viernes, 28 de junio de 2019

¿ERA SÓCRATES HOMOSEXUAL? ( y 2 )




Sócrates se casó con Jantipa, cuando tenía casi 50 años, quizá más por tener un hijo que por tener una esposa.
Hasta entonces siempre se había mantenido apartado del matrimonio y cuando alguien le pedía consejo sobre si debía casarse o no, siempre respondía de la misma manera: “haz como te plazca; de todos modos, en ambos casos, elijas lo que elijas, te arrepentirás”.

Jantipa debió ser una esposa pelma y posesiva y, conociendo a Sócrates, no le faltarían motivos para ello.

“Todos saben que Jantipa // loca iba por las tripas. // Tripa almuerzo, tripa cena // ¡Dios!, a Sócrates, ¡qué pena! –cuentan las malas lenguas que lo cantaban los niños de Atenas.

Él, tan dicharachero con los de fuera, en la calle y en el ágora, y taciturno y que apenas le dirigía la palabra a su esposa e hijo (o hijos), pero es que, además no ganaba un duro y la pequeña renta que le dejara su madre, Fenaretes, la comadrona, iba acabándose.

Quizá es verdad que, cierto día, Jantipa perdió los estribos y le arrojó un cubo lleno de agua, ante lo cual Sócrates no respondió abandonándola sino que por todo comentario dijo: “sabía que el trueno de Jantipa se transformaría, antes o después, en lluvia”

Quizá tuvo, también una segunda mujer, Mirto (según cuenta Aristóteles), pero se habría casado con ella, “por pena”, “por piedad”, porque estaba en la miseria.
Aunque otros dicen que era una concubina  que se la había llevado a casa una noche en que había bebido más de la cuenta. Y con Mirto tuvo dos hijos, más uno que tuvo con Jantipa, su primogénito, en total, 3 hijos.

No sólo no estaba mal visto sino que el gobierno de Atenas, para aumentar el número de los verdaderos atenienses, animaba a los ciudadanos  a tener más hijos con mujeres distintas.

Nada que objetar al triángulo  Sócrates-Jantipa-Mirto.

No voy a incidir en su valentía en las guerras en que, como ciudadano, participa.
Nada voy a decir sobre su “desbelleza” corporal (por no decir la palabra “fealdad”) ni sobre su buen corazón (“belleza anímica”), incapaz de matar una mosca.
Nada voy a decir sobre su filosofía (ésta no es objeto de este artículo) aunque sobre su austeridad se ha hecho célebre la sentencia que pronuncia cuando paseando por la calle de Atenas y al contemplar los numerosos artículos a la venta, exclama: “¡Hay que ver la cantidad de cosas que no necesito) o cuando Jantipa lo denuncia por abandono del hogar (por estar siempre en el calle, con los amigos, en banquetes y se pasan días sin volver al hogar) y cuando el juez le pregunta qué tiene que decir para defenderse, responde que “Jantipa tiene toda la razón”.

Pero, sobre la “homosexualidad en Grecia” les remito a otro artículo posterior.

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