¿Es necesaria la religión?
Por supuesto que sí –dicen
muchos bien intencionados católicos –para frenar nuestra desordenada
concupiscencia, nuestra agresividad, nuestra malevolencia,…
Somos, pues, -piensan ellos-
concupiscentes, agresivos, malevolentes,…por naturaleza y para poder frenar
esas tendencias necesitamos la moral, que es una carga pesada y difícil de
soportar sin el auxilio divino, sin la “gracia de Dios”.
“Si Dios no existe /existiera,
todo está/estaría permitido” (según la sentencia que Dostoievsky formuló, de un
modo sintético en la última de sus novelas, “Los hermanos Karamazov”.
Pero es un error desde el
principio suponer que la moralidad es algo tan gravoso y tan penoso que los
humanos sólo podemos soportarlo o por las sanciones penales o sociales o según
leyes naturales y sacrosantas que emanan de dioses.
Hay costumbres y usos en
ciertas sociedades y en ciertos tiempos que no pueden ser calificadas como
“mores/morales”, serían necesarios ciertos requisitos para que un conjunto de
normas de convivencia sean morales.
Ser moral no es una
sobrecarga que el hombre deba asumir, no es un “deber” sino un “derecho” que todo hombre consciente
debe reclamar.
Obedecer las normas al uso,
por el hecho de estar vigentes en una comunidad dada, ni es un derecho ni es un
deber.
Tradicionalmente los derechos
han sido reclamados como exigencias a favor del individuo y en contra de las
normas vigentes que solían encorsetar, limitar y restringir su libertad.
Tengo derecho a no tener que
hacer lo que se hace o a hacerlo de otra manera y derecho a hacer lo que quiero
hacer y no se hace y, quizá, no me dejen hacerlo, pero que puedo hacerlo.
Sólo son “morales”, en
sentido restringido, las normas que han sido elaboradas en la
intercomunicación, en el diálogo, por seres humanos ilustrados, imparciales y
libres, no cualquier norma en vigor en una sociedad dada.
Todo el mundo tiene derecho a
poseer un criterio propio, personal, de lo correcto y lo incorrecto, de lo bueno
y de lo malo en sentido moral, como tiene derecho a disponer de todos los
medios y bienes necesarios (culturales y materiales) adecuados para el
desarrollo de su capacidad racional de discernimiento para poder ajustar su
“vida real” a lo que él considera su “vida ideal” o su “ideal de vida”.
Todo el mundo, pues, tiene
derecho a una educación y desarrollo moral para poder obrar correctamente según
su criterio moral.
Aunque los hombres que viven
y se desarrollan en sociedades rurales incomunicadas o semiincomunicadas,
desconectadas de las sociedades en progreso, sólo llegarán a alcanzar una
moralidad incompleta.
La buena voluntad no basta,
son precisos medios adecuados para desarrollar su vida moral.
Contra Sartre, no es verdad
que tengamos libertad absoluta para elegir el tipo de conducta que queramos.
El derecho a ser moral no
implica la negación de la libertad sino que la reconoce como precaria y
condicionada a la posesión o no posesión de recursos culturales, materiales o
de otro tipo.
Nadie, pudiendo elegir
(palabras de Platón) se conformaría con ser un necio satisfecho, sino que
preferiría ser un sabio insatisfecho, que es lo que afirmaba Sócrates: “que
sólo por ignorancia es posible dejar de buscar la virtud”.
Es decir, nadie, pudiendo,
elegiría ser un vicioso feliz sino virtuoso, aunque sea desdichado.
Es la ignorancia, así como
las carencias afectivas, psíquicas,.. las que hacen a los hombres inmorales.
Dejar de ser moral, no llegar
a serlo, no tener capacidad ni siquiera para desear serlo supone el fracaso
total del ser humano.
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