Las dos grandes columnas o
muletas en que se han apoyado algunos papas recientes han sido, además del Opus
Dei, los Legionarios de Cristo.
Nada más y nada menos.
El gran Kant afirmaba que la
búsqueda de la felicidad y la vida virtuosa nada tienen que ver una con la
otra.
Es muy distinto hacer a un
hombre feliz que hacer a un hombre bueno.
Para Kant, todo el mundo
busca necesariamente, inevitablemente, la felicidad y, por consiguiente, la
búsqueda de la felicidad no puede resultar ni meritoria ni virtuosa, porque la
felicidad no está confiada a la razón, sino basada en el instinto.
Porque si la búsqueda de la
felicidad obedeciese a un impulso inevitable no podría considerarse ni buena ni
mala.
Impulsos como beber cuando se
tiene sed, comer cuando se tiene hambre, taparse-cubrirse y buscar cobijo
cuando se tiene frío, acostarse cuando se está fatigado,.. No son, moralmente, ni buenos ni malos, son
impulsos naturales.
Si, agotado por el cansancio
y el sueño, se te cierran “involuntaria e inevitablemente” los ojos, no hay
razón alguna, ni lógica ni moral, para afear o alabar esa conducta.
Para que una acción pueda ser
valorada éticamente se requiere que la voluntad sea libre, que sea una decisión
autónoma y racional.
No puede valorarse éticamente
que los ojos se te cierren automáticamente por sueño, que se te abra la boca
por aburrimiento, que te tiemblen las manos y las piernas por el miedo,…porque
son acciones involuntarias (no voluntarias, no queridas) y automáticas (no
libres).
Buscar la felicidad o
abrigarse cuando se tiene frío son acciones voluntarias (queridas) y libres (no
automáticas, pueden llevarse a cabo o no).
Alguien, por motivos
ascéticos, religiosos, o de cualquier otro tipo (para ligarse a la rubia del
quinto) puede elegir el sufrimiento, soportar el frío estoicamente, para
templar su voluntad, para forjar su carácter o para agradar a alguna deidad
determinada más o menos caprichosa y sádica.
Aunque tendamos, natural y
espontáneamente, a un tipo determinado de comportamiento (comer,
resguardarnos,…) éstos no se producen automáticamente, sin intervención de nuestra
voluntad y nuestra capacidad de elección y decisión porque podemos optar a
ellas o a renunciar a ellas.
¡Qué bien lo expresa Kant¡
“Ser feliz es necesariamente el anhelo de todo ser racional (otra forma de
expresar la sentencia aristotélica), pero finito y, por tanto, un inevitable
fundamento de determinación de su facultad de desear, está confundiendo un
movimiento natural y espontáneo, pero controlable y “evitable”, con las
acciones que realizamos automáticamente, sin intervención alguna de nuestra
voluntad”
O sea, deseo natural y
universal pero “evitable”, no es como que con el cansancio se te cierren los
ojos (inevitable, incontrolable, automático).
La búsqueda de la felicidad
es como la búsqueda de una buena salud o de unas buenas relaciones con los
demás, todo hombre las desea, pero al proponerse un plan de vida puede optar
por diversas acciones para conseguirlas, anteponiendo o no el bienestar
personal sobre el bienestar público (una ética puesta al servicio de los
intereses humanos).
Todo lo que los hombres
desean, cuando actúan libre, imparcial e ilustradamente es “deseable”.
Todas las acciones humanas
tienden, en general, a procurar algún goce o a aliviar algún dolor (que también
es un goce) pero no se trata necesariamente de algún goce o dolor particular y
privado.
No se trata siempre de
nuestro “yo”, de nuestro “amado yo”, sino que también incluye, abraza y abarca
a “otros yos”, cercanos o lejanos, que ayudan a conformar y configurar nuestra
personalidad.
El hombre, pues, a pesar de
su limitada capacidad de “empatía”, no es un ser tan impermeable a los demás
que pueda disfrutar siempre su goce en soledad sino también en coparticipar en
las alegrías y penalidades ajenas.
¡Qué bien lo expresa Adam
Smith: “por más egoísta que quiera suponerse al hombre, evidentemente hay
algunos elementos en su naturaleza que lo hacen interesarse en la suerte de los
otros y de tal manera que la felicidad de éstos le es necesaria, aunque de ello
nada obtenga a no ser el placer de presenciarla”.
Ahora mismo estamos
asistiendo a la búsqueda de un niño, Julen, al que ni sabíamos que existía,
pero que nos alegra que sigan buscándolo y nos alegraría más que lo rescataran
vivo.
Felicidad sólo propia,
aislada, versus felicidad, también, en los que te rodean (que incrementa tu
felicidad, al ser una doble felicidad, como los padres y sus hijos y
familiares) y versus felicidad en todos los hombres.
En cuanto seres humanos,
pensantes y sintientes al mismo tiempo, tendemos a maximizar el bienestar no
sólo propio sino el de otras personas afines, allegadas, incluso alejadas en el
espacio y en el parentesco, prefiriendo incluso, en ocasiones, trabajar por el
bienestar de todos los miembros de nuestra comunidad, incluso de todos los
miembros de la especie humana, aún a costa del sacrificio de placeres propios
inmediatos o futuros.
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