sentencia de muerte y Sócrates fue condenado a
beber la cicuta.
En aquel momento no había regresado
todavía la procesión que Atenea enviaba a la fiesta de Délos, y la religión
prohibía ejecutar a ningún condenado hasta que hubiera vuelto.
Sócrates permaneció treinta
días en la prisión (en el corredor de la muerte) esperando.
Pasó dicho tiempo conversando
con sus amigos acerca de temas filosóficos, según su costumbre, sin mostrar la
menor turbación.
Le propusieron la fuga,
(habían sobornado al carcelero y una nave estaba esperando en el puerto) pero
se negó, diciendo que no quería desobedecer las leyes de su patria.
Al fin volvió la procesión de
Delos.
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