viernes, 18 de enero de 2019

EL DERECHO/EL DEBER DE SER FELICES (2)


Las dos grandes columnas o muletas en que se han apoyado algunos papas recientes han sido, además del Opus Dei, los Legionarios de Cristo.
Nada más y nada menos.

El gran Kant afirmaba que la búsqueda de la felicidad y la vida virtuosa nada tienen que ver una con la otra.
Es muy distinto hacer a un hombre feliz que hacer a un hombre bueno.

Para Kant, todo el mundo busca necesariamente, inevitablemente, la felicidad y, por consiguiente, la búsqueda de la felicidad no puede resultar ni meritoria ni virtuosa, porque la felicidad no está confiada a la razón, sino basada en el instinto.

Porque si la búsqueda de la felicidad obedeciese a un impulso inevitable no podría considerarse ni buena ni mala.

Impulsos como beber cuando se tiene sed, comer cuando se tiene hambre, taparse-cubrirse y buscar cobijo cuando se tiene frío, acostarse cuando se está fatigado,..  No son, moralmente, ni buenos ni malos, son impulsos naturales.

Si, agotado por el cansancio y el sueño, se te cierran “involuntaria e inevitablemente” los ojos, no hay razón alguna, ni lógica ni moral, para afear o alabar esa conducta.

Para que una acción pueda ser valorada éticamente se requiere que la voluntad sea libre, que sea una decisión autónoma y racional.

No puede valorarse éticamente que los ojos se te cierren automáticamente por sueño, que se te abra la boca por aburrimiento, que te tiemblen las manos y las piernas por el miedo,…porque son acciones involuntarias (no voluntarias, no queridas) y automáticas (no libres).

Buscar la felicidad o abrigarse cuando se tiene frío son acciones voluntarias (queridas) y libres (no automáticas, pueden llevarse a cabo o no).

Alguien, por motivos ascéticos, religiosos, o de cualquier otro tipo (para ligarse a la rubia del quinto) puede elegir el sufrimiento, soportar el frío estoicamente, para templar su voluntad, para forjar su carácter o para agradar a alguna deidad determinada más o menos caprichosa y sádica.

Aunque tendamos, natural y espontáneamente, a un tipo determinado de comportamiento (comer, resguardarnos,…) éstos no se producen automáticamente, sin intervención de nuestra voluntad y nuestra capacidad de elección y decisión porque podemos optar a ellas o a renunciar a ellas.

¡Qué bien lo expresa Kant¡ “Ser feliz es necesariamente el anhelo de todo ser racional (otra forma de expresar la sentencia aristotélica), pero finito y, por tanto, un inevitable fundamento de determinación de su facultad de desear, está confundiendo un movimiento natural y espontáneo, pero controlable y “evitable”, con las acciones que realizamos automáticamente, sin intervención alguna de nuestra voluntad”

O sea, deseo natural y universal pero “evitable”, no es como que con el cansancio se te cierren los ojos (inevitable, incontrolable, automático).

La búsqueda de la felicidad es como la búsqueda de una buena salud o de unas buenas relaciones con los demás, todo hombre las desea, pero al proponerse un plan de vida puede optar por diversas acciones para conseguirlas, anteponiendo o no el bienestar personal sobre el bienestar público (una ética puesta al servicio de los intereses humanos).

Todo lo que los hombres desean, cuando actúan libre, imparcial e ilustradamente es “deseable”.

Todas las acciones humanas tienden, en general, a procurar algún goce o a aliviar algún dolor (que también es un goce) pero no se trata necesariamente de algún goce o dolor particular y privado.

No se trata siempre de nuestro “yo”, de nuestro “amado yo”, sino que también incluye, abraza y abarca a “otros yos”, cercanos o lejanos, que ayudan a conformar y configurar nuestra personalidad.

El hombre, pues, a pesar de su limitada capacidad de “empatía”, no es un ser tan impermeable a los demás que pueda disfrutar siempre su goce en soledad sino también en coparticipar en las alegrías y penalidades ajenas.

¡Qué bien lo expresa Adam Smith: “por más egoísta que quiera suponerse al hombre, evidentemente hay algunos elementos en su naturaleza que lo hacen interesarse en la suerte de los otros y de tal manera que la felicidad de éstos le es necesaria, aunque de ello nada obtenga a no ser el placer de presenciarla”.

Ahora mismo estamos asistiendo a la búsqueda de un niño, Julen, al que ni sabíamos que existía, pero que nos alegra que sigan buscándolo y nos alegraría más que lo rescataran vivo.

Felicidad sólo propia, aislada, versus felicidad, también, en los que te rodean (que incrementa tu felicidad, al ser una doble felicidad, como los padres y sus hijos y familiares) y versus felicidad en todos los hombres.

En cuanto seres humanos, pensantes y sintientes al mismo tiempo, tendemos a maximizar el bienestar no sólo propio sino el de otras personas afines, allegadas, incluso alejadas en el espacio y en el parentesco, prefiriendo incluso, en ocasiones, trabajar por el bienestar de todos los miembros de nuestra comunidad, incluso de todos los miembros de la especie humana, aún a costa del sacrificio de placeres propios inmediatos o futuros.

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