domingo, 13 de enero de 2019

RAÍCES CRISTIANAS (1)




Hace varios años colgué en el blog un artículo titulado: “¿Cuáles son mis raíces?”, de este salmantino (porque allí “me nacieron” (yo no nací), que allí me criaron y me educaron durante mi adolescencia, en una familia cristiana y una sociedad totalmente cristianizada y franquista, sin libertades, así “me hicieron” un tipo de hombre adaptado a los circunstancias y no muy revoltoso hasta que, un buen día (“dichoso día”) crucé Despeñaperros, aterricé en Córdoba y, después, a Málaga, a mi Málaga.
Y fue aquí, en Andalucía cuando comencé a personalizarme, a ser la persona que he llegado a ser.

De ahí la sentencia que cientos de veces he dicho y dejado escrito: “me nacieron “hombre” (mis padres), me hicieron “humano”, tal tipo de hombre (Castilla, el cristianismo, el franquismo), “me hice/estoy haciéndome persona” y aquí entro yo, responsable de lo que soy, sin echarle la responsabilidad ni la culpa, a mis padres, ni a las circunstancias juveniles, sino que me muevo en unas nuevas circunstancias, las actuales, que intento dominar para elegir unas y rechazar otras, y aquí estoy, siendo así, y quien me conoce lo sabe, una persona muy crítica ante todo lo que no veo claro (“Criticar” es dilucidar, echar luz para ver claro o más claro, para poder optar con conocimiento de causa)

Soy el resultado de mis opciones y de mis renuncias (exactamente como tú lo eres de las tuyas) y sin echar balones fuera.

Así me defino en mi blog: “salmantino de nacimiento, andaluz de adopción y malagueño de opción y de corazón”

Pero yo quería reflexionar sobre ese intento de la Iglesia Católica de querer aparecer en las Constituciones (europea y española) afirmando, tajantemente, que el Cristianismo es una de las raíces de la Europa actual y de la España Actual.

Las raíces cristianas en la formación de nuestra cultura y de nuestra sociedad.

Mejor sería no meterse en berenjenales y apelar a lo que nos une y no a lo que nos separa para no volver otra vez a las confrontaciones históricas.

Y, en vez de dar opción a nuevas guerras de religión, curarse de una vez por todas de la religión de la guerra.

Cuando últimamente se ha escrito tanto sobre “choque de civilizaciones” éste no consiste sino en un enfrentamiento entre ideologías teocráticas opuestas.

Pero estamos, en Europa y en España, respirando laicidad y democracia.

Y si ese choque es inevitable, porque se repelen como el agua y el aceite y aunque se remueva, y mientras se revuelve, da la sensación de que… todos sabemos que al momento van a estar superpuestas.

Y si el “choque”  es así, la “alianza” es imposible pues sus fuentes, sus raíces de las que se alimentan las civilizaciones son total y absolutamente discordantes.

Si el Cristianismo quiere aparecer en las Constituciones es porque pretende reforzar el poder político que en otros tiempos, lejanos y no tan lejanos, mantuvo.

Políticamente, hoy, las Iglesias han perdido la batalla desde el momento que la obediencia ha dejado su lugar al pacto y al consentimiento.

¿Es que la raíz cristiana, clerical y dogmática, puede ser fuente de legitimación de los poderes laicos y civiles como lo fueron en otros tiempos?

La separación de poderes es un hecho que no tiene vuelta atrás y mientras uno atiende a las necesidades terrenas de los ciudadanos el otro atiende a las necesidades, anhelos y esperanzas de sus fieles creyentes.

Todo creyente tiene obligación de ser un buen ciudadano, pero ningún ciudadano tiene obligación ni de ser creyente, ni de serlo de una confesión determinada, como puede ser la cristiana o, en España, la católica que, por tradición es mayoritaria, al menos en teoría, porque la práctica religiosa de la misma está perdiendo asistentes.

Los paganos persiguieron a los cristianos por motivos religiosos y les acusaban, nada menos que de ateísmo, porque su Dios era inconcebible (un Dios que se hace hombre, que muere crucificado y que, luego resucita) ¿Ese puede ser un Dios, comparado con los dioses de la mitología griega y romana?

Apareció como una secta del judaísmo, irreverente, que no se limitaba a proclamar a su Dios sino que les negaba validez y divinidad a los demás dioses, que derribaba con impiedad los altares ajenos, donde se celebraban los cultos oficiales de la ciudad, que proclamaban a su Dios como el único Dios que debía estar en el único altar por lo que serían perseguidos y teniendo que esconderse en las catacumbas para poder practicar sus rituales.

Aquellos primeros cristianos no eran, ni religiosa ni políticamente, correctos por lo que el multiculturalismo pagano, representado en el Panteón (todos los dioses) les resultaba no sólo ajeno sino ultrajante y pecaminoso.

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