jueves, 31 de enero de 2019

RAZÓN APASIONADA O PASIÓN RACIONAL (2)



Y los hombres las hemos echado a luchar, como si ellas fueran incompatibles, excluyentes. O una o la otra.

Desde la Filosofía y, sobre todo, desde la Religión, se puso todo el empeño en el platillo de la Razón, por aquello de que ésta habita en el alma, mientras que la Pasión se manifiesta en el cuerpo.

Entre la opción: o cuerpo o alma, nunca ha habido duda, se apostó por la Razón.

Desde que Aristóteles definiese al hombre, (entre otras definiciones) como “zoon logicon”, como “animal racional”, todos lo repetimos, ya, constantemente y lo damos por asentado.
Pero que “el hombre sea animal racional” no quiere decir que “sólo sea racional”.

Pero en Atenas, en Delfos, junto al Santuario dedicado a Apolo (el dios de la luz, de la razón, de la claridad, del día, de la sensatez… del alma), estaba el teatro dedicado a Dionisos (el dios de las tinieblas, el dios de la noche, de la juerga, de la jarana, el dios del vino, del placer corporal).

Nietzsche nos lo recordaría constantemente, con su contraposición “apolíneo-dionisíaco”, equivalente a la dualidad Razón-Pasión, despotricando contra Sócrates, que apostó todo y sólo por la Razón, por la luminosidad de la Razón, frente al fondo oscuro de la Pasión, la actividad sobre el descanso.
Su obsesión por Saber desembocará en un determinismo intelectual y en un intelectualismo moral, que imposibilitan la libertad.

Mientras para los pre-socráticos se buscaba el equilibrio, la armonía, entre esas dos grandes fuerzas, Sócrates asfixiará por estrangulamiento, a una de ellas.

Pero si ahogamos la afectividad se seguirán manifestaciones patológicas, al igual que si asfixiamos la racionalidad surgirán racionalizaciones fantásticas, que concluirán en supersticiones y en creencias absurdas.

“El sueño de la razón produce monstruos” nos había señalado el sordo aragonés.
Y como somos enemigos de los monstruos no debemos dejar que la razón duerma y no intervenga.
        
Los mecanismos psíquicos buscan, siempre, compensar sus carencias, aunque no siempre sea de un modo sano.

Para Sócrates, como sabemos, el Saber es el paso obligado para el Obrar y de aquí desembocar en el Ser.
Quien Sepa qué es, realmente, la virtud, Obrará virtuosamente y Será una persona virtuosa.

Hay que comprender a Sócrates en su Atenas del alma, con una democracia devaluada, con una democracia restaurada, tras los 8 meses del gobierno de los 30 tiranos, y que en nada se parecía, ya, a la primera y excepcional democracia ateniense, la de Pericles y la Ilustración griega.

Los sofistas estaban enseñando el relativismo moral y los jóvenes, por ellos preparados, tomaron las riendas de la polis.

¿Puede ser justo quien no Sabe qué es la justicia?

Sócrates es un Racionalista, y sólo racionalista. El hombre, para él, es/debe ser “sólo racional”. Sólo la Razón puede salvar a Atenas.

El hombre es racional, pero no sólo es racionalidad. Hay también, en él, factores “irracionales” (no en el sentido de “antirracionales” sino de “a-racionales”), que son los que, en realidad, mueven al hombre a la acción, al conocimiento, a la relación con los demás, a la construcción de la voluntad.

Razón, (alma) sí, pero también deseo, sentimiento, afecto (cuerpo).

Aunque la presencia de lo irracional en el ser humano ha resultado siempre molesta a ciertas corrientes del pensamiento occidental, al Intelectualismo (mejor denominación, y preferible, que Racionalismo).

El triunfo de Apolo sobre Dionisos nos obligó a la seriedad, olvidándonos de lo festivo y convirtiendo a la noche en la prolongación de la luminosidad.

Ese ha sido el lema de Occidente: “Hay que imitar a Sócrates e implantar, de manera permanente, contra los apetitos oscuros, una luz diurna, la luz diurna de la Razón.
Hay que ser inteligentes, claros, lúcidos, a cualquier precio.
Toda concesión a los instintos, a lo inconsciente, conduce hacia abajo” (Nietzsche. “Crepúsculo de los ídolos” (o “Caída de los dioses”)

Aunque (afirmamos muchos) que lo que Sócrates defendió no fue el frío intelectualismo, a la busca y captura de simples verdades, sino esa otra forma de intelectualismo, el “Intelectualismo moral”.

Lo cierto es que el deseo y la pasión representan la dimensión dinámica de la mente. Ellos son el motor de arranque, ellos son el combustible que mantiene al motor de la razón o de la mente en movimiento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario